La maldición de pagarle al FMI
Pagarle al FMI en 2005 fue un mal negocio para los argentinos. El Gobierno desembolsó reservas para cancelar la deuda con el fondo, pero inició un camino de aumento del gasto público que llevó a estancar el crecimiento del país y a una posición financiera de enorme debilidad. Como resultado, hoy la deuda pública argentina es de 170 mil millones de dólares más que en 2004.
La paradoja de la deuda se le reconoce a Joseph Steindl, economista austríaco exiliado durante el nazismo. En 1952, Steindl publicó un trabajo en Nueva York y Londres donde postulaba una paradoja: los ciclos de expansión logran disminuir el peso de la deuda con relación al capital. Era lo contrario a lo que predecía la teoría hasta el momento: que la expansión es un ciclo de búsqueda de inversiones y por lo tanto trae endeudamiento. La paradoja es que en busca de nueva deuda se termina desendeudando. O de manera opuesta, pagar a los acreedores de manera precipitada puede llevar a una dinámica donde la deuda termine estallando unos años después.
Desde una óptica diferente, Hyman Minsky, economista nacido en Chicago y reconocido por sus trabajos sobre fragilidad financiera, sostuvo que los momentos de expansión provocan una excesiva confianza que conduce a los agentes económicos a tomar deudas por encima de sus posibilidades.
La Argentina es un laboratorio donde logran fusionarse las dos ideas –opuestas– que durante décadas fueron una encrucijada de la teoría económica. La de Steindl, porque el pago de deuda puede decantar paradójicamente en una mayor deuda futura. Y la de Minsky, ya que un período de expansión puede llevar al gobierno a aumentar los gastos pensando, por ejemplo, que los precios récord de las commodities durarían para siempre. Ambas cosas sucedieron y llevaron al país a la situación actual.
En diciembre de 2005, Néstor Kirchner anunció el pago total de la deuda al FMI. Y así lo hizo, con la expectativa de divorciar a la Argentina de las exigencias del organismo con respecto a la política económica, pero en especial para alimentar el relato político. La Argentina sólo tardó 6 años en volver a los niveles de deuda previos al pago realizado. En 2011, la deuda alcanzó incluso un monto superior al de 2004: subió de 192 mil millones de dólares a 197 mil millones de dólares.
Si se mide la deuda como ratio, es decir, la proporción de la deuda pública sobre el producto bruto interno (PBI), se ve una caída, pero no la que afirman los economistas del oficialismo. Sucede que mientras el PBI está en pesos, la deuda es en gran parte en dólares. Por eso, en ese cálculo hay un tipo de cambio implícito que está lejos de la realidad. Si se considera el valor real del dólar (es decir, se separa el efecto de la inflación en pesos), la deuda/PBI bajó año a año hasta 2012, pero luego comenzó a subir. En 2015, fin del mandato de Cristina Kirchner, lejos del dato del 52,6%, la deuda/PBI alcanzó el 78,2%. Para fin de 2021, la deuda/PBI fue del 113,4%, y no del 79,9% como informa la Secretaría de Finanzas en su “Presentación gráfica de la deuda” en su sitio web.
En sintonía con la maldición de Steindl-Minsky, la gesta de pagarle al FMI derramó la última gota de racionalidad que podría haber evitado la explosión de gasto público que aniquiló la sustentabilidad de la economía argentina.
Economista, becario de la University of Sussex y Master en Finanzas de la Universidad de Buenos Aires