La Plaza de Esteban
Entre el apropiamiento indebido de la Plaza de Mayo que hace el Gobierno para festejar 38 años de democracia argentina, aparece fuera de agenda una nueva plaza de encuentro, completamente antagónica y disruptiva. Es la “Plaza de Esteban Bullrich”, quien, con sus conmovedoras palabras al presentar la renuncia a su banca como senador, nos convoca a todos a que nos encontremos con el verdadero sentido de la democracia, proponiéndonos nuevamente que “la patria es el otro”.
El hecho, por su trascendencia y por lograr verdaderamente llegarnos hasta la fibra más íntima de nuestro cuerpo, opaca todo y termina por ser el evento político más importante del año.
No hay millones de pesos invertidos en el acto, no es necesario movilizar hordas de personas, que a su paso nos complican la vida y dejan un tendal que pagamos todos. No hay discursos provocadores que busquen dividir y echar culpas. Es solamente un hombre en sus horas más difíciles quien, con su inmensa convicción de que “el interés público siempre, siempre, siempre, debe estar por encima de los intereses personales”, nos sacude y vuelve a enseñarnos por dónde debemos ir.
Su mensaje es un preámbulo de lo que puede ser una fiesta de la democracia. Nos habla de renuncias, de igualar oportunidades, de inclusión, de dejar de lado egoísmos, de la permanente búsqueda de consensos, de vencer prejuicios, de ideas, de que el otro es un adversario y no un enemigo, de sueños, de desarrollo; todos pilares fundamentales que la Argentina necesita restablecer si quiere transitar con crecimiento los años que tiene por delante.
Su fortaleza espiritual, la de su mujer, la emoción de sus hijas desde la tribuna del recinto, nos iluminan a todos el camino al que debemos volver a retomar como sociedad. Nos construye un faro que nos sirve de guía para todas las personas de bien que quieran habitar el suelo argentino.
El oficialismo, pese a que su máxima exponente se encontraba a escaso metros del orador, pierde -una vez más- la oportunidad de convocar a una plaza distinta. Le es imposible sacarse los tapones de los oídos y mirando su sombra como si fuera la propia realidad, vuelve a acusar a otros sobre las responsabilidades que nos han traído hasta acá.
Desconoce por completo que, de estos 38 años de democracia, gobernó el país en 25. Y solo en la provincia de Buenos Aires, donde el conurbano es el fiel reflejo del subdesarrollo, lleva 30 años de mandatos frustrados en los que no ha podido revertir la pobreza y la desigualdad. La oportunidad de dar vuelta la página y cambiar la receta, no aparece.
Por el lado de la oposición, la Plaza de Esteban, también pega un tirón de orejas e interpela a quienes no han entendido el valor de la confianza que gran parte de la ciudadanía les ha depositado en la última elección. El egoísmo y la soberbia priman sobre la razón y la responsabilidad, no entendiendo que ha sido el enorme esfuerzo por mantener unido a Juntos por el Cambio lo que permitió derribar la máxima de que el peronismo en su conjunto era invencible.
Afloran desde el radicalismo, pases de facturas y no se comprende que: “no hay hombres imprescindibles, hay actitudes imprescindibles”, esa humilde frase que, desde lo más profundo del corazón, se nos regaló días atrás.
¿Podrá Esteban podrá vencer al ELA, esta enfermedad atroz que desconocíamos y que él nos ha puesto de manifiesto? Eso es algo que no sabemos. Ojalá Dios produzca el milagro. Pero sí sabemos que su bondad y su fe nos han descubierto a todos que otra Argentina es posible. Una Argentina en donde la política sea una herramienta al servicio de la construcción de esa alternativa y no una casta de cargos y privilegios. La invitación está hecha. ¿Podremos nosotros encontramos algún día en esa plaza? Ojalá que sí.
Parecen las palabras de un soñador. Lo es. Pero no es el único.
Exsecretario de Vivienda de la Nación