La patada a la escalera europea
"Paso a paso, la doctrina Reagan-Thatcher fue conquistando a Europa y congeló el sentimiento solidario que la caracterizaba." Esta sentencia que escuché de boca de Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea, conlleva un trasfondo claro: fracasaron los augurios optimistas de los impulsores del giro neoliberal europeo. Los resultados muestran hoy que, partiendo de una posición inicial en la cual las economías europeas mostraban diferencias y heterogeneidades, se incrementó la brecha que separa a las más avanzadas de las más rezagadas.
A principios de este siglo, el economista y teórico del desarrollo surcoreano Ha-Joon Chang planteó una provocadora metáfora para referirse a los países avanzados que, desde una posición de privilegio, impulsan la adopción de políticas neoliberales en las economías emergentes. Según Chang, al promover el neoliberalismo, estos países se comportan como aquellas personas que, tras subir los peldaños de una escalera y alcanzar una posición de privilegio, dan media vuelta y con una patada a la escalera impiden a otros seguir su camino.
Esta metáfora, que a principios de 2000 se proponía cuestionar el sistema de reglas internacionales imperante, alcanzó hoy una sugestiva validez para analizar la situación de Europa. Sea para la conveniencia de algunos o por mera obstinación ideológica, lo cierto es que la ideología neoliberal funcionó en los hechos como una patada a la escalera, afectando las posibilidades de las economías de la periferia europea para acercarse a las más avanzadas, y terminó por amenazar la viabilidad misma del proceso de integración.
La histórica centralidad de la Unión Europea en el sistema económico mundial contrasta hoy con la creciente utilización de las nociones de Centro y Periferia para describir la situación interna de la región.
Las reglas y el diseño institucional establecidos a partir del Tratado de Maastricht y la unificación de la moneda confiaron en las fuerzas reguladoras del mercado para corregir las asimetrías existentes en la geografía europea, a la vez que minimizaron las posibilidades de una intervención compensadora. El resultado: países ganadores y países perdedores dentro de la Unión.
Atrás quedó el espíritu de aquellos "Fondos de Cohesión" que concretaron transferencias amplias de fondos a las economías más débiles para atenuar las asimetrías del punto de partida. La pérdida de la soberanía monetaria y los esquemas de control, que limitaron a los Estados nacionales en su capacidad de intervenir, dejaron sin instrumentos a las autoridades de los países de la Europa periférica para modificar patrones de crecimiento pernicioso.
El estallido de la crisis internacional puso en evidencia buena parte de las falencias regulatorias del actual esquema europeo. El enfoque de austeridad utilizado para lidiar con la crisis de las economías periféricas refleja un debate en el que la necesidad de reformas no estuvo acompañada de una revisión crítica de las ideas que dieron paso a la crisis. Por el contrario, sus resultantes tendieron a profundizar el esquema anterior. La ideología neoliberal que domina a Europa sobrevivió sorprendentemente a su propia crisis.
El camino hacia un proceso de integración requerirá fuertes transformaciones. La historia grande de la integración europea, la que cautivó a generaciones de todo el mundo armonizando las promesas del socialismo con los beneficios de la democracia, permitiendo desplegar la vitalidad de la economía de mercado, pero balanceada en sus consecuencias por políticas sociales activas e inclusivas, reclama volver a escena. Este año será clave para la Unión Europea. El debate está abierto.
El autor es embajador de la Argentina en Portugal; escribió Diálogos sobre Europa
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