La Menesunda. Volver al futuro
Marta Minujin, la reina argentina del arte pop recreará en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires la instalación que presentó en el Di Tella en 1965
"La Menesunda es una aventura. Quien decide entrar no puede volver atrás: tiene que tomar ese riesgo. No es posible retroceder", cuenta Marta Minujín a LA NACION en el primer piso del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires mientras trabaja sin pausa, con esa energía tan suya, en la fabulosa instalación cuyo nombre proviene del lunfardo y refiere a una situación embarazosa.
Desde el 8 de octubre hasta el 28 de febrero podrá recorrerse La Menesunda según Marta Minujín, una reconstrucción fiel a la instalación emblemática que la artista hizo en 1965 junto con Rubén Santantonín y la colaboración de Pablo Suárez, David Lamelas, Rodolfo Prayón, Floreal Amor y Leopoldo Maler en el Centro de Artes Visuales del Instituto Torcuato Di Tella. El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) proyecta exhibir la obra en 2017.
Hace medio siglo, miles de personas hacían filas de varias cuadras en la calle Florida para entrar en La Menesunda y zambullirse en un caleidoscopio de aromas, texturas y estímulos sensoriales. La obra sacó al espectador de su rol pasivo: sin su intervención, sin el movimiento del cuerpo, no tenía sentido. Fue un quiebre en el arte. La experiencia resultó democratizadora, novedosa. Tanta fue la gente que asistió que la gran instalación, construida íntegramente por los artistas, se dañó: sólo duró dos semanas.
Los efectos de La Menesunda se lograron con creatividad y destreza. Estaba hecha con materiales simples y hasta precarios en algunos casos. Ahora, la estructura laberíntica se hará con paneles modulares sólidos y transportables. Integrada por espacios cubiertos con diferentes materiales, será un recorrido por once situaciones diferentes. Uno podrá cruzar un túnel de neón, entrar en un circuito cerrado de televisores que emitirán imágenes captadas en el momento y otras de programas de tevé (en los años sesenta, tecnología modernísima). Sin proponérselo, los visitantes se volverán intrusivos voyeurs al toparse con una pareja en la cama.
En el interior de la cabeza de una mujer gigante, una maquilladora y una masajista ofrecerán sus servicios al público. Por un canasto giratorio de 4 metros de diámetro, se llegará a un sitio cubierto con formas que son como colgajos de intestinos viscosos. Habrá vértigo, sensación de opresión: el techo bajará y el piso subirá. Al asomarse por un agujero se podrán ver paisajes de diferentes películas de Ingmar Bergman. El piso blando de la ciénaga se hundirá a cada paso. Habrá un bosque con diferentes texturas y temperaturas. En el interior de un cuarto con olor a dentista, el disco de un teléfono gigante esconderá una combinación numérica que habrá que adivinar para salir antes de que el encierro se sienta con fuerza. "Sólo aquí hubo una situación conflictiva: algunos querían salir, pero no adivinaban la clave", recuerda Minujín. El recorrido es largo, laberíntico, encerrado, con espacios estrechos. Previendo que alguien sienta pánico, se asuste o se canse y tenga que salir antes, dentro de la instalación habrá cámaras ocultas. Desde afuera, personal del museo observará que todos tengan un recorrido placentero.
Para hacer la obra, que se desplegará dentro de un espacio de 400 metros cuadrados y tendrá un piso y entrepiso, Minujín trabaja desde hace un año y medio con el departamento de Curaduría, Diseño y Producción de Exposiciones, y el de Conservación del museo. Colaboraron también arquitectos, constructores, realizadores, asistentes, productores. La artista participa en los castings para seleccionar masajistas, maquilladoras y a la pareja que estará en la cama. Cuenta la artista que quienes ocupen esos roles tendrán características físicas similares a los de la versión original.
Para construir esta Menesunda vintage fue clave el aporte de Minujín y de los artistas que colaboraron. Se analizaron fotografías y videos de época. Todo será idéntico. Se buscaron los mismos materiales y cuando no se encontraron -como en el caso de los maquillajes Miss Ylang, que ya no existen- se mandaron a hacer los mismos embalajes de los cosméticos. No fue tarea sencilla encontrar televisores de 1965 que funcionaran. Los sonidos y los olores de los ambientes serán los mismos. Para crear el efecto del olor a fritura, afuera de La Menensunda, Minujín calentaba al fuego una sartén con aceite hasta que se quemaba. Luego, a paso veloz, la ponía debajo de la cabina para que todo oliera a fritanga. Ahora, especialistas del equipo de producción crearon sprays con diferentes olores y aromas.
La Menesunda fue una reacción contra la pintura, contra las galerías y los museos como centros de legitimación del arte. Por eso eligieron presentarse en el Di Tella: fue una ruptura con las tradiciones artísticas. Puso al espectador en el centro de la escena. Utilizó los medios de comunicación (circuito de tevé) y llegó a ser tema de debate en los medios. La pregunta es cómo reaccionará ahora el público. Qué generará el recorrido en épocas de vértigo hipertecnológico.
La previa a la inauguración es vertiginosa. Minujín realizó un viaje fugaz a Nueva York para la inauguración en el MoMA de Transmisiones: el arte en Europa del Este y América Latina, 1960-1980, donde se exhibió material sobre su happening Simultaneidad en simultaneidad. En París, presentó su libro Happenings y performance en La Maison Rouge. Y viajó también a Londres, donde la Tate inauguró el jueves El mundo se vuelve pop; allí exhibe un colchón histórico y la película La Menensunda, realizada por los artistas con filmaciones propias y otras del noticiero cinematográfico "Sucesos Argentinos".
El folleto que se daba en sala, y que firmaron Marta Minujín, Rubén Santantonín y Jorge Romero Brest, decía: "La Menesunda es un capricho, un disparate, un modo de ponerse en situaciones extrañas, difíciles y embarazosas intensificando el existir".
Dueña de una energía potente, contagiosa, Minujín ultima detalles de la obra. La Menesunda se pensó como un laberinto real, fascinante, que invitó a vivir una experiencia espacial diferente. Sólo hay que estar preparado para poner el cuerpo en escena. Falta poco.