La miopía es una enfermedad y no solamente anteojos
El segundo jueves de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Visión. Esa fecha fue dispuesta por la Organización Mundial de la Salud (OMS) conjuntamente con la Agencia Internacional de Prevención de la Ceguera (www.iapb.org). Su objetivo es contribuir a la toma de conciencia de las múltiples enfermedades que pueden generar ceguera o discapacidad visual, muchas de las cuales (80%), pueden prevenirse o son pasibles de tratamiento cuando el diagnóstico es precoz.
Enfermedad, según la primera acepción del diccionario de la Real Academia Española, significa “estado producido en un ser vivo por la alteración de la función de uno de sus órganos o de todo el organismo”.
El órgano al cual nos referimos en esta oportunidad es el ojo. Básicamente es un receptor (como una cámara) que responde a un estímulo externo -la luz- y su función es enfocar las imágenes del mundo exterior en una membrana sensible que se denomina retina. Allí las convierte en una señal nerviosa que se transmite, a través del nervio óptico, hasta el centro de la visión en el cerebro, lugar en donde se traduce en una sensación visual. De esta explicación se deduce que una función básica del ojo es enfocar en forma nítida las imágenes en la retina. Si esto no ocurre, -por ejemplo en los ojos con miopía-, estamos ante una “alteración de la función de un órgano”, es decir que estamos ante una enfermedad. Pero esta enfermedad denominada miopía no consiste solamente en no poder enfocar las imágenes distantes, sino que, además, principalmente cuando supera determinados valores, presenta alteraciones estructurales del ojo que en muchos casos generan patologías oculares que pueden comprometer la visión. . En los pacientes miopes, por ejemplo, es mayor la frecuencia de desprendimiento de retina (con riesgo de ceguera). Los miopes tienen, además, un riesgo 3 a 6 veces mayor de padecer glaucoma (hipertensión ocular con riesgo de ceguera). También en ellos es mayor la posibilidad de padecer visión subnormal generada por una enfermedad de la parte central de la retina denominada maculopatía miópica y tienen, además, incrementada la posibilidad de padecer cataratas a una edad inferior a la habitual.
En síntesis, un ojo con miopía es un ojo enfermo en su estructura y en su función. Ante un paciente con miopía, el médico oftalmólogo realiza una serie de evaluaciones para descartar la existencia de aquéllas patologías que puede tener un ojo miope. La prescripción de anteojos o de lentes de contacto es sólo un componente entre otros que forman parte de la consulta oftalmológica de un paciente con miopía.
Otros motivos por los que se prescriben anteojos o lentes de contacto como la hipermetropía y el astigmatismo, también reúnen las condiciones para ser considerados una enfermedad. En estos casos, además de la alteración funcional del enfoque (el paciente no ve bien), pueden existir alteraciones estructurales del ojo. Por ejemplo, el riesgo de hipertensión ocular aguda (glaucoma agudo) en ciertos hipermétropes, o la posibilidad de padecer queratocono (la córnea se afina y adquiere la forma de un cono) en los niños y jóvenes que padecen astigmatismo miópico elevado y evolutivo.
En un reciente Congreso de Miopía realizado en la Argentina y presidido por un experto en el tema, el doctor Rafael Iribarren, se puso el acento en aspectos epidemiológicos, de estilo de vida y de tratamiento. En lo epidemiológico se ratificó que la prevalencia de miopía en el mundo se esta acelerando y las previsiones, de seguir la curva actual, es que en el 2050 el 50 % de la población padezca miopía. Por eso se habla de una “epidemia” de miopía. En las áreas urbanas del sudeste asiático, entre el 80 % y el 90% de los niños son miopes al completar su educación secundaria (esto representa un aumento de más del 20 % en la última década, según una revisión Cochrane) En cuanto al estilo de vida se enfatizó la importancia de que los niños pasen al menos 2 horas por día al aire libre o expuestos a la luz natural. Un ojo miope es un ojo más largo que un ojo normal. La longitud de onda de la luz natural desencadena la síntesis de mediadores químicos (neuropsina / dopamina) que regulan el crecimiento del ojo disminuyendo la progresión de la miopía. Un equipo de oftalmólogos argentinos detectó un incremento de la miopía infantil durante la Pandemia debido al encierro en el transcurso del aislamiento obligatorio (Picotti C. y col.). Un dato importante es que los niños con antecedentes familiares de miopía deben ser particularmente controlados. Otra recomendación en niños es limitar el tiempo de exposición a pantallas o de realizar actividades visuales cercanas (principalmente hasta los 5 años de edad). En cuanto al tratamiento, las alternativas para evitar la progresión de la miopía en los niños son, por un lado, farmacológicas (gotas oftálmicas de atropina muy diluida) y, un reciente desarrollo que consiste en anteojos o lentes de contacto especiales multifocales con desenfoque periférico. Estos tratamientos deben ser realizados bajo la prescripción y supervisión de un médico oftalmólogo infantil.
En cuanto a la prevención, es muy importante respetar el cronograma de controles visuales recomendado por la Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil (SAOI). Los recién nacidos prematuros de riesgo son evaluados por un médico oftalmólogo en la misma unidad de neonatología y el seguimiento y eventual tratamiento dependerá de los hallazgos. Por otra parte, en los casos de recién nacidos a término y sanos, una vez egresados de la maternidad, deben tener una evaluación ocular de rutina con dilatación de las pupilas en el transcurso de los 2 primeros meses de vida. Estos neonatos sanos son luego examinados a los 6 meses, posteriormente al año, a los 3 años, a los 5 años y luego cada 2 años. Estos exámenes tienen que ser efectuados por un médico/a oftalmólogo preferentemente por un oftalmólogo infantil para detectar precozmente, entre otras enfermedades oculares, una miopía progresiva.
En conclusión, son fundamentales los controles médicos oftalmológicos en los niños para detectar a tiempo una miopía progresiva y, además, todo paciente que no ve bien por miopía, hipermetropía y/o astigmatismo, debe ser evaluado también por un médico oftalmólogo dado que son enfermedades de los ojos a las que, en determinados casos, se asocian otras patologías oculares que pueden conducir a una discapacidad visual o una ceguera irreversible.
Doctor en medicina, profesor consulto de la cátedra de Oftalmología de la Facultad de Medicina (UBA)