La mesa no está servida
“Si la oposición toma el gobierno, habrá convulsión social como en Jujuy.” (Del diputado oficialista Eduardo Valdés.)
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El libro de recetas está. Si al cocinero le sale un manjar o una porquería, la mayoría de las veces no es culpa del libro, sino de los ingredientes que usa, de la habilidad y precisión para que cada cosa adquiera su punto justo, del respeto por los tiempos de cocción y de la pericia para arreglar lo que, en apariencia, no tiene arreglo. No vamos a negar que hay gente que tiene un don para la cocina y que hay otra para la que la cocina es solo la ruta que separa el living del lavadero. Punto.
Si el país fuera un libro de recetas, el recetario sería la democracia. La recuperamos y se mantiene desde hace tiempo. El tema es para qué nos sirve, qué fin queremos darle.
Los cocineros son los ciudadanos: eso incluye a los que eligen los ingredientes en cada elección y a los que les toca revolver el guiso una vez que les dieron el delantal para hacerse cargo de las hornallas. Ninguno puede hacerse el sota.
¿Qué le pasa a la despensa que hoy es la Argentina? Está vacía. Le quedan apenas unas latas a punto de vencer –todas de segundas y terceras marcas–, mendrugos de pan durísimo con unos octógonos negros más tiesos que el mármol, un paquete de polenta agusanado y una ajada y vieja planta trepadora que, seguramente en algún momento, habrá sido una verdura de un verde brillante y un aroma exquisito.
La nada misma. Y, con esa nada, hay cocineros que están proponiendo hacer manjares. Notable lo de ellos, especialmente porque muchos son los responsables de haberse apropiado de todas las vituallas. Otros nos piden que volvamos a poner el hombro, todos juntos, mientras se agarran de las mechas para ver quién se queda con la olla más grande. Y ya se vio la semana pasada: cada tanto vuelven los saqueadores de utensilios para usarlos como lanzas contra el recetario.
Hace pocos días se anotaron en el concurso las escuelas de cocina. Anoche, se conocieron los candidatos a cocinero. En menos de dos meses pasarán por el tamiz y, más cerca de fines de año, quedará definido quiénes se van a hacer cargo del problema: de limpiar la cocina, de reponer las latas sin meter la mano adentro, de conseguir insumos genuinos, de amasar para que vuelva a tener pan y no mendrugos casi la mitad del país y de reunir a la familia alrededor de la mesa, sin gritos destemplados ni índices intimidatorios y sin gente que, como hizo un diputado kirchnerista, amenace con quemar la cocina con todos nosotros adentro.