La pista iraní en la muerte de Nisman
El único "enemigo" que Irán tenía en la Argentina era Alberto Nisman. El gobierno argentino había firmado el 27 de enero de 2013 el Memorándum de Entendimiento, que presumía la inocencia iraní (de otro modo, no podía establecerse una "comisión de la verdad" con participación del propio imputado).
Es claro que la razón para asignarle diez custodios al fiscal durante una década no era que hubiera algún sector del espectro político o ideológico nacional que fuera sospechado de poder atentar contra su vida, dado que no teníamos (ni tenemos) ningún grupo organizado violento (ideológico o religioso) que lo estuviera amenazando.
Cuando nos referimos a la inseguridad pública en la Argentina, hablamos de la violencia social, el narcotráfico o la delincuencia común. Ninguna de estas categorías significaba un riesgo para la integridad física del fiscal (en lo referente a su función, fuera de su condición de ciudadano).¿Cuál era, entonces, la amenaza que se cernía sobre él?
Nisman había denunciado una connivencia entre la Presidenta e Irán para diluir la responsabilidad de ese Estado en el atentado de 1994 contra la AMIA. Esa connivencia está plenamente acreditada por la sola firma del Memorándum. Lo que quedaría por probar es si, en términos jurídicos, se cometió algún delito. A los juristas oficialistas que niegan esta posibilidad habría que recordarles que, probablemente, Hitler y Stalin no violaron ninguna ley en 1939 cuando acordaron secretamente un "pacto de no agresión" para repartirse por mitades Polonia, desatar la Segunda Guerra Mundial y provocar la muerte de millones de inocentes. La responsabilidad política será o no judicializable, pero existe, y los argentinos tenemos el derecho de saber la verdad. Nisman estaba intentando demostrar eso. El juez Rafecas acaba de expresar su visión del caso.
Me permito excluir de toda sospecha de culpabilidad (no de responsabilidad) a la Presidenta en esta muerte, más allá de las desafortunadas comunicaciones escritas y televisivas a través de las cuales ella o sus subalternos han expresado sus contradictorias opiniones y han manchado el buen nombre y honor del fiscal.
Queda, casi en soledad, una hipótesis por explorar que puede ser vista a la luz de la coyuntura internacional. Los Estados Unidos están a punto de firmar un acuerdo en materia nuclear con Irán. Si así ocurriera, la UE, que tanto ha mediado en esta negociación, se sumaría inmediatamente. Rusia y China mantuvieron siempre relaciones cordiales con Irán. La mayoría republicana en el Congreso norteamericano se opone y votó nuevas sanciones contra Irán, que el presidente Obama acaba de vetar. Israel ha denunciado este acuerdo como una amenaza contra su seguridad nacional.
De seguir adelante exitosamente, se cerrarían 30 años de conflicto con Irán, se reanudarían relaciones diplomáticas, se desbloquearían cuentas, se levantarían los embargos comerciales y, pese a la caída del precio del petróleo, Irán podría exportar sin traba alguna su producto más abundante y valioso. Además, podría contribuir con tropas de tierra a la derrota del califato de EI.
Sintetizando, el instigador, autor intelectual o eventual ejecutor del asesinato del fiscal Nisman puede ser algún sector (no necesariamente un país) interesado en remover un posible obstáculo a la reinserción de Irán en la comunidad internacional o, por el contrario, otro que buscara generar un nuevo acto criminal para reabrir las objeciones a poner fin a las sanciones que pesan sobre ese país. Por este motivo, deberíamos solicitar cooperación a las naciones de alto desarrollo tecnológico que no estén directamente involucradas en el núcleo duro de estos acontecimientos.
Cuando hablo del núcleo duro me refiero a los Estados Unidos, Rusia, China, Israel e Irán (sin por eso atribuirles responsabilidad alguna) y a los países europeos, Brasil o Colombia como aquellos que pueden, en este caso, ayudarnos a desentrañar el misterio (sin descartar la posibilidad de un acto criminal meramente local).
No sirve desarrollar hipótesis abstractas o malintencionadas locales o internacionales. Mi propuesta tiende a limpiar el caso de toda especulación o prejuicio y centrarlo en la investigación criminal propiamente dicha.
Debería elegirse un fiscal especial que contara con un sólido apoyo interpartidario y los recursos humanos y materiales necesarios de tal forma que pudiera trabajar con total independencia, asistido por los mejores expertos locales e internacionales. Además, deberíamos cuidarlo, como no lo hicimos con Nisman. Demostrémonos a nosotros mismos y al mundo, que tanto descree de nuestras conductas, que podemos enfrentar este episodio con transparencia y eficacia dentro de la mayor legalidad.