La “mala palabra” que ahora reivindica Milei
El nombramiento de Guillermo Francos como nuevo jefe de Gabinete encierra un cambio político radical no exento de dudas
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Aún es prematuro afirmar que la designación de Guillermo Francos en la Jefatura de Gabinete en reemplazo del caído en desgracia Nicolás Posse pueda constituir una refundación del gobierno nacional. Sin embargo, algunos de los conceptos vertidos en el comunicado oficial de la Presidencia de la Nación donde se anunció el recambio ministerial dan cuenta, al menos, de la reivindicación de algunos valores que hasta hace pocas horas no figuraban en el discurso de Javier Milei.
Concretamente, durante más de cinco meses al frente del Poder Ejecutivo Nacional, Milei no ocultó su irritación cada vez que se le hablaba de “consensos”. Por el contrario, se preocupó por exhibir e incluso sobreactuar su fastidio cuando se le mencionaba esa “mala palabra”. Temía que si accedía a hablar de diálogo o de consensos alguien pudiera interpretar que estuviese dando el brazo a torcer ante los representantes de su enemigo público: la casta. Intentó en todo ese tiempo hacer oídos sordos a quienes le susurraban la necesidad de seducir a la oposición dialoguista e insistió en escrachar públicamente a todos aquellos que resistieran sus propuestas en materia económica.
De golpe, algo cambio en las últimas horas. Desde hace unos pocos días, el Presidente dejó de hablar tan insistentemente de la casta y prefirió caracterizar a su gran enemigo como el “maldito socialismo”. Y más recientemente, en el acto que encabezó en Córdoba el 25 de Mayo, formuló una convocatoria al diálogo. Lo más significativo se produjo anoche, cuando el primer mandatario, al justificar el nombramiento de Francos al frente de la Jefatura de Gabinete, revalorizó como nunca antes la necesidad de dotar de volumen político y de consensos a su gestión.
El comunicado oficial de la Presidencia de la Nación es un hito en la comunicación política del actual Gobierno. Reconoce que el cambio de ministro coordinador apunta a “brindar mayor volumen político” a la Jefatura de Gabinete, al tiempo que destaca el profesionalismo, la experiencia y la “capacidad de gestión y consenso” de Francos “reconocida por todas las fuerzas políticas”.
El mensaje es bien claro. La razón en la que se funda la elección del nuevo jefe de Gabinete es su “capacidad política”. Y la comunicación oficial del Gobierno demuestra preocupación por hacer notar que la elección de Francos se debe, al menos en parte, al aprecio que suscita su figura entre dirigentes de la propia oposición.
Tal vez Milei haya reparado en algo que su socio político José Luis Espert ha sugerido después de los primeros tropiezos legislativos del Gobierno. Sostuvo el economista de Pergamino y titular de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados que, precisamente en la Cámara baja, además de unos 80 legisladores cercanos a las posiciones del oficialismo y algo más de un centenar de representantes del kirchnerismo y de fuerzas izquierdistas que nunca comulgarán con las ideas libertarias, hay unos 70 diputados que podrían ser capaces de definir cualquier votación y que a esos es a quienes “hay que seducir en lugar de cagarlos a trompadas”.
Hasta ahora, Milei ha mostrado firmeza a la hora de enfocarse en su batalla cultural. Ha sumado capital simbólico con sus shows, con su tapa en la revista Time y hasta con su pelea mediática contra el presidente español, Pedro Sánchez, que han hecho que el periodismo internacional se ocupase como pocas veces de la Argentina.
El problema del presidente argentino es cómo hacer para que ese capital simbólico que acumula se traslade a éxitos concretos en la gestión que se perciban en el bolsillo de la población. Pese a las dificultades económicas presentes, Milei mantiene un sostenido apoyo en la opinión pública, más o menos equivalente al número de ciudadanos que lo votaron en el balotaje de noviembre último. La esperanza es lo que sostiene a esa importante porción de la opinión pública que lo respalda. A tal punto que, como puntualiza uno de los directores de la consultora Poliarquía, Alejandro Catterberg, mientras que en diciembre el 84% temía algo parecido a una hiperinflación, hoy ese porcentaje se ha visto reducido al 24%, al tiempo que el 44% cree que la inflación va a seguir bajando.
Los focus groups de Poliarquía dan cuenta de una concatenación de factores que favorecen la percepción del gobierno de Milei. Hay una clara coincidencia en que “el país está hecho bolsa”, en que la culpa de esta situación es de “la casta” y también en que “Milei es distinto y hay que darle tiempo”. Claro que la esperanza no será para siempre y que, si los resultados esperados no se verifican, esas expectativas podrían revertirse. Y si el Gobierno no es capaz de conseguir una sola ley que le permita avanzar con sus reformas estructurales, no se recreará la confianza entre los inversores que permita reconstruir una matriz productiva y generar nuevos empleos.
El ascenso de Francos, un abanderado del diálogo político, es una apuesta a reencauzar las relaciones con las provincias y con sectores de la oposición tendientes a facilitar las transacciones que permitan destrabar la sanción de la Ley Bases y, en el futuro, de otras reformas que impulsará el Gobierno y que requerirán del aval parlamentario.
Es cierto que no pocos gobernadores provinciales reconocen al hasta ahora ministro del Interior como un interlocutor privilegiado, aunque también hayan desconfiado de su eficacia, por cuanto alguna vez fue desautorizado por el propio Milei. Por ejemplo, hacia fines de enero, los mandatarios provinciales se llevaron de Francos el compromiso de que bregaría por la coparticipación del 30% del Impuesto País, pero poco después chocaron con la negativa del Presidente.
Una de las dudas que genera el recambio ministerial es si Francos ocupará, en adelante, un lugar de privilegio en la mesa chica del Presidente, a la que se sientan su hermana Karina Milei y el asesor Santiago Caputo.
Los nuevos tiempos dirán si esta vez el diálogo triunfa sobre la intransigencia y el espíritu confrontativo que han venido caracterizando al presidente de la Nación.