La noche del Oscar: esplendores y desilusiones
Los cronistas de Espectáculos nos acordamos siempre de nuestros colegas de Política cada vez que se acerca la noche del Oscar. Es el único día en el año que se parece de verdad a una jornada de elecciones. Va a ser larga, extenuante, incierta, con un desenlace que invariablemente aparece muy tarde, en un momento que exige la máxima atención justo cuando los reflejos empiezan a flaquear después de una larguísima vigilia.
Como en las elecciones, las notas de color aparecen al principio. Ese momento anecdótico en el que los candidatos registran frente a las cámaras la instantánea de su voto equivale al desfile de los astros y las estrellas por la alfombra roja, con sus mejores poses frente a las cámaras y palabras llenas de cortesía y formalidad.
Después llega el momento de la verdad, cuando se conoce el veredicto en cada categoría y se va acercando la revelación de los ganadores en las principales categorías, las que más nos interesan. Seguir la evolución de la ceremonia por televisión es para cualquier aficionado al cine una experiencia que recorre un amplio rango de estados de ánimo, del interés al tedio.
El público más fiel y experimentado renueva cada año el encuentro con el Oscar con el recuerdo de aquél tiempo en que la fiesta de Hollywood se llenaba de grandes estrellas, cuya sola presencia alcanzaba para iluminar el escenario. Eran momentos, hoy casi olvidados, en los que el Oscar encontraba en la Argentina un interés muy especial, muy distinto al que tiene hoy. La ceremonia se transmitía por un canal abierto y tenía, junto al conductor, un living lleno de figuras invitadas (actores, directores, productores) que hablaban de las películas nominadas y compartían pálpitos y pronósticos.
Esa experiencia se fue modificando. El cable y la TV satelital nos acostumbraron a larguísimas coberturas “desde la alfombra roja”, a seguir debates interminables sobre la ropa de los famosos y, en los últimos tiempos, también a comprobar la presencia dominante en la pantalla de los influencers de moda, junto a otros habitués de las redes sociales, ocupando el lugar que antes tenían allí los verdaderos conocedores del cine y de los premios de Hollywood.
Con esta transición como marco, la experiencia de seguir el Oscar durante los últimos años registra una desilusión tras otra. Nombres poco conocidos, números desvaídos y frases sin ingenio junto a otra novedad: la posibilidad de seguir la ceremonia por un canal con traducción simultánea al español y por otro en idioma original. La baja sin freno en el rating puso en una encrucijada a los organizadores. Sabremos esta noche si las cosas cambian o siguen igual.
Quienes seguimos esta ceremonia en el cumplimiento de una tarea periodística nos movemos en otra dimensión. Las cinco horas de diferencia horaria llevan a que el Oscar arranque cuando en Los Angeles todavía es de día, mientras en Buenos Aires ya se superaron las 10 de la noche (hoy todo podría empezar una hora más temprano, lo que no cambia demasiado las cosas).
En otro tiempo, todo nuestro trabajo se concentraba en la frenética actualización de la crónica de la fiesta y la actualización de los ganadores para la edición impresa del diario. La primera edición del lunes se publicaba solo con los primeros resultados. Como los premios más importantes se postergaban más allá de la medianoche, quedaban para una segunda edición.
Ahora, en un tiempo dominado por la demanda de información en tiempo real, las ediciones digitales y las redes sociales, se impone una actualización constante hasta el último momento que moviliza la acción de todos los equipos periodísticos. Publicar contrarreloj los resultados y estar atento al mismo tiempo a todos los detalles de la ceremonia apenas se producen exige del cronista un máximo de concentración y de rigor.
El desafío se eleva todavía más cada vez que hay argentinos nominados y hay que cubrirlo desde el lugar de los hechos, como ocurrió en 2010 (con el histórico triunfo de El secreto de sus ojos) o 2014 (con la nominación para Relatos salvajes). Le tocará en ese caso al enviado especial a Hollywood seguir la ceremonia, estar pendiente desde el primer al último minuto de lo que ocurre con nuestros compatriotas y reportar todo lo que ocurra después con ellos, sobre todo si ganan. En ese último caso, seguirlos y contar todo el día después hará que ese cronista instalado en Los Angeles directamente no duerma en las siguientes 24 horas. Una vez más, la diferencia horaria impondrá las condiciones de la cobertura.