La política, entre fantasías y fantasmas
“Si fantaseo puedo cerrar los puertos o los accesos” (De Axel Kicillof)
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Desde el 10 de diciembre, no quedó sector por declarar su resistencia a revisar sus gastos, sus acciones y su efectividad en pos de una mejor calidad de vida para los argentinos. Quizás tengan razón. Siempre hicieron lo mismo y siguen en sus cargos políticos, viven muy bien y han convencido a los humildes que lideran que sin ellos estarían peor. No ha dejado de ser un verano esclarecedor, aunque catastrófico. “Cada cual atiende su juego”, como cantábamos allá lejos en la infancia de veredas y amigos sin tiempo y sin peligro de motochorros y otros delincuentes al paso, pero no llega nunca eso de que “y el que no, una prenda tendrá”.
Con la yapa de febrero con 29 días, hasta nos dimos el lujo de 24 horas más para escuchar reclamos y advertencias de nuevos gobernadores, que en campaña tenían todas las soluciones, pero parece que se les evaporaron en el camino, y de mandatarios reelegidos que ya no pueden disimular sus defecciones. A los políticos argentinos se les da bien la oratoria y la alucinación discursiva. “Si fantaseo puedo cerrar los puertos o los accesos”, ensayó Axel Kicillof, al plantear su adhesión al reclamo del novato chubutense Ignacio Torres, que amenazaba con meter mano en la actividad privada petrolera, porque es provincial. Claro, los petroleros no pueden levantar los pozos y llevárselos a otra jurisdicción, como haría un verdulero si no le convienen las condiciones en un municipio y se lleva el negocio a otro.
De todos modos, Kicillof puso paños fríos al “fantasear” ofensivas contra el gobierno nacional porque filosofó que se puede caminar “a la disolución nacional”. Desafiante, pero no ingenuo, Kicillof sabe que tiene que pelearse con el gobierno nacional, pero no demasiado porque si le meten motosierra va a tener que administrar con lo propio, que parece ser escaso.
Quizá podría ser un poco más positivo con su imaginación. Por ejemplo, podría fantasear con averiguar dónde están los millones que Julio “Chocolate” Rigau y los otros Chocolates, incluidos algunos del radicalismo, sacaban de los cajeros automáticos del Banco Provincia y lograr que se conviertan en obras para “todos y todas las bonaerenses”. O podría preguntarle al “mudo” de Martín Insaurralde cómo hizo para tener una vida de countries y yates con sueldos de funcionario estatal. En la Argentina, muchos políticos fantasean, pero muchos otros fatasmean los recursos estatales y se dan vidas de ricos que, de forma bien habida, jamás habrían alcanzado.