La nueva epopeya de Alberto Fernández
Ineptitud e irresponsabilidad. Voluntarismo, improvisación y desmesura. Los calificativos que recibió la gestión de Alberto Fernández tras la politización de la muerte de Diego Maradona lo dicen todo y dejan flotando una pregunta que compromete las expectativas en su administración: ¿puede un gobierno que exhibe semejante incapacidad en la organización de un velatorio garantizar la logística de la más trascendente campaña de vacunación de nuestra historia?
El viernes último, el presidente de la Nación buscó brindar certezas frente a ese interrogante, que se multiplicó en redes sociales y entre dirigentes opositores. En tren de dar señales de una nueva agenda que deje atrás la fuerte caída que experimentó en las encuestas de opinión pública durante los últimos meses, Fernández depositó toda su apuesta para recrear la esperanza del electorado en la vacuna contra el coronavirus. Más precisamente, en aquella proveniente de Rusia, que sería la primera que llegaría a la Argentina, más allá de que el primer mandatario aseguró que se está avanzando en negociaciones con todos los proveedores de vacunas.
Distintos observadores aprecian que la propia necesidad de mostrar iniciativa, autonomía de Cristina Kirchner y una agenda propia lo llevan al Presidente a cometer errores de cálculo, como ocurrió más de una vez durante los primeros meses de la pandemia, cuando pareció cantar victoria mucho antes de que se llegara a un pico de contagios que el Gobierno no imaginó y que llevó a la Argentina a estar entre los países con mayor número de muertes por millón de habitantes.
Esa misma finalidad lo condujo a Alberto Fernández a precisar fechas y números para una proyectada campaña de vacunación contra el coronavirus, a pesar de que ninguna de las vacunas en estudio ha superado la tercera fase de experimentación ni cuenta con la certificación de las principales organizaciones internacionales especializadas en medicamentos. Anunció que entre enero y febrero espera que se puedan vacunar unos diez millones de argentinos –personal de salud y de seguridad y población de riesgo– con la vacuna Sputnik V, que ni siquiera cuenta con la aprobación de la Administración Nacional de Medicamentos (Anmat), y alcanzar los 13 millones en marzo.
Lo más curioso del mensaje presidencial fue que pareció acordarse de que seguíamos en el medio de una pandemia un día después del desastre epidemiológico que pudo haberse producido el jueves, con la irresponsable organización del velatorio de Maradona en la Casa Rosada. No menos llamativo es que durante la marcha opositora del 17-A, el propio jefe del Estado haya expresado: "Ahí tienen a los anticuarentena que aparecen muertos".
La convocatoria presidencial del viernes a "ser parte de esta epopeya de cuidar la salud" y su pedido de "un esfuerzo mancomunado de todos" sonó absolutamente desconectada de lo ocurrido un día antes en las inmediaciones de la Casa Rosada.
Fue tan contradictoria como el mensaje del Ministerio de Salud en las redes sociales invitando a evitar aglomeraciones y a mantener dos metros de distanciamiento en el mismo momento en que una multitud se juntaba por decisión del propio Gobierno a despedir los restos de Maradona en la Casa de Gobierno.
Esta peligrosa desconexión de la realidad y la ausencia de sentido común que en ocasiones exhibe el gobierno nacional se asocian con una tentación de capitalizar políticamente cualquier hecho, dejando en segundo plano la responsabilidad que impone la tarea de gobernar.
La vocación por anunciar que tiene el primer mandatario puede jugarle una vez más en contra y alimentar al lote de ciudadanos desencantados si la logística para la distribución de la esperada vacuna o las limitaciones de la ciencia no acompañan los deseos del Gobierno.