La pandemia y el pensamiento único
El 7 de mayo de 2020, Darío Aranda tituló una nota en La Vaca: “¿La pandemia del pensamiento único?”. Nuestra respuesta hoy es un rotundo “sí”.
Para graficarlo, podemos citar textualmente dos correos electrónicos que YouTube hizo llegar al colectivo que pertenecemos, Epidemiólogos Argentinos Metadiciplinarios. En uno de ellos, para comunicar el retiro de un video, señala que, tras revisar su contenido, “determinó que infringe la política sobre información médica errónea”. Y añade: “Por ello, quitamos el siguiente contenido de YouTube: Luis Marcelo Martínez, Javier Sciuto, Leonardo G. Bayona J. L. Gettor medicina basada en la obediencia. Nuestro compromiso es que YouTube sea un lugar seguro para todos. En YouTube se prohíbe todo contenido en el que se cuestione explícitamente la eficacia de las recomendaciones de las autoridades de salud locales o de la OMS”.
El 13 de abril, nos hizo llegar otro mensaje, que dice así: “Revisamos tu contenido y encontramos infracciones graves o reiteradas de los Lineamientos de la Comunidad. Por ello, quitamos tu canal de YouTube. En el futuro, no podrás acceder a otros canales de YouTube, tenerlos ni crearlos”.
Por otra parte, en una nota de Chequeado del 16 de abril, se asegura: “son falsas varias afirmaciones de Epidemiólogos Argentinos. Circula en redes sociales un video viral en el cual los médicos Pedro Moreno (aclaramos que el dato es incorrecto, no soy médico) y Matelda Lisdero conversan con la influencer Ivana Nadal”.
Cabe recordar, al respecto, la recomendación hecha en el simulacro de pandemia de coronavirus del 18 de octubre de 2019 (https://www.centerforhealthsecurity.org/event201/): “Los gobiernos necesitarán asociarse con empresas de redes sociales y tradicionales para investigar y desarrollar enfoques ágiles para contrarrestar la desinformación. Esto requerirá desarrollar la capacidad de inundar los medios con información rápida, precisa y consistente. Los organismos nacionales de salud pública deberían trabajar en estrecha colaboración con la OMS para crear la capacidad de desarrollar y difundir rápidamente mensajes sanitarios coherentes. Las empresas de medios deberían comprometerse a garantizar que se dé prioridad a los mensajes autorizados y que se supriman los mensajes falsos, incluso mediante el uso de la tecnología”.
Este texto del “Evento 201” se está cumpliendo al pie de la letra. A partir de la declaración de pandemia de la OMS y la emergencia sanitaria, en la mayoría de los países se ha instaurado un relato oficial hegemónico. Esta narrativa es diseñada por los estamentos gubernamentales, fundamentada supuestamente por “la ciencia”, como si de pronto ésta tuviera una sola versión sobre un fenómeno, y que es difundida constantemente por los medios. El médico, comunicador o ciudadano que la contradiga es catalogado de negacionista o conspirativo. Algunos son atacados, perseguidos e incluso amenazados. Estas personas casi no tienen espacio en medios masivos, y si se las menciona es para ridiculizarlas. Rotular de “falsa” a las publicaciones en las redes sociales o directamente eliminarlas es moneda corriente. Funcionarios y asesores ignoran o fustigan a quien se atreva a objetar sus políticas sanitarias, argumentando que quien no acepta las restricciones (claramente inconstitucionales) es irresponsable, insolidario y hasta asesino.
La ciencia se desarrolla en base a preguntas y borradores de respuestas, tesis y refutaciones, estudios publicados que pueden contraponerse entre sí, cada uno con su respectiva revisión de pares, etc. En síntesis, la investigación científica es sinónimo de debate continuo. Sin embargo, esto es lo que brilla por su ausencia desde comienzos del año pasado.
En agosto, Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios propuso al Congreso, sin éxito, un debate científico entre sus médicos y los expertos del gobierno. Antes se le envió una carta al Presidente para ofrecerle su experiencia y hacerle 16 preguntas, que nunca respondió. La primera era: ¿por qué se instrumentó una cuarentena para individuos sanos cuando no hay registro de tal restricción en la historia de la humanidad? El Consejo de Médicos de Córdoba le suspendió la matrícula a un doctor por expedirse sobre la situación actual. ¡Como si algunos médicos tuvieran permiso para hablar y otros no! Casualmente, muchos de los “vedados” son profesionales de trayectoria internacional y probada honestidad que disienten con el discurso monopolizador.
Referirse a un error o falsedad en el campo científico, como si alguien pudiera atribuirse la facultad de determinarlo en forma tajante, es sin duda improcedente. Ahora, recurrir al término “desinformación” implicaría hacer una suerte de acusación. Desinformación significa “acción y efecto de desinformar”, y desinformar, “dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”. Chequeado utilizó este lenguaje en una nota del 23/9/20 (tal cual lo hicieron los organizadores del Evento 201), al señalar: “¿Quiénes son los “Médicos por la Verdad” y los “Epidemiólogos Argentinos”, grupos que difunden desinformaciones sobre el coronavirus? Se oponen al uso de barbijos y al “aislamiento de los sanos”, y apoyan la “inmunidad de rebaño”. Cuestionan la especificidad de las pruebas PCR, critican la potencial vacunación masiva de las vacunas disponibles para el coronavirus”.
También se suele desacreditar a los “díscolos” tomando el prefijo ‘anti’ para etiquetarlos con una sola palabra: anticuarentena, antivacuna, etc. Claro que quienes reciben estos motes no se les da la oportunidad de exponer sus posturas, en un persistente esfuerzo por mantener blindada la uniformidad comunicacional. YouTube considera que uno se siente seguro y protegido si nos muestran solamente la posición de la OMS y autoridades sanitarias locales. ¡No sea cosa que nos confundamos si escuchamos otras opiniones médicas! En realidad, ellos mismos a veces se encargan de desorientarnos con sus “mensajes autorizados”, en los que la irracionalidad y la contradicción son frecuentes.
Hasta hace poco se daba por sentado que la ciencia tenía a la duda permanente y el respeto entre colegas como ingredientes indispensables, que los medios de comunicación debían abrirse con ecuanimidad a la pluralidad de voces y cuestionar rigurosamente al poder, mientras que a los Estados les correspondía la función de garantizar la libertad de expresión y promoverla en el sector público. ¡No legitimemos los recientes retrocesos en aspectos tan esenciales y ocupémonos de recuperar el terreno perdido sin más demoras!