La pandemia, el discurso único y la violencia
La generalización de una epidemia suele provocar consecuencias inesperadas en la sociedad y en las conductas de las personas. También produce otros efectos que no dejan de causar inquietud en cuanto hacen al proceder colectivo, algo que debe preocupar sobre todo a los Estados que tienen la misión de garantizar la seguridad individual y el orden público. Inicialmente, parecía que el mundo había entrado en una era de paz y que la marcha ascendente de los conflictos políticos, religiosos, sociales y geopolíticos se había detenido. Ahora se ve claro que esa primera impresión era tan falsa como ingenua, al prescindir de las influencias que rodean a la condición humana, particularmente del fenómeno de las masas.
En poco tiempo comenzaron a desatarse protestas violentas con motivo de la muerte de un hombre de raza negra por parte de la policía norteamericana, provocada por sus discutibles métodos antimotines, despertando un conflicto racial que, aunque latente, parecía haberse superado. Esa situación sirvió como pretexto para extender la violencia a diversos lugares de Europa, provocando desmanes que afectaron monumentos que simbolizaban ideas contrarias a quienes se manifestaban en forma violenta.
Se habla de un derecho a la protesta confundiendo la facultad de la población de realizar manifestaciones públicas con el derecho a destrozar los bienes del Estado como lo han demostrado, durante el anterior gobierno, los diversos grupos provistos de martillos, palos y piedras que prácticamente devastaron el patrimonio común de la Plaza del Congreso ante la pasividad de la policía, cuyo personal resultó con heridas de consideración
Modernamente, se habla de un derecho a la protesta confundiendo la facultad de la población de realizar manifestaciones públicas con el derecho a destrozar los bienes del Estado como lo han demostrado, durante el anterior gobierno, los diversos grupos provistos de martillos, palos y piedras que prácticamente devastaron el patrimonio común de la Plaza del Congreso ante la pasividad de la policía, cuyo personal resultó con heridas de consideración. Esos mismos grupos atacaron recientemente instalaciones de la Gendarmería, uno de los baluartes del orden público. ¿Acaso la protesta incluye el derecho a lesionar a los agentes policiales que están cumpliendo con su deber? ¿El mantenimiento del orden público no constituye un deber del Estado?
Estas y otras preguntas de parecido tenor no tienen respuesta en un escenario político social en el que lucha por imponerse el radicalismo antidemocrático de la izquierda revolucionaria y es evidente que, mientras la comunidad tarda en darse cuenta del grave peligro que corre, más tiempo tendrá esa ideología para ejercer su hegemonía en la sociedad.
Nada debe quedar de los valores de la civilización democrática y Dios ha muerto (Nietzsche). La vida carece de sentido para el hombre como individuo y solo importan el ser colectivo y la multitud, y en esta se encuentra la causa del poder. El combate por el poder es agonal y se plantea bajo la lógica amigo-enemigo, justificándose hasta la violencia y el asesinato. Para colmo de males se difunde la versión de que la separación de poderes es un mito creado para beneficiar al capitalismo y a los empresarios privados. El derrumbe de los principios democráticos debe ser total para que renazca el hombre sometido a la esclavitud de sus nuevos amos políticos que impulsan un decisionismo a ultranza en el que solo manda la voluntad de su líder carismático y omnipotente en medio del fenómeno de las masas, cuya peligrosidad social es captada por personajes sin escrúpulos éticos ni democráticos.
El hombre masa es fanático e impermeable a cualquier razonamiento que provenga de fuera del grupo de pertenencia. Bajo la dirección de un conductor, su accionar suele ser violento y cargado de odio hacia los objetos e ideas que le insuflan, y se halla fácilmente sujeto a la manipulación y al soborno, dispuesto a participar en fuerzas de choque organizadas en cuadros combatientes capaces de toda clase de tropelías, especializados en atacar a la policía y arrojar explosivos, entre los distintos y variados métodos de acción directa revolucionaria, que buscan sembrar y esparcir el miedo y el terror en la población. El hombre masa es la contracara del hombre rebelde de Camus, cuya rebelión es pacífica y siempre en defensa de la dignidad humana y sus libertades esenciales, sin predicar el mal ni el crimen político.
La pandemia, para los extremistas de la izquierda radicalizada, es una oportunidad histórica que van a intentar aprovechar. Los gobiernos y aun los dirigentes opositores debieran prepararse para enfrentar una batalla que busca aniquilar a la sociedad democrática, sobre todo el pluralismo y la diversidad, que son su savia vivificante. La ideología decisionista y falsamente igualitaria que pretende imponerse al orden democrático exhibe notas comunes enraizadas en la filosofía y la praxis que armó Gramsci, al propiciar la unidad entre la burguesía, el proletariado y los intelectuales para que triunfara una ideología posmarxista superadora de la lucha de clases. ¿Cuáles son las notas comunes que caracterizan a los regímenes antidemocráticos gobernados por el populismo posmarxista radicalizado?
Su filosofía se asienta, en primer término, tal como lo advirtió tempranamente Maritain, en la concepción de la persona humana como ser exclusivamente de naturaleza colectiva. El adoctrinamiento hace que el militante actúe como un autómata dirigido por un líder que le marca los pasos que debe y puede dar para poder caminar en la sociedad. A su vez, esa naturaleza colectiva conduce a la necesidad de unificar el discurso para que todos piensen igual que los integrantes del partido o movimiento que ejerce el gobierno. Lo peor del discurso único es que llega a legitimar la violencia política e incluso el asesinato en pos de los ideales revolucionarios (Foucault). Este es el mayor peligro que pueden generar la pandemia y su evolución posterior, porque cuando ella finalice, la economía estará deshecha y habrá un conjunto apreciable de resentimientos sociales acumulados que pueden canalizar una dosis considerable de violencia. En este sentido, los estudios efectuados sobre las masas, ya sea que estas se integren por las clases medias o por las escalas más bajas de la sociedad, demuestran que reaccionan en forma violenta, pues el hombre, en medio de la masa, pierde su identidad y conciencia individual, y es capaz de las más horrendas violaciones de los derechos sobre la vida y los bienes de las personas.
El discurso único, que activa la grieta social, lejos de ayudar a solucionar la crisis representa una complicación adicional. En cambio, el espíritu de tolerancia, respetuoso de las diversidades políticas y sociales, es el verdadero camino que hay que seguir para superar los males que ocasionará la pandemia. Muchos de nuestros conciudadanos sueñan y esperan. En un mundo imaginario puede llegar a pensarse que se trata de sueños que traducen la realización de una esperanza común. La esperanza de que, como alguna vez ha surgido de la propia voz del oficialismo, prevalezca la tendencia que, en definitiva, contribuya a lograr la armonía social y la superación de la grieta que nos divide, sepultando los rencores del pasado mediante la paz y la reconciliación.
Miembro de la Academia de Derecho de Buenos Aires y de las Reales Academias de Ciencias Morales y Políticas y de Jurisprudencia y Legislación de Madrid