La palabra no vale nada
Héctor Daer trata de explicarlo como si todo estuviera ocurriendo en un contexto normal. Pero este es un país difícil. Cuando le preguntan qué lo llevó a participar, hace dos martes, de un Zoom con empresarios por el que todavía recibe críticas en el kirchnerismo y en la propia CGT, contesta que ellos, los dirigentes sindicales, suelen reunirse con todos. Lo hace hasta sorprendido ante tanto revuelo. El tema es sensible para el Gobierno. Por los nombres y la entidad en cuestión: la Asociación Empresaria Argentina. "Te fuiste a juntar con los empresarios de Macri", le recriminó un funcionario con quien el líder de la sanidad intentaba en estos días hacer catarsis.
La Argentina ha entrado en la lógica del Instituto Patria. Aquel contacto virtual entre la CGT y referentes del establishment económico como Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Luis Pagani, Marcos Galperin, Alejandro Bulgheroni, Sebastián Bagó, Cristiano Rattazzi o Eduardo Elsztain, algo que en cualquier parte del mundo sería visto como un simple encuentro entre dueños de compañías y representantes de trabajadores preocupados por el Covid y la cuarentena, desencadenó aquí pedidos de explicaciones. Y es probable que, en adelante, incida en el modo de relacionarse de unos con otros. Ya trajo, por lo pronto, una baja en AEA: disconforme hace tiempo con muchos de sus pares, el textil Teddy Karagozian abandonó esta semana la entidad.
"El diálogo político y el diálogo democrático se ejercen, no se declaman. Y este es un gobierno que lo ejerce", les dijo Santiago Cafiero anteayer a los diputados
Es el modo en que el país ha decidido atravesar una crisis que los analistas anticipan como la peor de la historia. Y a pesar de los esfuerzos discursivos de la Casa Rosada. "El diálogo político y el diálogo democrático se ejercen, no se declaman. Y este es un gobierno que lo ejerce", les dijo Santiago Cafiero anteayer a los diputados. Era el prólogo de una exhortación a terminar con el "odio" y a "no entrar en la adjetivación" que, minutos después, incluyó ironías, cuestionamientos y adjetivos para el gobierno anterior. Los opositores reaccionaron más duro. Waldo Wolff, por ejemplo, le recordó la reticencia de Cristina Kirchner a entregarle el bastón presidencial a Macri, los retuits de Alberto Fernández críticos con periodistas y los incidentes por la reforma previsional de diciembre de 2017. "Tranquilo, nosotros nunca vamos a tirar piedras", terminó.
Lasalida de la cuarentena viene con sobresaltos. Los empresarios se sorprenden además por el orden de prioridades de la agenda, donde la reforma de la Justicia parece estar desplazando cuestiones como la economía y la inseguridad. Anteayer, en Zoom con el ministro Matías Kulfas, ejecutivos de la Amcham, cámara de empresas norteamericanas en el país, intentaron saber cuándo se lanzarían las 60 medidas con que el Gobierno quiere encarar la nueva etapa. No tuvieron éxito: la respuesta fue que esos tiempos le correspondían a Alberto Fernández.
La reforma en la Justicia no solo insume parte de la energía que el Gobierno podría estar destinando a otras urgencias. Algunos empresarios advierten además que el modo en que se dio a conocer, en simultáneo con la comisión para cambiar la cantidad de miembros de la Corte, expone al Presidente a un desgaste adicional: debe explicar una medida con la que estaba en desacuerdo y, peor, los motivos por los que es importante incluir en ese grupo de notables al abogado de Cristina Kirchner.
Ese costo político es difícil de calcular. Pero se da en medio de una recesión sin precedente y ante una sociedad cansada de la cuarentena y, en algunos sectores, descreída de las justificaciones de la reforma. Incluso si el proyecto tuviera razones atendibles o estuviera en manos de los mejores juristas, las circunstancias en que aparece dan argumentos a quienes solo ven un ardid para alterar el curso de las causas de la expresidenta. En su ensayo Del espíritu de las leyes, Montesquieu advierte sobre la necesidad de que coincidan la letra y las intenciones. "Cuando los principios del gobierno se corrompen, las mejores leyes se transforman en malas y se vuelven contra el Estado", dice, y lo grafica con una cita de Epicuro: "No es el licor lo que está corrompido, sino el vaso".
Pero son cuestiones que competen solo al Presidente; en el kirchnerismo no son tan cuidadosos de la estética. Al contrario, hay allí quienes parecen estar celebrando este espectáculo de contrastes que muestra a una jefa fiel a sí misma e implacable en la conducción y, al mismo tiempo, al gestor del proyecto obligado a explicar contradicciones que, después de todo, según la lógica militante, siempre representó. Una visión no exenta de prejuicios y desconfianza: Alberto Fernández fue siempre para el Instituto Patria alguien de buena relación con el establishment.
Este escenario sería de por sí riesgoso sin Covid; en medio de la pandemia, orilla la perversión. Los empresarios se agarran la cabeza. Empiezan a advertir, además, que la cuarentena será más extensa de lo que esperaban y que la última etapa llegará sin señales de recuperación y menos asistencia estatal. Hay problemas que el virus postergó, pero que siguen ahí. ¿No es entonces un buen momento para pensar en un acuerdo entre todos los sectores?, se preguntan.
Pero los ensayos de diálogo no solo reciben objeciones como el Zoom de AEA, sino que la mecánica misma del proceso viene socavando la autoridad de quienes deberían ser los convocantes. Le pasó a Gustavo Beliz con la puesta en escena del 9 de Julio, refutada por la expresidenta tres días después en Twitter. ¿Qué sentido podría tener para el establishment cualquier invitación de la que no participara ella o, al menos, Máximo Kirchner? O, más concreto: ¿cuánto significa el aval de un presidente que les dice en Olivos que no tiene problemas con ninguna compañía cinco días antes de anunciar el proyecto para expropiar Vicentin –desactivado ayer mediante un decreto– o, en general, la opinión de funcionarios que arrancan una conversación con conceptos que, minutos después, viran hacia lo opuesto y con idéntico énfasis? Amcham celebró anteayer un concepto de Kulfas: el intervencionismo en la economía no será eterno, sino una transición hasta renegociar la deuda y recomponer reservas del Banco Central. ¿Es lo que piensan todos en el Gobierno?
Para una administración que no lleva un año y que debe enfrentar una elección legislativa en poco meses, el enigma excede el mundo de los negocios: hay una sociedad que, desde hace tiempo, les endilga a las palabras el valor de nada. Es cierto que todo es nuevo en la pandemia y que el tiempo dirá qué significa en el contrato social este déficit. Si es determinante o si, de tan hastiada, la sociedad ya vació de convicciones el paisaje. Como pasa en Utopía, la obra de Thomas Moore, con los zapoletas, aquella tribu de guerreros profesionales siempre dispuestos a pelear en cualquier trinchera e incluso a cruzarse de bando según las condiciones. El autor les reconoce al menos destreza: "Luchan acremente y con incorruptible fidelidad por aquellos a cuyo sueldo están".