La oposición y la honestidad política
El 15 de diciembre de 2021 LA NACION publicó un artículo de mi autoría titulado “Un plan para sacar al país de la ruina”, en el que reclamaba que, antes de las elecciones de 2023, Juntos por el Cambio elabore y exponga un plan de gobierno. Esto es lógico, porque será el debate entre los candidatos sobre ese programa lo que permitirá a los electores votar por los postulantes que más confianza les inspire para poder llevarlo a cabo. Esta es la opinión que han expresado reiteradamente el senador Alfredo Cornejo, entre otros. Como en algunas provincias se votará antes que en el orden nacional, y los lineamientos generales del programa nacional influenciarán decididamente en el orden provincial, es urgente la elaboración del plan de JxC.
Ante el requerimiento cada vez más pronunciado del programa de gobierno, algunos dirigentes desea coalición han expresado que se está elaborando. Sin embargo, no hay certeza de que así sea. No se conoce que exista una comisión o comisiones que estén dedicados a eso, ni tampoco sus integrantes. La opinión pública se inclina a pensar que no existe tal programa, y que afirmar que se esté elaborando no es más que un acto electoralista típico de la viveza criolla. JxC tiene la gran oportunidad de ganar las próximas elecciones por una mayoría muy superior a las últimas elecciones legislativas, debido a la pobreza y a la falta de reglas claras en los que el gobierno kirchnerista ha sumido a la mayor parte de la sociedad y al sistema productivo. Para eso se requiere que los dirigentes de JxC sean honestos con los votantes y exhiban una moral cívica que permita un cambio en las prácticas políticas. Los partidos que integran JxC tienen una ideología democrática, mientras que la ideología del populismo peronista es autoritaria y a veces contraria a la democracia, lo cual hace que se multipliquen los casos de corrupción.
Los dirigentes de JxC deben ser honestos y no tener temor. Es posible que no elaboren aún un programa de gobierno porque si ganan las elecciones deberán necesariamente continuar con el ajuste del ministro Massa. El ajuste será muy duro. Habrá que reducir drásticamente la inflación y los gastos del estado. Y deberá ser lo más justo posible, porque los ajustes generalmente recaen sobre los sectores más vulnerables. La sociedad percibe que el comportamiento de los gobiernos es más oligárquico que democrático, que cada corporación vinculada al estado defiende sus privilegios a rajatabla y la calidad de los servicios que presta es muy deficiente y costosa. JxC debería oponerse al ajuste de Masa que disminuye el presupuesto en educación y salud, pero también apuntar a ajustar los privilegios de esas corporaciones u organismos. El problema mayor de los argentinos es la falta de educación, y la corrupción está íntimamente ligada a ella.
Hay otro problema grave que muchos dirigentes de JxC no parecen advertir. El populismo peronista (recordar el caso de Menem) puede darse el lujo de engañar al electorado respecto de su programa de gobierno y posteriormente hacer lo contrario, porque los gremios y el corporativismo populista luego se alinea detrás del gobierno. Pero si gana la oposición esto probablemente no suceda. Si bien el gobierno de Macri tuvo aspectos positivos para el país, también albergó una dosis de populismo que aumentó la pobreza. La consecuencia final fue que todo el corporativismo se unió para impedir su reelección.
En cuanto a la lucha por las candidaturas en JxC, es comprensible y siempre ha sido así, pero en este momento de crisis tan profunda, los dirigentes deberían morigerar sus ambiciones personales y privilegiar el principio de la unidad como principio fundamental. Si bien es muy positivo que JxC respete las PASO, sus dirigentes no deben tener temor a perder las elecciones y ser honestos al ganarlas.
Finalmente, es muy importante el papel que desempeñen dos integrantes destacados de JxC para influir decididamente y transitar el camino de la no violencia: Elisa Carrió y Mauricio Macri.
Quienes queremos vivir en democracia tenemos una deuda de gratitud para con Lilita. La lucha contra la corrupción durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner la inició Lilita con coraje, convicción y tenacidad. Lilita además fue fundadora de JxC. Ahora, está empeñada entre cosas, en denunciar la verdad sobre las miserias humanas que ocurren en la corporación política. Está perfecto y tiene derecho a hacerlo, pero a veces lo perfecto conspira contra lo bueno, que en la actual circunstancia es mantener la unidad de la coalición opositora. Rodeemos a Lilita para expresarle nuestro agradecimiento, y decirle que es esencial para el futuro del país y de los argentinos que JxC triunfe en las próximas elecciones. Para ello, también es esencial que ella, esté en la primera línea de la campaña electoral para preservar la unidad. Macri, por su parte, parece dubitativo respecto de presentarse como candidato a la presidencia. Tiene asimismo todo el derecho a hacerlo, pero sería mejor para el país- y también para él- un gesto de renunciamiento histórico. En las próximas elecciones presidenciales, especialmente en la provincia de Buenos Aires, la estrategia electoral del kirchnerismo será reeditar la distinción fascista entre amigo y enemigo, con Macri como el enemigo. En el nuevo gobierno de JxC, Macri podría ser canciller u ocupar algún otro cargo importante. Cabe recordar que Sarmiento después de haber sido presidente, en 1875 fue senador por San Juan y Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires durante la presidencia de Roca. Macri es y todavía tiene tiempo para volver a ser presidente.
Una reflexión final sobre la honestidad política. Aleksander Kwasniewski, quien fue presidente de Polonia desde 1995 a 2005, en un artículo titulado ¿Es posible la política honesta? comienza con una cita de Jean Jacques Russeau : “Aquellos que desean tratar la política y la moral por separado nunca entenderán ninguna de las dos”. Kwasniewski, luego de expresar que está de acuerdo con Russeau, se pregunta si es posible que un político sea totalmente honesto, y señala que la pregunta va al corazón de la democracia, porque cuando los votantes califican a los políticos de deshonestos, prosperan los movimientos antidemocráticos. Sin embargo, apunta que los políticos saben que la ambigüedad y el compromiso tienden a prevalecer sobre las verdades universales, y que a veces hay que elegir entre el mal menor. Los estándares de decencia y rectitud no siempre se pueden aplicar, pero no porque el cinismo y la hipocresía sean lo único que importa a los políticos. Por último, expresa que la honestidad política no es solo responsabilidad de los políticos sino también de la opinión pública, porque echa raíces en una sociedad donde exista la cultura de la tolerancia, solidaridad y respeto de los derechos individuales.