La lucha despiadada por imponer una religión
Más allá de su impacto político, los jihadistas de Estado Islámico dirigen su furia integrista hacia las minorías religiosas de Medio Oriente y, según alertan cada vez más voces, están llevando allí al cristianismo al borde de la extinción
James Foley tenía 40 años, había nacido en los Estados Unidos y era católico. Se había graduado en la Marquette University de los jesuitas, en Wisconsin, y con ellos había permanecido siempre en contacto, incluso durante su cautiverio en Libia, donde cubrió la caída de Khadafy, y en Siria, donde encontró, según palabras del papa Francisco, el martirio. Steven Sotloff tenía 31 años y era judío, nieto de sobrevivientes del Holocausto de doble nacionalidad, estadounidense e israelí. Se había graduado en la Kimball Union Academy, en Meriden, New Hampshire. Su madre había implorado en vano poco antes por su vida.
Foley y Sotloff fueron asesinados a sangre fría con unos días de diferencia por los jihadistas del autodenominado Estado Islámico (EI), la fuerza integrista que controla extensas áreas de Siria y el norte de Irak, y cuyo despliegue y poder de fuego tomaron por sorpresa a Occidente y amenazan con hacer colapsar el diseño territorial de los países del Levante árabe.
Los crímenes de Foley y Sotloff, filmados y difundidos a todo el mundo, están cargados de perversas simbologías. La más llamativa es el vestido naranja con el que sus asesinos los expusieron de rodillas, que representa los uniformes de los presos islamistas en Guantánamo. También el acento británico del enmascarado que habla a cámara agitando su arma de puño. No es una casualidad la procedencia, la cultura y religión de las víctimas.
La guerra que se libra en el Levante implica un cambio inesperado en la relación de fuerzas tradicionales de Medio Oriente y presenta un nuevo escenario estratégico en la región probablemente más sensible del planeta. Sin embargo, hay una segunda dimensión de esta guerra. Aquí se busca de manera brutal y despiadada imponer una religión.
Como ocurre en Nigeria con el avance de los islamistas de Boko Haram, en pleno desarrollo del desastre humanitario, no son pocas las voces que advierten una vez más sobre el riesgo de la desaparición del cristianismo en Medio Oriente, la tierra donde Jesús vivió y murió.
En el último Informe sobre Libertad Religiosa del Departamento de Estado, publicado a fines de julio, el gobierno de los Estados Unidos afirmó que, en 2013, el mundo fue testigo del mayor desplazamiento de comunidades religiosas del que se tiene memoria (http://www.state.gov/j/drl/rls/irf/religiousfreedom/index.htm?dlid=222013&year=2013#wrapper). El informe hace foco en Siria, devastada por la guerra interna contra el régimen de Bashar al-Assad . "Como en muchos países de Medio Oriente, la presencia cristiana se ha convertido en una sombra de sí misma. Después de tres años de guerra civil, cientos de miles de cristianos huyen del país desesperados por escapar de la violencia del gobierno tanto como de grupos extremistas", dice el informe.
Se considera que la población de cristianos en Medio Oriente, en sus distintas denominaciones (coptos, maronitas, sirianos, ortodoxos, armenios, entre los más numerosos), se acercaba a un 20% un siglo atrás. Algunas estimaciones la reducen hoy a un 5%, producto de tasas de nacimiento bajas comparadas con las de musulmanes, una alta migración y la persecución sistemática.
Limpieza étnica
Un relevamiento del periodista francés Jean Michel Cadiot en su libro Los cristianos de Oriente menciona "dos grandes tragedias" que golpearon a los cristianos en el siglo XX: el genocidio armenio de 1915, que alcanzó a todos los cristianos en Turquía, y el conflicto árabe-israelí en la antigua Palestina, donde del 25% de cristianos se pasó hoy a aproximadamente un 2%. El trabajo registra hoy unos 8,7 millones de cristianos en la región (superarían los 40 millones si se suman los 12 millones de coptos de Egipto y otros 20 de una "vibrante diáspora", se esperanza Cadiot).
La situación planteada en el Levante agrava el cuadro. Sólo en Siria la población de cristianos cayó de 1,2 millones en 2003 a los actuales 400.000. Se redujo dos tercios en apenas diez años.
Khatchik Derghougassian, profesor en la Universidad de San Andrés, especialista en Medio Oriente, identifica a los cristianos como la minoría más expuesta en este escenario atroz. "El conflicto es religioso. Aunque el primer objetivo de este islamismo muy dogmático es la lucha contra los chiitas, los más vulnerables son los cristianos. Se busca su extinción en Medio Oriente. Se está destruyendo su patrimonio, sus monasterios, sus iglesias milenarias sin dejar huellas. El cristianismo está desapareciendo de la región en los últimos veinte años y el califato es su mayor y más absoluta amenaza", asegura.
"La creación de Estado Islámico rompe la continuidad de la amenaza de la creación de un área de dominación chiita de Irak, Irán, Siria y el Líbano, percibida por las monarquías del Golfo. Es una amenaza a esas monarquías y a Turquía, que les facilitaron el acceso a la región, les dieron armamento y logística y hoy no pueden controlarlo", explica Derghougassian.
