La nueva guerra del “yuyito”
El kirchnerismo ha decidido volver a tropezar con la misma piedra: confrontar otra vez con el campo. Parece que no aprendió nada de la sangría de 2008, en la llamada guerra por las retenciones móviles. Todos perdieron algo aquella vez en la interminable pulseada y esta vez no será diferente.
Los gobiernos peronistas arrastran con el sector agropecuario una vieja costumbre. Cuando llegan al poder y hay requerimientos de caja, allí está el campo para ir por sus recursos. Por ideología (el setentismo Nac & Pop) o por revanchismo contra quienes no los acompañaron en las elecciones, todos los argumentos son válidos a la hora de exprimir a los productores rurales.
Y otra vez es la urgencia de caja la que nubla la vista de los funcionarios que, sentados en un escritorio y con una hoja de cálculo, diseñan un escenario que poco tiene que ver con la realidad. Suman y restan recursos que no les pertenecen y aplican medidas que no hacen otra cosa que asfixiar a los productores agropecuarios. Se les nota. Cuando piensan en el campo lo hacen con preconceptos anacrónicos.
Hoy el campo es uno de los sectores más dinámicos de la economía argentina, con inversiones de punta y que asume riesgos año tras año, lo cual lo ha transformado en uno de los mayores generadores de divisas del país. Los dirigentes rurales insisten en que desde 2002, cuando comenzó a subir la presión de las retenciones tras la crisis que terminó con el gobierno de Fernando De la Rúa, el campo aportó al fisco más de 100.000 millones de dólares en concepto de derechos de exportación. Y este año, ese valor superaría los 7000 millones de dólares.
Uno de los argumentos más utilizados para justificar la aplicación de retenciones es que sirven para limitar el impacto de los precios internacionales en la canasta doméstica. Eso se justificaba, dice un economista que no reniega de esta herramienta, con las exportaciones de trigo para que no impactaran los valores internacionales en el precio del pan. Y este no es el caso –sostiene– porque los argentinos no comemos soja.
En el Congreso dicen que no se hubiera llegado a esta situación de elevar la presión fiscal sobre el sector que aporta más de un tercio de las divisas que ingresan al país si la ley de emergencia aprobada por el Congreso no le hubiera delegado tantas facultades al presidente Alberto Fernández.
Votaron ese segmento de la ley diputados peronistas de la llamada zona núcleo que responden al cordobés Juan Schiaretti o al santafesino Omar Perotti. Le otorgaron poder para aumentar las retenciones, que no son coparticipables. Lo mismo pasó con diputados bonaerenses que no son oficialistas, pero que permitieron la aprobación de aquella ley.
¿Y si en lugar de ajustar la soga se les redujera la presión impositiva para alentarlos a invertir? ¿Cuál va a ser el incentivo de enterrar plata en el campo a la espera de que el "yuyito" crezca, si buena parte de lo que generen se lo va a llevar el Estado, su socio principal, sin arriesgar nada?