La matemática que llevamos dentro
El inefable Eduardo Sáenz de Cabezón, que hace reír a carcajadas desde el escenario hablando de teoremas y derivadas en formato stand up, publicó no hace mucho un libro que, como sus monólogos, intenta convencernos de que nos dejemos hechizar por la reina de las ciencias.
Se llama Inteligencia matemática (Plataforma Editorial, se puede bajar gratis como pdf), pero lo más sugerente es el subtítulo: Descubre al matemático que llevas dentro. La apelación deja en claro su convicción (y la de muchos de sus colegas) de que la matemática puede ser apasionante y no debería estar reservada para un grupito de elegidos, personalidades audaces que no se dejan intimidar por los adustos ropajes de una disciplina que suele encantar a los que deciden aceptar sus desafíos.
El subtítulo de Sáenz de Cabezón está formulado en masculino, pero a la luz de lo que ocurre en las escuelas y universidades, y también en la actividad privada, esa invitación debería estar destinada más bien a las mujeres. Según cuenta Teresa Krick, docente de la Universidad de Buenos Aires, solo por poner un ejemplo, allí ninguno de los profesores eméritos (4) es mujer.
Ellas son apenas seis de los 13 profesores titulares, dos de los 18 docentes asociados, cinco de los 20 adjuntos, 16 de los 45 jefes de trabajos prácticos, cuatro de los 15 becarios posdoctorales y solo ocho de los 43 becarios doctorales.
Y lo que es peor, según cuenta, es que no solo se están inscribiendo pocos estudiantes en la carrera, sino que la relación entre hombres y mujeres está bajando. "Uno puede llegar a tener tres alumnas mujeres entre 50 hombres", comenta. Una paradoja que solo puede explicarse por los estereotipos sociales dominantes, ya que está probado que la matemática es una de las carreras que ofrecen más posibilidades laborales, y también una de las que, según descubrieron algunas encuestas, hacen más felices a sus cultores.
Sin embargo, aunque lentamente, las cosas parecen estar cambiando. Este año se les otorgaron por primera vez dos importantes distinciones: Ingrid Daubechies, de la Universidad de Duke, y Claire Voisin, del Collège de France, recibieron el L'Oréal-Unesco Internacional "Por las mujeres en la ciencia", y Karen Uhlenbeck, esa suerte de Nobel de la matemática que es el premio Abel.
Para equilibrar la situación y visibilizar a las matemáticas mujeres, también por primera vez, y gracias a una decisión adoptada el último 13 de julio en el congreso mundial de la Unión Matemática Internacional de Río de Janeiro, este domingo se celebrará el Día de la Mujer en la Matemática (la Comisión de Género del Departamento de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA lo celebrará este lunes, entre las 12.30 y las 14, en el Pabellón I de la Ciudad Universitaria).
Esta fecha, el 12 de mayo, se eligió en honor al nacimiento de Maryam Mirzakhani, la primera mujer en recibir la medalla Fields, que desde 1936 se concede una vez cada cuatro años a talentos menores de 40. Nacida en Irán y profesora de la Universidad de Stanford, Mirzakhani fue reconocida en 2014 por sus "hermosos y sorprendentes resultados" que inspiraron "a todos, hombres y mujeres", y murió de cáncer tres años más tarde. En las pocas entrevistas que dio, ella subrayaba la belleza de la matemática y la felicidad que le daba embarcarse en los desafíos que plantea.
Probablemente, nada de esto sería necesario si la mayoría de las mujeres no advirtiéramos gestos desalentadores cuando se nos ocurre inclinarnos por esta disciplina, si no nos dejáramos convencer de que carecemos de aptitud para el pensamiento simbólico, no tuviéramos que estar demostrando que somos tan capaces como nuestros colegas, y que además podemos serlo sin renunciar a nuestra identidad.
Pero ya está. Dejemos todo eso de lado. Es hora de animarnos a descubrir la matemática que llevamos dentro.