La política económica en un círculo vicioso
Uno de los argumentos que más se escucha para no reducir el gasto público es que hasta que no crezca el sector privado y pueda absorber la mano de obra que quedaría desocupada del Estado (nacional, provincial y municipal) es imposible avanzar en la reforma del Estado. Si se hiciera algo al respecto habría una crisis social producto de la desocupación hasta tanto no haya crecimiento.
Como primer dato es importante resaltar que el impacto social se está sintiendo en el sector privado. Mientras el sector público mantiene constante la cantidad de empleados públicos en nombre de la paz social, el sector privado ha perdido 96.282 puestos de trabajo comparando octubre contra noviembre del año pasado de acuerdo a datos del Ministerio de Trabajo. De manera que el ajuste existe, lo que ocurre es que se produce sobre el sector más eficiente de la economía.
El segundo punto a considerar es que el gobierno está enredado en su propio argumento. Por un lado dice que no puede tocar al sector público hasta que no crezca el sector privado, pero el sector privado no puede crecer porque la carga tributaria y la legislación laboral imperantes hacen imposible que se produzca un tsunami de inversiones que permitan traspasar gente del sector público al sector privado. Dicho de otra manera, el gobierno está girando en círculos y no sabe por dónde salir.
La Argentina tiene uno de los impuestos a las ganancias de las empresas más altas del mundo de acuerdo al informe que publicó KPMG. En la Argentina el impuesto a las ganancias es del 35% para las empresas, mientras que el promedio de América latina es del 27,29%, el promedio de la Unión Europea es del 22,09%, el promedio de los países desarrollados del 24,81%.
Suecia, que todos lo miran como un país socialista, tiene una tasa de impuesto a las Ganancias corporativas del 22%. Irlanda, que hizo profundas reformas económicas bajando el gasto público en términos nominales a mediados de la década de los 80, tiene una tasa de impuesto a las ganancias para las empresas del 12,5% con un ingreso per cápita de U$S 61.000 anuales de acuerdo a datos del Banco Mundial.
La Argentina necesita crear 250.000 puestos de trabajo por año para incorporar a los jóvenes que quieren entrar al mercado laboral. Además tiene que generar nuevos puestos de trabajo para los que viven de planes sociales y los empleados estatales que, por lo menos, sobran 2 millones. Es decir, necesitan un tsunami de inversiones para resolver el problema de la ocupación, la pobreza y traspasar crear puestos de trabajo genuinos y no simulacros de trabajo en el estado. Pero no podrá hacerlo mientras tenga la fenomenal carga tributaria que hoy tiene que es producto de un gasto público gigantesco. No seamos ingenuos. Con el llamado gradualismo no llegamos ni a la esquina. Una profunda reforma del Estado y del sistema tributario para atraer inversiones se impone como prioridad.
¿Qué hacer en el mientras tanto? En vez de tomar deuda para financiar el déficit fiscal hay que tomar deuda para financiar la reforma del estado y del sistema tributario. Esto mejorará el flujo de ingresos y egresos del sector público y permitirá el repago de la deuda. Al bajar la carga impositiva atraerá inversiones. Y las obras púbicas no tienen que ser financiadas con deuda pública, sino convocando al sector privado para que invierta en energía, puertos, rutas, etc.
La combinación de inversiones del sector privado en infraestructura más la baja de impuestos que atraerá inversiones son dos de los factores que pondrán en funcionamiento la economía en una senda de crecimiento de largo plazo.
Si a esto se le suma un Banco Central que deje de toquetear la tasa de interés y deje que flote libre el tipo de cambio, el gobierno podrá romper el círculo vicioso en que está metido.
La salida de crecimiento de largo plazo está y es posible. Todo el problema económico se limita a un problema de decisión política, recordando, finalmente, que el gobierno de Irlanda logró la reforma del estado siendo un gobierno en minoría. Como se ve, se puede. La pregunta es: ¿se quiere cambiar este nefasto sistema populista que hundió a la Argentina?