La pandemia, la lucha por el relato y el avance de Cristina Kirchner
En los últimos días hemos asistido a indicios del aparente final de una etapa de cooperación entre el oficialismo y la oposición en el combate contra la propagación del coronavirus, y al inicio de una lucha por imponer un relato para este particular tiempo de pandemia. Paralelamente, el cristinismo avanzó varios casilleros de la mano de dos iniciativas que profundizaron la grieta, tales como el impuesto a las grandes fortunas y la idea de que el Estado obtenga participación en el capital de aquellas empresas a las que asiste en la presente crisis.
Surgieron de pronto referentes del kirchnerismo, en particular de la provincia de Buenos Aires, resueltos a encontrar un culpable del aumento de casos de Covid-19 que se vienen registrando. Y su blanco fue el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Se adelantaron así a la muy probable explosión de contagios de coronavirus en las zonas más vulnerables del conurbano, a semajanza de lo que están viviendo las principales villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires.
Aunque el alcalde porteño y Axel Kicillof limaron asperezas a partir de su encuentro de anteanoche con el presidente Alberto Fernández en Olivos y el gobernador bonaerense relativizó cualquier entredicho, quedarán por bastante tiempo en la memoria de muchos las críticas del ministro de Salud provincial, Daniel Gollán, quien acusó al gobierno de Rodríguez Larreta de "irradiar" el virus, y las de varios intendentes, como Mayra Mendoza (Quilmes), calificando la flexibilización de la cuarentena en la ciudad de Buenos Aires como una "irresponsabilidad", o Mario Secco (Ensenada), pidiéndole a Rodríguez Larreta que "se deje de joder" con la apertura de actividades en la Capital.
Si bien estos ataques al jefe de gobierno porteño podrían ser vistos como un anticipo de la disputa presidencial de 2023 –una carrera en la que Rodríguez Larreta pica en punta dentro de la oposición–, también son reveladores de una pugna por imponer un particular relato que seguirá sembrando divisiones en la sociedad argentina.
Se trata de un discurso en sintonía con el chascarrillo de que a la enfermedad la trajeron al país los "chetos" que gastan su dinero viajando por el mundo. Un mensaje progrieta afín con la idea de que la pandemia actual asume las características de una plaga que, como en otras eras de la historia de la humanidad, es atribuible a un castigo de Dios por ciertas conductas pecaminosas.
El relato se enlaza con una ofensiva contra quienes más tienen y se advierte especialmente en la explotación política que desde sectores de la coalición gobernante se pretendió hacer sobre recientes muertes por coronavirus en la villa 31, en el barrio porteño de Retiro. La titular del Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), Victoria Donda, se refirió recientemente al gobierno de Rodríguez Larreta como "una gestión clasista", al tiempo que habló de "racismo estructural que provoca muertes como las de Ramona Medina", referente social de ese barrio.
De acuerdo con sectores del cristinismo, la solución a los males que enuncia aquel relato pasaría por el impuesto a las grandes fortunas, iniciativa que avanzó días atrás luego de un encuentro en el que Alberto Fernández respaldó a los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller, quienes impulsan ese proyecto que sería enviado al Congreso en las próximas semanas y con el que esperan recaudar, según sus particulares cálculos, unos 3000 millones de dólares.
En este contexto, se aprecia un incremento gradual, sin prisa pero sin pausa, de la influencia del cristinismo en aspectos económicos de la gestión del gobierno nacional.
Uno de los datos más llamativos fue escuchar a uno de los hombres de más estrecha confianza del Presidente, como el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, calificar de "realmente interesante" la propuesta de la diputada nacional kirchnerista Fernanda Vallejos para que el Estado tenga participación accionaria en aquellas empresas a las que asiste para pagar sueldos durante estos críticos momentos.
La idea de la legisladora –quien un año atrás había sido elegida personalmente por Cristina Kirchner como cabeza de la lista de diputados por el distrito bonaerense– provocó duros cruces de opiniones entre el oficialismo y la oposición, además de un claro rechazo por parte de empresarios.
Su iniciativa, que hasta ahora no se traduce en proyecto de ley alguno, fue relativizada por algunos de los propios diputados del bloque oficialista. Sin embargo, un mensaje de Fernanda Vallejos en Twitter provocó más inquietud: "El otro día les comentaba la anécdota de (Franklin) Roosevelt con los gremialistas que, en una reunión, le estaban exigiendo reivindicaciones laborales. Al final, Roosevelt se levanta y les dice: Está bien. Estoy de acuerdo con esas medidas. Ahora salgan a la calle y oblíguenme a tomarlas".
La lógica de iniciativas como la de la diputada Vallejos y como la del llamado "impuesto a los ricos", que se superpone con el tributo sobre los bienes personales, consagra el principio de que quien ahorra e invierte pierde. Y pierde mucho más aún si declara religiosamente sus bienes al fisco.
Se le atribuye a Albert Einstein haber afirmado que "intentar redistribuir la riqueza eliminando las fortunas es tan absurdo como eliminar a los genios para que la gente sea más inteligente". Es probable que Einstein nunca la haya expresado, pero no deja de ser reveladora de los errores del populismo.
Castigar con más impuestos a los únicos que podrían estar en condiciones de invertir capital en inversiones productivas, en lugar de incentivarlos a hacerlo, solo estimulará un círculo vicioso dado por cada vez menos argentinos que generen riqueza y cada vez más gente que pretenda consumirla.