La poesía de Olga Orozco encuentra nuevos lectores
La puesta a punto de su archivo personal y nuevos estudios sobre su obra consolidan la vigencia de una autora fundamental para la literatura argentina
"Reconozco esta hora./ Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;/ la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina/ haciendo retroceder mis bosques encantados,/ mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,/ con solo trazar un signo en el silencio,/ con solo cortar el aire con su mano", se lee en "Para este día". ¿Quién no reconoce en esos versos la voz regia de Olga Orozco, la poeta nacida en 1920 en una localidad de La Pampa? Fue maestra, periodista y, además, autora de los horóscopos ("los orózcopos") en la revista Claudia y el diario Clarín. Contaba que había estudiado astrología y tarot con una prima de Juan Carlos Onetti. "Mis amigos me temen porque creen que adivino el porvenir", escribió en Anotaciones para una autobiografía. El jueves 15 de agosto se cumplieron veinte años de su muerte.
"Olga Orozco vivió en Toay hasta los ocho años, cuando se trasladó a Bahía Blanca y, una década más tarde, a la ciudad de Buenos Aires, donde murió en 1999 -dice la investigadora y docente universitaria Graciela Salto-. Las imágenes del período temprano de su vida, entre los médanos y los tamariscos de Toay, son evocadas de modo reiterado y casi obsesivo en sus textos. Transformó ese lugar en un sitio mítico que parece contener la clave última de su literatura". Salto refiere que, en los últimos años de su vida, Orozco regresó a Toay en varias ocasiones, restableció lazos de amistad y, en 1994, decidió legar sus libros con la condición de que se los alojara en la casa natal. "Allí se instaló su biblioteca de más de cuatro mil ejemplares y, en 2003, el espacio se reinauguró como Casa Museo Olga Orozco. En 2006, además, se lo declaró Lugar Histórico Nacional", agrega. La Municipalidad de Toay, el gobierno provincial y la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) trabajan en conjunto para preservar ese espacio. Durante el XX Congreso Nacional de Literaturas de la Argentina, del 18 al 20 de septiembre, habrá un homenaje a Orozco (el 19) en la casa museo de Toay.
La profesora Dora Battiston, que se encargó de presentar la obra de Orozco y de entrevistarla en el primer viaje de retorno a Toay, asesora un proyecto dirigido por Salto, que se ocupa de sistematizar y analizar el archivo de la poeta. Se prepara, además, la edición de dos volúmenes con cerca de cuarenta estudios de especialistas del país y del exterior. "El interés en esta convocatoria demuestra la vigencia de su legado", concluye Salto.
Poeta de los talismanes, la magia y las revelaciones, Orozco (que adoptó el apellido materno para firmar artículos periodísticos y poemas) se inició en la escritura bajo la influencia de san Juan de la Cruz, Gérard de Nerval, Rilke, Rimbaud, entre otros. Enrique Molina, Raúl Gustavo Aguirre y Alberto Girri fueron sus amigos y lectores. Su primer libro, Desde lejos, apareció en 1946.
"En la voz poética de Orozco late la fe en la facultad de la poesía como voz ritual, canto o verbo que convoque aquella otredad sagrada, siquiera por intermitencias, por 'relámpagos de lo invisible' -afirma el crítico e investigador Jorge Monteleone-. Ofrece a menudo la imagen de la poeta como la de oficiante o hechicera o adivina, la que sueña en voz alta los juegos peligrosos con los dioses ocultos. Su cuerpo, por momentos, 'no es de aquí´:viene de muy lejos y se va,/ sin aclararnos nunca si es reverso del alma, una opaca versión de lo invisible'. Sus poemas siempre aluden a esa tensión con el otro lado de lo real". El territorio donde se juegan esas metamorfosis es el lenguaje poético.
En sus años de madurez, Orozco se volvió una figura legendaria de la poesía argentina. Sus charlas públicas, lecturas y entrevistas, además de su presencia magnética, fueron objeto de devoción. "Cierta noche de 1970, Alejandra Pizarnik me presentó a Olga Orozco, la consideraba nada menos que su madre poética -recuerda Fernando Noy, actor y escritor-. Luego de saludos y chistes sobre mi estatura ('ángel de los Montes Urales', me dijo), Olga se ubicó en una silla estratégicamente puesta en el centro de la sala. El emocionante viaje iniciático pronto iba a comenzar. Después de un brindis con vino blanco casi azul, comenzó a señalar libros de algunos poetas que seguidamente leería con poderosa voz mutante e incomparable. La eternidad poética con su mágico trasmundo se hacía perceptible de manera contundente, al fin real". En trance, Noy y Pizarnik la escucharon sentados en el piso. "La Orozco continuó, incluso aceptando transmitir algunos de sus propios poemas todavía inéditos y, con un tango a cappella, puso aparente punto final al ceremonial inolvidable", agrega el autor de Peregrinaciones profanas.
Orozco vivió en estado poético. "Olga, con su magnífico porte de deidad llegada desde La Pampa y esos ojos verdes casi incandescentes, en los cuales hasta el mar de Ungaretti parecía refugiarse, nos sumergía en un placer en verdad inenarrable. Hoy ella persiste dentro del más alto canon de voces insoslayables no solo en nuestro país y es redescubierta por jóvenes o devotos lectores de todas las edades y latitudes que, en su obra, logran encontrar respuesta a tantos misterios de esta vida, iluminados por el rayo de esa voz en el consecutivo resplandor de cada página", cierra Noy.
Ediciones en Danza recuperó en Yo, Claudia los textos periodísticos que escribió para esa revista. Y Poesía completa, de Adriana Hidalgo, reúne los libros publicados por aquella que, en 1952, nacía de nuevo a la escritura con un verso sin igual: "Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero".