La magia K
Creo que la magia es un arte. Para muchos, es una oscura ciencia con la que se pretende producir resultados contrarios a las leyes de la naturaleza. La magia hace sentir en el espectador que suceden cosas inexplicables, hechos que la razón no logra dilucidar. En ese juego, la mayor cualidad del mago pasa por distraer a quien lo observa para que no logre advertir el porqué de lo "mágico".
Con el respeto y hasta la admiración que merece el arte de la magia, todo mago es un "embaucador". Una suerte de impostor que nos confunde y nos hace ver lo que en realidad no ocurre, que nos impulsa a la ilusión y a la fantasía y nos lleva a creer lo que solo son quimeras en el intelecto.
El Gobierno también monta escenografías para hacer su magia
En el mundo de las artes, la lógica de la magia es muy reconocida. Pero aplicar la lógica de la magia en el universo de la política es definitivamente nocivo. Tiene mucho más de estafa que de artístico y quien la practica es más embaucador que ilusionista.
El gobierno nacional se vale permanentemente de las lógicas de la magia para llevar adelante su política. No solo reinventa el pasado construyendo incontables fábulas, si no que aplica cierta prestidigitación al presente que al espectador (el ciudadano) le hace sentir que las cosas son distintas a lo que la misma realidad cotidianamente le depara.
Veamos algunos casos concretos.
Cristina, a su modo, ejerce la magia tratando de distorsionar la percepción ciudadana
Cristina Kirchner propone un canje de bonos buscando aliviar la difícil situación financiera del Estado y logra que muy pocos adhieran. Es un fracaso enorme que ella revierte con un discurso asombroso. "La gente no acepta canjear sus bonos porque confían en mi gobierno", se anima a decir.
Cristina ha visto caer lasreservas monetarias sin tener la capacidad de frenar el drenaje de divisas. Pero repentinamente se ufana escribiendo en Twitter que, aporte mediante del gobierno chino, hoy tenemos poco mas de la mitad de lo que supimos acumular.
Cristina se pregunta y vocifera: "¿Vieron que el dólar no llegó a veinte pesos?". Pero olvida que esa moneda hoy escasea, que se accede a ella con un severo control del Banco Central o en un mercado que opera en la clandestinidad y que vale hoy cinco veces más de lo que valía el día en que ella asumió la presidencia.
Cristina, a su modo, ejerce la magia tratando de distorsionar la percepción ciudadana. No usa galeras, pañuelos ni polvos mágicos para crear la ilusión. Usa solo palabras. Afirma falacias con tal contundencia que muchos distraídos dudan de lo inverosímil de esas falacias. Sus palabras manipulan los hechos a su antojo con la misma facilidad que el prestidigitador desarma, mezcla y reconstruye el orden en la baraja.
No hubiera reparado en nada de esto de no haber leído días atrás un reportaje en el que Alejandro Sabella (alguien valioso a quien sinceramente respeto) decía adherir al Gobierno porque el precio del dólar no había alcanzado los veinte pesos y porque las reservas monetarias rondaban los treinta mil millones de dólares. Entonces recordé los dichos de Cristina y advertí hasta dónde son permeables en la conciencia social.
Yo no sé bien cuántos advierten lo que aquí cuento. Pero sé que el riesgo de descubrir al mago es muy alto
La palabra que construye el relato es arte para quienes adulan a Cristina. Pero para el resto es tan solo una tragedia que consiste en disimular con la verba los problemas del presente y las carencias que acorralan a los más desposeídos.
El Gobierno también monta escenografías para hacer su magia. Por eso desde hace días discute si un gobernador del oficialismo hizo bien en asistir a un stand montado por un diario en la principal ciudad turística de la Argentina. ¿Qué cambia que lo haya hecho o no? ¿Es políticamente relevante que haya cruzado una broma con una imitadora de la Presidenta? ¿En qué se diferencia el "gobernador acusado" por haber estado allí, si su prédica constante consiste en repetir las "bondades del modelo" como dogmas propios del más fiel de los devotos?
En Cristina Kirchner la política es el arte de presentar en palabras la realidad que a ella le conviene
Mientras todo esto ocurre, como hacen los magos, el Gobierno consuma hechos que casi no se advierten. Hacen rebotar declaraciones altisonantes, mientras reforma el procedimiento penal, construye con laderos el cuerpo de "acusadores judiciales" del futuro y pone en marcha anticipadamente normas del derecho civil que limitan la responsabilidad de los funcionarios del Estado. También impone reglas que le permitan a sus dirigentes que dentro de cinco años, cuando tal vez sólo sean parte de la historia argentina, representen a nuestro país en un parlamento del Mercosur.
Yo no sé bien cuántos advierten lo que aquí cuento. Pero sé que el riesgo de descubrir al mago es muy alto. Uno puede acabar confinado a las márgenes de la sociedad, asociado con buitres y perversas corporaciones, solo por derrumbar la fantasía a que conducen las mágicas palabras presidenciales.
En Cristina Kirchner la política es el arte de presentar en palabras la realidad que a ella le conviene. No es la realidad lo que le importa, si no la realidad que se muestra. Y no son los hechos los que conforman la realidad, si no las palabras que los moldean en la conciencia ciudadana.
Pero la política es el arte de administrar la realidad, ya sea para sostenerla como hacen los conservadores o para alterarla como hacen los reformistas o los revolucionarios.
Lo que nadie puede hacer en política es ignorar la realidad o pretender distorsionarla con palabras que solo construyen vulnerables hologramas a los que los hechos atraviesan impiadosos. Porque cuando eso pasa, ningún abracadabra lo frena.