La masculinidad socavada y el mundo como supermercado
Digamos que la condición femenina, en el sentido más retrógrado del término, es el futuro de todos
La historia empieza así: un joven recibe un mensaje de su padre para que lo lleve en auto a Tupungato, Mendoza, a pagar una multa de tránsito y recuperar su licencia de conducir. El padre, que se divorció de su madre años atrás, le aclara al hijo que en lugar de buscarlo por su casa pase por otra dirección, la de un hotel de pasajeros. Cuando el hombre baja las escaleras, el muchacho, que es el narrador de la historia y también el escritor detrás del libro que la contiene, y que se llama Gonzalo Garcés, advierte dos cosas: que su padre está borracho y que no está solo. "Cuando bajó, estaba muy bien peinado. Desde los seis años, para darme cuenta de que mi padre está borracho me alcanza con un vistazo. Por teléfono me alcanza una palabra. Esta vez lo sabía por el mensaje de texto". Detrás del padre aparece una chica joven, con acento chileno, minifalda, medias de red y zapatos de taco. Una prostituta. Estos son los tres personajes que emprenden al comienzo de Hacete hombre. Historia personal de la masculinidad, el último libro de Garcés, una especie de road novel familiar que es, al mismo tiempo, una crónica, un ensayo, una colección de cartas imaginarias y una memoria.
El libro supera dos pruebas difíciles: la de la tapa en contra y la del subte. La cubierta de Hacete hombre (que integra la colección Ficciones Reales que dirige Cristian Alarcón para la editorial Marea) no es precisamente un prodigio del diseño. Sin embargo, las primeras páginas son tan vertiginosas, establecen un pacto de lectura tan eficaz, que cuando lo empecé durante un viaje en subte me pasé de estación. Si bien el arranque podría ser el de una novela, lo que sucede es real: al menos eso se supone en el caso de toda crónica periodística. Pero el viaje a Mendoza, que sirve de columna vertebral al relato, enseguida es interrumpido por desvíos y cruzado por caminos alternativos: ensayos, reflexiones, chistes, recuerdos. Es entonces cuando entra a cobrar verdadero sentido el subtítulo del libro: "historia personal de la masculinidad".
Padre. Hijo. Ley. Cronos. Saturno. Edipo. ¿Qué es un hombre? Escribe Garcés, en una de las primeras digresiones del relato
Padre. Hijo. Ley. Cronos. Saturno. Edipo. ¿Qué es un hombre? Escribe Garcés, en una de las primeras digresiones del relato: "No sé qué es ser un hombre. El manual freudiano diría que no tuve una figura paterna fuerte. Un lacaniano diría que para mí la Ley la encarnan las mujeres y que la masculinidad no pasa de ser una transgresión. Un peronista me aconsejaría ser el pollo de un hombre fuerte y pagar mi derecho de piso. Desde los cinco años sé que la hombría en mi país es un rito de iniciación mafioso, y aunque a veces de algún modo la admiré, nunca pude aceptar sus códigos". Ahí se perfila la búsqueda central del libro: la de encontrar una nueva definición, actual y contemporánea, para la hombría y la masculinidad. Una definición que pueda dar cuenta de quiebres y rupturas en el ordenamiento social que todavía no se muestran con toda claridad, pero se intuyen: para Garcés, que nuestro mundo se feminizó en el peor sentido. El escritor y crítico Nicolás Mavrakis advirtió algo similar, en un texto reciente donde se pregunta por las razones del éxito de las novelas del noruego Karl Ove Knausgård: "La masculinidad socavada de Knausgård es en realidad un excelente catalizador y un oscuro prospecto acerca de un mundo donde las mujeres parecen destinadas a transformarse en hombres, los hombres se transforman paulatinamente en chicos y los chicos se transforman a su vez en tiranos impunes (en la época de la infantilización generalizada, por supuesto, la perversión también se generaliza)".
"Si por hombría entiendo la identificación trascendente del individuo con el proyecto colectivo, el ejercicio consciente de la libertad, la responsabilidad de la invención, la conciencia de la relación entre el trabajo y el poder, la conciencia del precio trágico del poder, el sentido del juego, la condición de sujeto de la Historia, entonces una casta muy pequeña de hombres y mujeres, algunos con visibilidad pública, otros desde las sombras, la detenta", escribe Garcés. ¿Quiénes integrarían esa élite? "Los Steve Jobs, los Pablo Escobar, los Nicolás Maduro, las Christine Lagarde, las Dilma Rousseff, las Cristina Kirchner, mientras a los demás, hombres y mujeres, se nos predica una ética para señoritas del Ejército de Salvación". La tesis, entonces, es que vivimos en una sociedad pasiva y feminizada, en beneficio de unos pocos, donde la hombría es encarnada por una élite de personas más allá de las etiquetas de género. "Digamos que la condición femenina, en el sentido más retrógrado del término, es el futuro de todos. Pacientes para soportar sueldos que aumentan en proporción irrisoria en relación con las rentas, flexibles para cambiar de trabajo a medida que nos despiden, calientes para llenar la frustración comprando más autos y más tablets, razonables para aceptar que nunca hay que pedir más de la cuenta", concluye.
Ahí se perfila la búsqueda central del libro: la de encontrar una nueva definición, actual y contemporánea, para la hombría y la masculinidad
Si con la excepción de los miembros de esa élite, "lo real es que no vivimos ni en el viejo patriarcado ni en un paraíso de ciudadanos libres, sino en una red de usuarios definida por la pasividad de todos", entonces: ¿qué nos queda? El ejercicio del rol de espectadores más o menos satisfechos al que Garcés llama usuario-consumidor. "El consumidor posee todas las características que el viejo sistema patriarcal les atribuía a las mujeres. El paradigma femenino persiste, aunque los actores hayan cambiado, porque ahora incluye también a casi todos los hombres. Usuarios: los que tenemos que elegir entre PC o Mac, progres o liberales, chocolate o frutilla. Entre hacer que la foto de nuestro perro sea pública, solo amigos, amigos seleccionados o solo yo. Las 'opciones' de Facebook son un buen resumen de todas nuestras opciones".
Hacete hombre es un ensayo narrativo (o una serie de ensayos narrativos) en donde se incluyen reflexiones al paso sobre el kitsch, las canciones de Charly García, el feminismo, el lugar de pertenencia y también poemas apócrifos, cartas llenas de odio al CEO de Heineken, de HBO, al Senado de la Nación. Una escritura-collage no exenta de inteligencia y humor, conformada por opiniones, narraciones y materiales muy diversos. Tal vez no sea del todo desatinado pensar este tipo de escritura como un nuevo status al que la crónica periodística deba ascender, superada ya la etapa de su afianzamiento como género. Algo de esto se vislumbra ya en algunos libros de grandes cronistas como David Foster Wallace o Martín Caparrós: la elaboración de narraciones donde no hay materiales descartables sino diversos usos de esos materiales para intentar dar cuenta de la realidad. Una realidad que, como sabemos, es mucho más amplia, compleja y escurridiza de lo que nos quieren hacer creer.
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