La opción será entre populismo o república
Con la designación del senador Miguel Ángel Pichetto como candidato a la vicepresidencia, el Presidente Mauricio Macri le interpuso un serio obstáculo a la estrategia de Cristina Fernández de Kirchner de encolumnar tras de sí a todo el peronismo y de este modo intentar ganar en primera vuelta.
A la radicalización del populismo que el kirchnerismo adoptó a partir del conflicto con el campo 2009, el gobierno de Cambiemos, sufriendo las inclemencias de la crisis económica, se había encerrado en una especie de radicalización del "gorilismo" que lo estaba aislando electoralmente.
La conjunción de ambas radicalizaciones abonaba la esperanza de la constitución de un centro (tal como nos enseñó el eminente politólogo Giovanni Sartori), de una fuerza política que surgiría a partir del voto de los que no estaban con ninguno de los polos de la Grieta. Pero el centro se dispersó en una guerra de egos entre sus integrantes y perdió su oportunidad.
Si en el 2017 Macri le había "enchufado" a la Ancha Avenida del Medio un Metrobús, gracias al gradualismo y a los bolsos voladores de López, en el 2019 la ex presidenta con su sorprendente fórmula le estacionó allí el camión de transporte Fernández-Fernández (que no deja de ser una suerte de caballo de Troya transparente, ya que contrabandea a Cristina Fernández de Kirchner, pero a la vista de todos).
Sergio Massa, esa partícula más veloz que el neutrino, fue el primero en sucumbir a la atracción gravitatoria de esa nueva galaxia con intención panperonista. Por su lado, Miguel Ángel Pichetto -y es de suponer, el peronismo federal- se plegó a la galaxia oficialista ante el convite del Presidente con su intención panrepúblicana.
De este modo, emerge una competencia centrípeta, más clásica, en donde los extremos convergen hacia el centro para incorporar los elementos más afines. El kirchnerismo intentando unificar al peronismo en su versión nostálgica, y Mauricio Macri cosechando esa brecha dentro de los seguidores del General Perón que generó Raúl Alfonsín, cuando consideró a la Renovación Peronista de Antonio Cafiero y de José Manuel de la Sota como su interlocutor político.
Poco a poco, las elecciones presidenciales de este año se van configurando como históricas: en primer lugar, por que un presidente no peronista no solo puede completar su mandato, sino que incluso tiene posibilidades de ser reelecto (recordemos que el peronismo solo llegó al poder luego de una crisis sistémica que barrió con la economía en 1989 y en el 2001).
En segundo lugar, se trata de elecciones cruciales que se saltan al viejo bipartidismo y colocan de un lado a los actores políticos que sostienen y creen en la democracia competitiva de partidos y en las instituciones de la república ("el consenso de 1983"), y del otro, a los que priorizan una forma de gobierno menos institucional, y más verticalista, conocida habitualmente como "populismo".
Finalmente, la incorporación del senador Pichetto como candidato a la vicepresidencia, brinda esperanzas de que, ante un posible segundo mandato de Cambiemos, se pueda constituir una mayoría legislativa que habilite las grandes reformas imprescindibles para recuperar la competitividad que nuestra economía necesita y así salir de las crisis cíclicas que han signado nuestra decadencia.