La noticia del año: el profesor ganó una batalla
Qué bueno tener un presidente abogado, profesor, con innegable dominio del escenario, que tiene una mujer joven y linda, y que si bien llegó al poder sorpresivamente, en estos momentos dramáticos que vive el país ha demostrado determinación y coraje. Sí, los ucranianos están felices con Volodimir Zelenski. ¿Él, que hasta 2019 era actor, y Alberto, dos gotas de agua? No diría tanto, pero no se les puede negar talentos parecidos como comediantes: Zelenski se hizo famoso con una serie de televisión, El servidor del pueblo, en la que desempeñó el papel de un profesor de historia que llega ser presidente de Ucrania; es decir, era profesor y presidente solo en la ficción. Vuelvo sobre mis palabras: dos gotas de agua.
Como sigo convencido de que debemos ser piadosos con Alberto, al que la vida ha golpeado hasta la crueldad de colgarle un traje que le baila, esta semana quiero felicitarlo por haber conseguido el apoyo de la oposición para aprobar con una lluvia de votos en Diputados el acuerdo con el Fondo Monetario. ¡Bien, Beto! Aunque la oposición lo puso a parir y le torció el brazo, y se terminó votando lo que ellos querían y no lo que Guzmán había escrito, no deja de ser un triunfo. No deja de ser una noticia. El dibujo final es raro: le debe el triunfo a Más o Menos Juntos por el Cambio, que le infligió una dolorosa derrota. Porque con la otra oposición, la del Instituto Patria Libre del FMI, sibilina, oculta en las tinieblas, no pudo contar. Ni siquiera se hablan. Máximo permaneció callado –una lástima, ahora que estaba aprendiendo a balbucear en público–, no dio quorum y su voto, increíble en un hijo de Cristina, fue no positivo; cascoteó el proyecto de ley desde adentro, acompañado por La Cámpora. La oposición de extrema izquierda cascoteó desde afuera del Congreso, en modo Putin.
Lo más extraño de todo es que a los Kirchner no les guste lo que se firmó con el Fondo, que básicamente es un pésimo acuerdo para el país y un gran acuerdo para el Gobierno; al pato sin patas le dieron muletas para que llegue hasta el final del mandato. Nunca en la historia el FMI fue tan generoso: tenía que cobrar una fortuna y termina prestándonos una fortuna. Solo este año, 17.500 millones de dólares; hasta nos devuelven los 5000 que pagamos el año pasado. Saldar la deuda será un vía crucis de los próximos presidentes, cuando Alberto esté escribiendo sus memorias, que ya tienen título: No me acuerdo de nada.
"El desprecio de Alberto Fernández por el Fondo Monetario está más que justificado: ahora va a tener que trabajar"
A cambio, el Fondo nos pide muy poca cosa, porque al dueto Beto-Guzmán le cree poca cosa. El martes llamé a un economista que fue alto funcionario del organismo en tiempos recientes, y le pedí que me explicara este acuerdo de morondanga. “Solo se puede entender –me dijo– por la presión del Departamento de Estado, por el momento que vive el mundo y, no se enoje, porque saben que este gobierno no puede hacer nada, son unos inútiles”. No me enojé: solo me di por ofendido.
Al pillo de Guzmán deberían estar haciéndole un monumento, y la primera piedra tendrían que ponerla Cristina y Máximo. Todo lo que exige el FMI, antes de los desembolsos, es aprobar las revisiones trimestrales. Si le creemos al texto de 139 páginas pactado en Washington, durante los próximos dos años y medio nos van a estar contando las costillas. Mientras leía ese mamotreto se me caían los ojos, pero cada tanto alguna cláusula interrumpía el sopor: el Gobierno se aviene a no tomar decisiones de gasto, obra pública, inversiones, deuda, transferencias a las provincias, controles cambiarios…, sin tener antes la aprobación del staff técnico. Incluso creo que la noticia del arribo al país de las misiones que vendrán a supervisarnos debería ser titulada: “Llegó la policía”.
Marcos Buscaglia, que conoce el paño, me dice que no es tan así porque las metas que piden son austeras. “El Fondo se peronizó”, acusa. Igual, yo no voy a estar tranquilo: a Alberto no se le conocen promesas cumplidas, salvo aquella de que nunca más se iba a pelear con Cristina; Cristina se peleó con él.
Otra posibilidad muy posible es que, cuando termine este traumático aval del Congreso a la refinanciación de la deuda, en la Casa Rosada y en Economía se pongan a trabajar en cómo engatusar a la policía. Contabilidades paralelas, desvíos, planillas dibujadas, toda una ingeniería del engaño puesta al servicio de aprobar los exámenes trimestrales y llegar con caja a las próximas elecciones. El “desprecio” por el FMI que acaba de manifestar Alberto puede tener que ver con eso: lo van a hacer trabajar.
Juan Carlos de Pablo dice que el Gobierno está gastando sus fuerzas en arreglar con el Fondo en vez de ocuparse de la coyuntura, de los problemas que han sido dramáticamente agravados por la guerra del amigo Putin en Ucrania. Llamativo candor el de De Pablo, pedirle al Gobierno que gobierne.
Nuestro querido profesor insinuó esta semana que va por su reelección. Como Zelenski, él también quiere convertir la ficción en realidad.