La nueva democracia será algorítmica
Cuando se toma conciencia que el futuro así es imposible y que hacer lo mismo nos deja una y otra vez frente a la misma pared; cuando se llega a ese punto en que se han dejado los sueños y la vida, entonces, con seguir creyendo no alcanza.
Así observan los jóvenes a nuestros sistemas políticos, los cuales no han hecho más que convertir sus vidas en puras dificultades, al punto que gran parte de la población joven mundial, incluida la del desarrollado norte global, no consigue garantizar ni siquiera aspectos elementales de su vida y por delante les espera un futuro tan incierto en el que a muchos de ellos ni estudiar les asegura conseguir trabajo y en el que un trabajo tampoco les garantiza concretar una vida digna.
Para los jóvenes, la decimonónica democracia representativa no resuelve sus problemas, no equilibra fuerzas, no les asegura una igualdad real de oportunidades y en caso que sean un riesgo para el sistema, los criminaliza el poder punitivo (periódicamente se reinstala el debate sobre la baja en la edad de imputabilidad) pero hay más, pues esa democracia nacida hace 200 años que no los entiende ni los contiene, tampoco es capaz de resolver el gravísimo problema ambiental, una verdadera prioridad para dicha generación.
Por ello su confianza en el sistema político se deteriora día tras día, pues ante su mirada la primitiva democracia basada en la representación tradicional, ha consistido básicamente en una elección de políticos necesarios para ordenar el tablero institucional pero incapaces de evitar el constante deterioro económico de sus vidas, de sus familias y de sus amigos; lo cual se expresa en un duro descreimiento hacia los tradicionales mecanismos de intermediación política y hacia la modalidad de gestión que les ofrece la gobernanza actual.
Esto explica la razón por la cual los clásicos partidos políticos son percibidos por los jóvenes como viejas burocracias que no logran gestionar la complejidad ni representar razonablemente la descomunal heterogeneidad y la pluralidad identitaria que hoy definen a las sociedades del siglo XXI.
Por todo ello, los centennials son la primera generación que ha experimentado siempre a la típica democracia de partidos como una mera contienda electoral por el poder publico en paralelo a un progresivo deterioro de su calidad de vida. En definitiva, para los jóvenes, la democracia representativa ha quedado detenida en el tiempo, como un sistema ideado para resolver los problemas y desafíos que planteaban las sociedades decimonónicas.
No es extraño entonces que el actual formato representativo diseñado hace dos siglos, no cuente con la suficiente confianza joven y por ello las protestas protagonizadas por dicha generación se repiten cada vez más a nivel global.
El punto es que semejante falta de respuesta ha generado altísimos niveles de frustración, inoculando en los centennials un fuerte pesimismo que va más allá de las formas de gobernanza, pues se está generado una fuerte desconfianza en el hombre, lo cual nos conducirá hacia modelos de gobernanza basados en inteligencia artificial y algorítmica en donde la intervención humana será excepcional.
La clásica ingeniería institucional y burocrática compuesta por parlamentos, poderes ejecutivos y judiciales, será una vieja postal del pasado. El ser humano, empujado por un sentimiento de frustración hacia sus formas tradicionales de gobierno y un fuerte pesimismo antropológico, en un período histórico de alta innovación y fascinación tecnológica, ya está depositando su confianza en sistemas de toma de decisiones basados primordialmente en algoritmos e inteligencia artificial.
Gradual e imperceptiblemente iremos dejando de contar con las estructuras para poder decidir colectivamente del modo tradicional, lo cual terminará con el remplazo de las clásicas instituciones políticas por redes informáticas basadas en algoritmos e inteligencia artificial desde las cuales se tomarán las decisiones de administración y gestión de gobierno. Esta etapa marcará el inicio del poshumanismo.
Abogado, doctor en Ciencias Jurídicas y Especialista en Constitucionalismo, profesor adjunto regular constitucional, UBA y Titular derecho político USI Placido-Marin