La palabra es salud
Uno de los rasgos distintivos de los seres humanos es la capacidad de lenguaje. ¿Cómo se manifiesta esto en las primerísimas etapas de vida? Nacemos con una sensibilidad especial para procesar lenguaje. En comparación con cualquier otro estímulo auditivo, los bebés muestran una preferencia particular por este. ¿Qué hace que los sonidos del habla humana sean tan especiales para los recién nacidos? Diversos estudios han constatado que existe una prominencia "social" de estos sonidos: reconocerlos de manera temprana facilita la interacción con los padres y, por lo tanto, la supervivencia del niño.
Se ha demostrado que los bebés son capaces de reconocer desde muy temprana edad el uso referencial del lenguaje, es decir, la capacidad de las palabras para denominar cosas. Investigadores del prestigioso Centro de Estudios Avanzados de Italia (SISSA) realizaron en 2015 un estudio con bebés de cinco meses a quienes les mostraron videos de personas que pronunciaban palabras y no-palabras (sonidos auditivos sin ningún significado), y luego, dirigían su mirada hacia un costado donde aparecía un objeto preciso. Los investigadores observaron que los bebés podían anticipar la aparición de esos elementos solo cuando las personas decían palabras. Esto sugiere que los bebés tempranamente tienen algún conocimiento de que el lenguaje implica una relación entre las palabras y el mundo físico que lo rodea.
Los recién nacidos son también más perceptivos a los patrones estadísticos y prosódicos (pronunciación, acentuación) del lenguaje que los adultos. La exposición a la lengua en el primer año de vida influye en los circuitos neuronales del cerebro incluso antes de que los niños hablen sus primeras palabras. Los bebés de seis meses son capaces de discriminar diferencias entre fonemas (unidad fonológica mínima) de todos los idiomas. Sin embargo, entre los ocho y los diez meses de edad esta capacidad se ajusta en función de la frecuencia de distribución de los sonidos en el lenguaje que los niños oyen. Patricia Kuhl y sus colaboradores de la Universidad de Washington encontraron que a la edad de seis meses, bebés cuya lengua materna era el inglés y bebés cuya lengua materna era el chino eran igual de capaces en distinguir los fonemas "r" y "l" (de uso corriente en el idioma inglés). Sin embargo, a los ocho meses esta habilidad era notoriamente inferior en los bebés chinos en comparación con los bebés estadounidenses expuestos al inglés. En un estudio posterior se expuso a bebés chinos a que interactuaran con hablantes nativos de inglés por un período de tiempo determinado. Luego de ello, la capacidad de discriminar los fonemas típicos de inglés en estos bebés se igualó a la de los bebés que tenían inglés como lengua primera.
Todos estos estudios reflejan la importancia de la comunicación verbal de los padres hacia los bebés desde los primeros días. Los bebés pueden entender mucho más de lo que creemos y esta comunicación ayuda además a mejorar su atención, facilitar la adquisición del lenguaje y el entendimiento del mundo que nos rodea.