La pintura, la mirada y el azar según Silvia Gurfein
Su muestra actual en el Macba invita a reflexionar sobre el sentido de pintar en el mundo contemporáneo y lo efímero de la imagen actual
Una muestra podría funcionar para los espectadores y para el artista como una reflexión sobre aquello que se ve en tiempo presente. No siempre pasa. Ante la multiplicación de imágenes, la pintura exige paciencia, contemplación, un vértigo lento. Deshacer, la exposición de trabajos de años recientes de Silvia Gurfein en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, ayuda a descifrar la poética de esta artista nacida en 1959 en Buenos Aires.
“Hace tiempo que en mi trabajo rondan una serie de preguntas sobre la mirada y también sobre la pintura –cuenta Gurfein–. En Deshacer se hacen visibles los interrogantes sobre el sentido de pintar en la contemporaneidad, la tensión entre la velocidad de la mirada necesaria para pensar la pintura y lo efímero de la imagen actual. Me propongo una suerte de pintura a ciegas, con la paradoja que conlleva. Un experimento, en el que el azar jugará un gran papel y hará el descarte necesario para el acierto.”
Cuestionar el ojo con el ojo
¿Cómo actúa el azar en sus obras? “Pongo en cuestión lo que es el ojo de un pintor”, dice. Una de las pinturas más radiantes de la muestra (las hay también sombrías) es Deleuze, donde un círculo rojo domina una tela dorada. De cerca, el círculo-ojo oculta un iris. Pentimento a medias, esa obra vigila el conjunto de la sala.
“Deshacer intenta rendir cuenta de algunas conexiones, relaciones, íntimas y no tan evidentes, entre trabajos de distintos momentos de mi producción y que tienen manifestaciones muy distintas a primera vista, hacer visibles los vínculos conceptuales, intuitivos y sensibles entre obras de apariencia disímiles”, señala. La colisión de esos tiempos e imágenes produce nuevos enfoques sobre su trabajo.
Hace tiempo que Gurfein investiga la representación del cielo nocturno en la historia de la pintura. Dos conjuntos de trabajos testimonian esa búsqueda. En ambos, capas y capas de óleo simulan una profundidad que, en el caso de La necesaria noche, es alterada por una constelación de pequeñas obras geométricas deliberadamente planas. Otro conjunto de tres telas de 2015 crea nebulosas sobre el fondo azul oscuro. De cerca se asemejan a espectros.
“Desde que tengo memoria, miro atentamente el cielo –cuenta la artista–. De modo directo y también a través de toda la tecnología disponible. Miro el cielo, particularmente las nebulosas, pero también miro el ojo que lo ve. Cuando cotejo ambas imágenes, observo que nebulosa e iris se parecen mucho.”
Una artista intelectual
Gurfein entrecruza la investigación científica con el amor a la literatura. Sus trabajos se apoyan en pesquisas astronómicas, botánicas y arqueológicas tanto como en escritos de Erri de Luca o Simone Weil. Una torre de libros apoyada sobre una tarima se convierte en obra: Todo el cielo en la tierra reúne las lecturas de la artista en una prueba de destreza coronada por un título de Georges Didi-Huberman: Supervivencia de las luciérnagas.
“Silvia Gurfein combina un aspecto de intelectual sólida, interesada en la literatura, la ciencia, las artes escénicas, con el de pintora intuitiva y seducida por lo visual –dice Nora Fisch, dueña de la galería que difunde la obra de Gurfein–. Desde lo formal, su obra aparece como abstracta; sin embargo, está fertilizada por una serie de ideas y reflexiones que la enriquecen. Es una abstracción llena de conceptos. Silvia tiene un toque sutil y un uso particular de la materia. Hay algo leve, pensado, inmaterial en su abordaje a la pintura.”
Ese aspecto se enriquece con su trabajo sobre el cuerpo como agente activo del arte: la impresión del ojo no es la del óleo, el parpadeo imita el brillo inalcanzable de las estrellas, los restos del trabajo del arte se pueden exhumar.
Deshacer presenta un conjunto de “sudarios”. En ellos, el óleo traspasa la tela porosa del lienzo y crea al dorso una segunda obra, una especie de “espalda” de la pintura. El montaje de esos trabajos, con motivos florales de un lado y espectrales del otro, fue tarea conjunta de Gurfein y de la curadora de las tres muestras que exhibe el Macba en el marco del ciclo “Ellas”.
Dice Mariana Rodríguez Iglesias: “Gurfein despliega una serie de hipótesis atomizadas vinculadas a la arqueología de la percepción. Esas hipótesis giran en torno a diversas posibilidades: de que el pasado pueda volver al presente, así como toda la historia del arte pueda estar contenida en el cuerpo del óleo; de la relación formal y, no obstante, estocástica entre el ojo y el universo; del espesor semántico de los restos materiales de nuestras acciones; en última instancia, de la posibilidad de construir sentido con lo que se deshace”.
Óleos, fragmentos de óleos convertidos en obras minúsculas, rompecabezas ópticos expuestos en vitrinas, objetos-libro, sudarios, “vapores” (un conjunto de pinturas literalmente “a ciegas”) y un video de tres minutos con fragmentos de la inolvidable película de Charles Laughton La noche del cazador configuran una de las muestras más estimulantes del invierno porteño. Se puede visitar hasta el 21 de agosto.