La palabra con “a”
“Bienvenidas a esta charla”, dice el orador. Un hombre sentado en la primera fila del auditorio responde en voz bien alta: “También estoy yo, ¿acaso no soy bienvenido?”
Es una pregunta muy lógica, ¿pero si fuera a la inversa? “Bienvenidos a la charla”, dice el orador. Si hubiera una mujer sentada en la primera fila, ¿se sentiría incluida en ese saludo? Seguramente, sí. Porque la historia marcó la prevalencia masculina en el ámbito público y la lengua -espejo de costumbres- lo reflejó. Las palabras con “a” quedaron relegadas.
Vientos de cambio. ¿Quién hubiera imaginado hace 200 años que “médico” podría ser una mujer? Sin embargo, de a poco, llegaron las médicas para mostrar otra cara en la salud… y en la palabra.
¿Quién hubiera pensado hace 50 años que una empresa podría ser dirigida por una mujer? Y aparecieron las gerentas, para mostrar otra forma de liderazgo.
Ahora bien, ¿tiene sentido que “gerenta” reemplace a “gerente” cuando el cargo lo ocupa una mujer? ¿Acaso la “e” no incluye a todos los géneros”? Entonces, aparece una pregunta que pareciera no haberse hecho antes. ¿Por qué “sirvienta” reemplazó a “sirviente”? ¿Acaso la “e” no era inclusiva?
Las palabras son el reflejo de la realidad, si esta cambia, ¿por qué no deberíamos seguirla? Y, más aún, ¿por qué no debería potenciar esos cambios que vemos como positivos?
Aflojar los oídos. ¿Suena muy fea la palabra “choferesa”? ¿Acaso “pilota” es un invento? Quizá su sonido nos sorprenda o enoje… y está bien porque las palabras son descubrimientos, hallazgos, invenciones: son creaciones sociales que iluminan las transformaciones.
Para un hombre que conduce un camión, la palabra “chofer” es perfecta. ¿Pero si maneja una mujer? ¿Y si una empresa quiere reforzar que busca mujeres -y no hombres- para conducir sus vehículos? Esto sucedió en una gran compañía internacional, que quería sumar mujeres al equipo de Logística y Distribución (hasta ese momento, no había ninguna). Entonces, se animó y cambió el perfil del puesto y empezó a buscar “choferesas”: así, con esas palabras. Hoy, el 23% de quienes conducen los camiones de esa empresa son choferesas… y va por más, aunque al principio costó mucho. Y, sin dudas, los oídos se “aflojaron” e, internamente, la palabra ya no llama la atención de nadie.
Para quienes defienden las reglas gramaticales a ultranza, un buen ejercicio es buscar en el diccionario online de la Real Academia Española (www.rae.es) si una palabra existe. Allí encontrarán, por ejemplo, que palabras como choferesa, árbitra y pilota gozan de muy buena salud.
Las palabras, en sí mismas, no cambian la realidad, pero sin dudas pueden ser un catalizador para un nuevo modelo de sociedad más justa. Hablar con la “a” -referirse a gerentas, a cirujanas, a choferesas y a pilotas- crea nuevas imágenes mentales y desdibuja estereotipos. Las palabras dan visibilidad: lo que no se nombra no existe.
Cada época vuelve a pensar el mundo. Este Día de la Mujer, regalemos palabras que contribuyan a la igualdad de oportunidades para todas las personas.
Consultora de empresas en temas de comunicación