La paradoja de los Estados Unidos
PARIS.- CON el término de la Guerra Fría, los Estados Unidos debían comenzar una simplificación a largo plazo de fuerzas y compromisos en el exterior. La Guerra Fría fue un período de crisis que requería medidas de excepción. Al llegar a su fin, un cambio fundamental se operó en la geopolítica de la sociedad internacional, y eso determinó la conveniencia de una respuesta seria por parte de Washington. Esa respuesta no se dio debido a la confusión que acompañó un cambio tan drástico y en virtud de que deshacer los compromisos y renunciar al poderío simplemente no coincidía con los intereses burocráticos de la política exterior de los Estados Unidos. En la esfera ejecutiva, tanto de Washington como del Congreso, se había considerado sumamente placentero el ejercicio del poder.
La Guerra del Golfo inauguró así una nueva concepción norteamericana del mundo. Sin embargo, aunque haya una indudable complacencia popular en el hecho de ser la única superpotencia, el público fue consciente, asimismo, de las desventajas, motivo por el cual, para irritación de la comunidad política, desde 1989, se ha resistido a dar su apoyo a toda iniciativa internacional que implique costos o riesgos.
La racionalización y defensa de la presencia mundial de los Estados Unidos se han convertido así en una preocupación fundamental para los directores de la política norteamericana, cuyo discurso insiste en la necesidad de "explicar al pueblo de los Estados Unidos y a sus representantes que una política exterior de liderazgo es la mejor inversión de seguridad, prosperidad y libertad que podemos hacer". Tales fueron las atinadas observaciones recientes de la secretaria de Estado Madeleine Albright, que concluyó diciendo que "la tarea nunca se ha terminado".
La tarea no tiene fin porque la expansión global del poderío de los Estados Unidos se ha revelado como un obstáculo para el éxito de su política exterior. Se trata de un problema general tácito de las relaciones exteriores norteamericanas en la posguerra fría. Los Estados Unidos se ven obligados a ejercer el poderío mundial en beneficio de la estabilidad internacional, pero su misma presencia global, por sí sola, es motivo de inestabilidad.
Recursos políticos y militares
El Medio Oriente se ha revelado como uno de los casos más visibles de esta situación. Los Estados Unidos despliegan inmensos recursos políticos y militares en la región con el fin, se dice, de proteger los recursos petroleros. La guerra no declarada que se libra actualmente contra Irak y su régimen; el compromiso norteamericano en el Golfo y en Arabia Saudita; el boicot de dos décadas a Irán; la campaña de Washington contra el terrorismo y sus esfuerzos por tratar con el terrorismo como si fuese susceptible de borrar del mapa con bombas (ya que Washington sabe cómo bombardear, pero no cómo tratar con el terrorismo). Todo ello está relacionado con "asegurar" el petróleo del Medio Oriente.
Pero el petróleo del Medio Oriente no necesita que lo aseguren, puesto que no se va a ir de ahí. La posición de las compañías petroleras de los Estados Unidos quizá necesite que se las asegure, pero ésa es otra cuestión. En realidad, no tiene mucha importancia quién sea el dueño del petróleo porque los que lo tengan estarán obligados a venderlo a los que quieran comprarlo, a un precio que el comprador considere más conveniente que comprarlo a otras fuentes (o sustituirlo por otra forma de energía).
El persistente bombardeo de Irak y los intentos de derribar su gobierno; el estacionamiento de fuerzas norteamericanas "infieles" en el mismo país como en sitios sagrados del islam; la virtual injerencia en la política de los gobiernos de Arabia Saudita y de otros países árabes; el intento de llevar a cabo una guerra en toda la región contra un fundamentalismo islámico que Washington apenas comprende y, por supuesto, el apoyo prácticamente incondicional a Israel... todo eso tiene efectos desestabilizadores. Las consecuencias en Arabia Saudita podrían ser las mismas que resultaron de idéntica política de los Estados Unidos practicada hace 20 años en el Irán el sha.
En el pasado, la Guerra Fría dio a la política exterior un propósito y disciplina. Había razonables argumentos estratégicos para esos despliegues en escala internacional, por más controvertibles que fueran en muchos casos. En la actualidad, una finalidad estratégica habrá que inventarla de nuevo, a despecho de cuanto se alega acerca de los Estados Unidos como la única superpotencia empeñada en extender la democracia, la economía libre y hasta lo de la "hegemonía benevolente". La comunidad de gobierno y política exterior no ha producido una concepción estratégica intelectualmente convincente en la cual sustentar las políticas de los Estados Unidos.
El "liderazgo y el compromiso", ¿qué es lo que han de realizar y cómo? Esta es una cuestión muy seria, pues significa que la política norteamericana está actualmente fuera de control.
Se lleva a cabo por inercia o según el momento. Así, la OTAN está siendo expandida, pero sus objetivos nebulosos y su competencia disminuida por amenazas sin desenlace. Los Estados Unidos garantizan a Japón (que tiene el segundo presupuesto militar del mundo) contra China (y Corea del Norte), mientras parece garantizar a China contra el Japón, y contra Rusia igualmente.
Ahora, los Estados Unidos se proponen abastecer a Japón, Corea del Sur y posiblemente a Taiwan con sistemas de defensa contra misiles. ¿Cuál es la finalidad de todo esto? Debatir estos asuntos no ha de cambiar nada por el momento. La cuestión no es algo que valga la pena discutir, porque dentro de otra década este enorme despliegue norteamericano, políticamente oneroso y cada vez más vacío de sentido, corre el riesgo de convertirse en motivo de alarma internacional..., y los Estados Unidos, en objeto de preocupación geopolítica en todo el mundo.
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