Un trabajo de Amnesty Internacional conocido en la última semana (http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/mde140112014en_0.pdf) denuncia que el autodenominado Estado Islámico lanzó una campaña de limpieza étnica en el norte de Irak, que incluye crímenes y secuestros masivos contra minorías étnicas y religiosas, entre ellas, los yazidíes de origen kurdo y los cristianos.
En la presentación del informe, Donatella Rovera, asesora de Amnesty en el norte de Irak, aseguró que Estado Islámico "está cometiendo crímenes despreciables y ha transformado áreas rurales de Sinjar (en el noroeste iraquí) en sangrientos campos de la muerte en su brutal campaña por borrar todo rastro de poblaciones no árabes y musulmanes no sunnitas".
Las Naciones Unidas acordaron el lunes pasado el envío a Irak de una misión de once miembros que investigue lo que considera crímenes contra la humanidad "de una escala inimaginable", perpetrados por el integrismo islámico. Fue el primer pronunciamiento global de un mundo que parece haberse quedado sin respuesta frente a una nueva e incomprensible muestra de barbarie.
"Reclamamos la atención internacional sobre las generalizadas y sistemáticas violaciones de los derechos humanos contra civiles iraquíes y particularmente contra las minorías religiosas desde el 10 de junio último", denunció el representante francés Nicolás Niemtchinow durante la reunión ese día en Ginebra del Consejo para los Derechos de la ONU. Allí se informó que al menos 1,2 millones de personas habían sido desplazadas de sus hogares en lo que va del año. Sólo en agosto, 1420 personas resultaron muertas a manos de estos grupos.
"Comencé a rezar el rosario. Es lo que mi mamá y mi abuela habrían hecho", escribió James Foley en una carta a su universidad en los meses de cautiverio en Libia en 2011. "Rezo diez avemarías entre cada padrenuestro. Me lleva mucho tiempo, casi una hora, contar cien avemarías sobre mis nudillos. Es como una conversación con Dios", contó el periodista.
Steven Sotloff escondió su identidad judía de los integristas que lo tenían secuestrado, pero siguió intentando practicar su religión en secreto, observando ayuno en Yom Kippur y otros ritos, contó ItonGadol, la agencia judía de noticias.
Una tragedia ante ojos ciegos
Chrysostomo Johanna Ghassaly, arzobispo de la Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquia en la Argentina, asegura que en Siria e Irak se vive hoy una tragedia humanitaria ante los ojos ciegos del mundo.
"Vivimos otro genocidio como el de 1915, cuando el cristianismo ofreció un millón de armenios mártires y medio millón de sirianos. Estamos frente a un genocidio cristiano en manos de los jihadistas, sin ninguna ayuda, frente a todo el mundo y sin reacción. Desde el comienzo de los acontecimientos en Siria en marzo de 2011, y en Irak después de la caída del régimen de Saddam Hussein en 2003, empezamos a sentir que había un plan sistemático para deshacerse de los cristianos de Medio Oriente", dice Ghassaly. Nacido en Siria y llegado al país en marzo de 2013, Ghassaly representa a la Iglesia Siriana, que reivindica más de tres millones de fieles, la mayoría de ellos en el Levante y en la India. "Medio Oriente sin cristianos es un Medio Oriente sin civilización. Estamos hablando de cientos de miles de vidas que están enfrentando la matanza si no se convierten al islam. ¿A quién le importa? ¿Quién pregunta hasta cuándo?", reclama Ghassaly.
En Irak y Siria las casas de los cristianos son identificadas por los islamistas con la letra "nun" del alfabeto árabe, con la que comienza la palabra "nazareno". Las opciones para ellos se reducen hoy a la conversión forzada, el exilio o la muerte. Decenas de miles de familias fueron desplazadas tras la caída de Mosul y otras 13 poblaciones de la llanura de Nínive hacia el Kurdistán.
El desafío de estos pueblos es enorme. En un testimonio desgarrador, el arzobispo Athanasiud Toma Dawod, de la Iglesia Siria Ortodoxa, le dijo al diario The Guardian que la captura de Qaraqosh, la ciudad de mayor población cristiana en Irak, en agosto, fue un punto de inflexión para los cristianos de la región. "Están quemando nuestras iglesias, destruyendo nuestros viejos textos, nuestras cruces e imágenes de la Virgen María. Están ocupando nuestras iglesias y convirtiéndolas en mezquitas. Están matando a nuestro pueblo en nombre de Alá. Ése es el mensaje."
Algo similar expresa Derghougassian, quien considera que el objetivo de Estado Islámico no es otro que religioso. "No es islam, sino una interpretación muy particular que se aleja de las más tolerantes y abiertas y se diferencia de otros contextos islámicos, caracterizados por la protección de los pueblos del libro -cristianos y judíos- y cierta apertura cultural", asegura este experto nacido en el Líbano.
Y sigue: "Este islamismo dogmático, para decirlo en términos occidentales, ahí donde está, hace desaparecer las huellas de otras civilizaciones. Pasó en Afganistán cuando dinamitaron las estatuas de los Budas milenarias; en Siria, donde los islamistas ocuparon Malula, la única aldea donde se hablaba el arameo; en Irak, donde dinamitaron lugares sagrados del chiismo. Ahora es el cristianismo el que está desapareciendo".