La negación del genocidio armenio
La nota publicada el 26 de abril por LA NACION y escrita por el embajador de Turquía en la Argentina, Taner Karaka, en torno al genocidio armenio es un escrito inquietante para los argentinos descendientes de armenios y para todos aquellos que, desde diferentes orillas ideológicas, partidistas y sociales creemos que la defensa y la promoción de los derechos humanos es un pilar de la convivencia nacional, un compromiso ineludible de la política exterior y un imperativo de la comunidad internacional.
El señor Karaka pretende desconocer las múltiples evidencias sólidas que afirman que lo que ocurrido entre 1915-1924 a los armenios en el Imperio Otomano, y en Turquía como Estado sucesor, fue un genocidio en términos de la Convención de 1948. El señor Karaka no menciona el hecho de que en varios países (entre ellos, la Argentina), tanto los Ejecutivos como los legislativos y algunos jueces han reconocido explícitamente que lo ocurrido entre 1915-24 fue un genocidio. El señor Karaka se permite dudar de la frase de Hitler ("¿Quién se acuerda del genocidio armenio?") a pesar de que hay fundadas evidencias de que Hitler conoció lo sucedido al pueblo armenio y varios alemanes (Max Erwin von Scheubner-Richter, Karl Dönitz, Hans von Seeckt y Rudolf Höss, por ejemplo) que años más tarde apoyaron o rodearon al Führer estuvieron en Turquía durante los años del genocidio armenio. El señor Karaka procura, mediante una comparación opaca y sofística, separar las vivencias genocidas que en distintas circunstancias históricas sufrieron judíos y armenios.
A pesar de que es claro que los argumentos anteriores forman parte de la lógica de la diplomacia turca es inadmisible y alarmante que para sostenerlos señale que los armenios, a diferencia de los judíos, habrían sido merecedores de su destino por su supuesta cooperación "con los ejércitos invasores", lo que es una falacia.
Este argumento significa un escalamiento en la política de negación del genocidio por parte de Turquía. No es suficiente la negación; ahora se trata de tergiversar los hechos históricos. "Algo habrán hecho" era el mensaje de la última dictadura argentina para legitimar su política de tortura, desaparición y muerte. Esa noción supo calar en algunos sectores de la sociedad argentina. El señor Karaka transmite hoy el mismo mensaje ominoso: algo hicieron los armenios.
Es posible que se crea que sus palabras sólo deben ser repudiadas por los argentinos descendientes de armenios. Sin embargo, creerlo sería pensar que la tentación genocida, en muchas latitudes, es cosa del pasado.
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