La memoria, material de la música
En su temprano estudio sobre Marcel Proust que publicó hacia 1931, Samuel Beckett hizo una consideración que, aunque no nos parece ahora muy original, llega sin embargo al corazón de la poética proustiana y, por eso mismo, admite una generalización que excede a la Recherche. Al referirse al influjo de la filosofía de Arthur Schopenhauer en Proust, Beckett encuentra en el da capo la condición última de toda música, "el testimonio de la naturaleza íntima e inefable de un arte perfectamente inteligible y perfectamente inexplicable [?] La música es el elemento catalizador de la obra de Proust". Podría sugerirse que la propia poética beckettiana es una poética del da capo, de la vuelta al principio, que es el sentido de esa indicación musical, una barra de repetición que revierte en recurrencia el agostamiento de lo ya dicho. Pero es claro que la frase apunta al deslinde que hace Schopenhauer entre la música y las otras artes, puesto que la música es la Idea misma y, en cuanto tal, no permite glosa o esclarecimiento, un poco como en esa broma antiintelectual según la cual la única explicación de una pieza de música es tocarla de nuevo.
A Beckett, en realidad, la ocurrencia de remitir el da capo a Proust le viene del propio Proust. No lo dice, pero no sería improbable que proceda de un pasaje de La fugitiva: "Muchas veces pasaba simplemente que por esos reprises, esos da capo del sueño que dan vuelta de una vez varias páginas de la memoria, varias hojas del calendario, me volvían, me hacían retroceder a una impresión dolorosa, pero antigua, que desde hacía tiempo había cedido el lugar a otras y que ahora se tornaba presente". Más adelante, también: "La memoria de los sueños puede hacerse durable si se repite bastantes veces".
El da capo introduce una apertura en lo cerrado, aunque más no sea la apertura ilusoria de la repetición, puesto que la repetición, incluso en el da capo musical, no existe (el pianista Alfred Brendel decía que si una repetición iba a ser exacta perdía su sentido). No hay en Proust ningún da capo al fine, justamente porque no lo hay en los sueños y tampoco en el recuerdo de los sueños, que es a veces el recuerdo de lo real por otros medios. La Recherche completa se quiere como una totalidad concentrada en un objeto (el libro mismo) de contornos limitados. Pero los libros existen, como la música y el sueño, en el tiempo.
Acaso le pertenezca a Beckett el mérito de haber hecho explícita la deuda de Proust con Schopenhauer; explicitación que pulveriza la pretensión de una analogía entre la música y la memoria. Hay que afirmar más bien que la materia de la música es la misma que la de la memoria; es, sin más, la memoria, porque la materia de la música no es el sonido, sino el sonido en el tiempo. En su despliegue temporal la música remite, justamente para poder desplegarse, a lo recordado. Sin el recuerdo de lo inmediato o de lo lejano (un recuerdo, sí, "inteligible e inexplicable"), no hay discurso ni forma musical. La música necesita, para realizarse, de la acción conductora de la memoria.
San Agustín escribió un tratado en seis libros sobre la música (en rigor, un estudio sobre el ritmo de la palabra), pero la mayor cercanía con una definición de la música se lee en cierto pasaje sobre la memoria, el sonido y el silencio. Imagina san Agustín un hombre que quisiera emitir un sonido prolongado (longiusculam vocem) y decidiera de antemano su duración. El hombre planificó en silencio y confió a la memoria. Después, entonces, la voz se oyó y se oirá: una parte se oyó y la otra se oirá hasta que llegue a su fin. Concluye el santo: "La atención presente lanza el futuro al pasado, y el pasado aumenta en la medida en que disminuye el futuro, hasta que el futuro queda completamente consumido y es todo pasado". No hay en toda la Recherche, hasta donde sé, una sola mención de san Agustín, pero no se va a acertar con una definición más cierta de ella. Que esa definición le convenga también a la música es prueba suficiente de identidad.