La ley de hierro del peronismo
La década de Perón fue mejor que la década de Menem, y la de Menem, mejor que el ventenio kirchnerista 2003-2023. El segundo gobierno de Menem fue mejor que el primero, pero Menem fue mejor que Kirchner, que a su vez fue mejor que Cristina, cuyo primer gobierno fue mejor que el segundo; y el segundo, mejor que el de Alberto, que es por lejos el peor de todos porque es el último. Es la ley de los rendimientos decrecientes del populismo, que en la Argentina podría formularse como ley de hierro del peronismo y establece que, sin excepción, los días más felices terminan en los días más infelices.
Los derroches del primer gobierno de Perón terminaron en el ajuste del segundo; los de Cámpora-Gelbard, en el Rodrigazo de Isabel; la convertibilidad menemista acabó en el colapso de 2001 y el ajustazo de 2002; las consecuencias del ventenio kirchnerista las estamos pagando ahora. Cuando los días más felices terminan en los más infelices, los genios de entonces se transforman en los espantapájaros de hoy. Porque la ley de hierro de los rendimientos decrecientes del populismo abarca a sus figuras, cada día más decadentes, cada día más aisladas de la realidad, cada día más corruptas y más impotentes para sacarnos del pantano en que sumergieron al país durante su mejor oportunidad en dos siglos de historia.
Así, Agustín Rossi. Lo conocí en la Cámara durante el primer kirchnerismo, cuando era el jefe de bloque del Frente para la Victoria. Un adversario temible pero respetuoso de las reglas. Mi siguiente recuerdo ya es penoso: diciembre de 2017, como jefe de un bloque que intentó un golpe institucional contra el Congreso acompañado por las legiones del gordo Mortero y sus 14 toneladas de piedras. Ahora, la ley del hierro del peronismo terminó de expresarse en el vergonzoso informe que Rossi presentó la semana pasada como Jefe de Gabinete.
Inflación, inseguridad, Rosario, narco, Leliq, bonos, Rusia, China. Ninguna de estas palabras formó parte del informe de quien venía a explicar la situación crítica del país y los programas del gobierno a los representantes de los ciudadanos. Solo ante las preguntas de la oposición se sintió Rossi obligado a abordar estos problemas, que agobian a los argentinos. Hasta entonces, todo fue la habitual descripción de un país que solo existe en la cabeza del oficialismo, la acusación a la oposición de ser fascistoides y caranchos, más media hora dedicada a repudiar los discursos del odio opositores, supuesta causa del atentado contra Cristina. Ese es el respeto que el peronismo le tiene a los ciudadanos y a los diputados que intentamos representarlos en este caos.
Rossi tampoco respondió las preguntas que le hice. La primera, sobre cómo es posible que siga subiendo la pobreza si el PBI está creciendo y la distribución de la riqueza mejora gracias al gobierno nacional y popular. La segunda, sobre cuántos dólares han salido del país, y cuántos han entrado, desde diciembre de 2019 por culpa del Fondo Monetario Internacional. La tercera, sobre el valor de YPF en el momento de la estatización y su valor actual, y sobre cuánto nos costaron y cuánto nos van a costar los juicios provocados por la incompetencia de Kicillof.
De contestarlas no se encargó Rossi, sino la realidad. Al día siguiente de su fantasmal aparición, el Indec informó que en la segunda parte de 2022 la pobreza afectaba ya al 39,2% de los argentinos. ¿Cómo es posible que la pobreza aumente mientras el Gobierno dice que ha crecido el tamaño de la torta y la sensibilidad social del peronismo ha mejorado su distribución? ¿Se trata de una matemática peronista, como la de Guillermo Moreno? ¿Fue inventada para que los números “cierren con la gente adentro”, como Cristina reclamó? El Indec no lo informó. Tampoco dijo que la pobreza ya ha superado el 42%, ni que desde 2019, mientras subían siete puntos la pobreza de la “tierra arrasada” que dejó Cambiemos, aumentaron 70.000 millones de dólares la deuda y transformaron el equilibrio fiscal en déficit; el superávit comercial y energético, en escasez de dólares; las tarifas actualizadas, en cortes de luz, y el cambio competitivo en cepo, atraso cambiario y dólar para los importadores que vale la mitad de lo que se paga a los exportadores. Tampoco mencionó que el 39,2% de pobreza obtenido por el gobierno empeora el peor registro de la Alianza (38,3%), alcanzado aquel glorioso 2001 en que el peronismo se hizo con el poder aplicando su manual de saqueos al costo de prenderle fuego a la Constitución y al país.
Un día más y la realidad se encargaría de contestar otra pregunta que Rossi ignoró y, de paso, de responderles a quienes sostienen que la deuda “impagable” con el FMI le ha impedido a este gobierno llenarnos de plata los bolsillos. En un ejercicio de militancia que merecería ser presentado con el directorio del FMI cantando “Vengo bancando este proyecto” a coro, el demoníaco Fondo le perdonó los incumplimientos al gobierno peronista y le tiró un monumental salvavidas: 5400 millones de dólares de desembolso inmediato, por un total de 28.900 millones desde que entró en vigencia el acuerdo. Según el Banco Central, son 2956 millones de dólares más que los pagos del Gobierno al FMI. Esto es lo que Rossi quería ocultar: además del demoníaco macrismo que pagó la tarjeta en 2015-2019 y la dejó lista para un nuevo reviente, del egoísta sector agropecuario que banca el déficit de la Patria Subsidiada, y de la infame guerra que llevó la soja por encima de los 500 dólares, son los aportes del FMI los que impiden que el manicomio dirigido por Massa vuele por los aires.
Pero no fue todo. Presentes la pobreza y el FMI (¡menos mal que no gobierna la derecha!), faltaban los fondos buitres, que se presentaron enseguida. Ese mismo viernes, la Justicia estadounidense falló contra el país en la causa por la expropiación irregular de YPF que puede llegar a costarnos 17.000 millones de dólares. ¿Favores de la justicia de EE.UU. a la oposición en un año electoral, como denunció Kicillof? ¿Complicidad de Juntos por el Cambio con las corporaciones, como acusó Rossi? Baste recordar que el Fondo Burford que litiga hoy contra la Argentina le compró el juicio al Grupo Petersen, de la familia Eskenazi, reconocidos banqueros de Santa Cruz; que esos “expertos en mercados altamente regulados” fueron elogiados por Brufau, CEO de Repsol, cuando les regalaron el 25% de YPF que los Eskenazi pretendían pagar con ganancias de la propia empresa; que esa operación fue concertada por el gobierno kirchnerista y Repsol; que el decreto de estatización lo redactó Zannini, actual Procurador del Tesoro y exdirector del banco de los Eskenazi, y que Repsol tenía como abogado a un tal Alberto Fernández. “Llegué allí de la mano de Eskenazi y a pedido de Kirchner”, sostuvo entonces nuestro actual presidente. Y agregó: “Los contratos están a mi nombre porque no tengo testaferros ni cuentas en negro”. Corría 2012. ¿Testaferros? ¿Cuentas en negro? ¿A quién le estaría hablando Alberto? Misterio nac&pop.
Los días más felices peronistas terminan en los días más infelices, también peronistas. Es la ley de hierro del peronismo, que no perdona. Por eso nos gobiernan los Albertos, las Cristinas y los Kicillof. Y para terminar de responder las preguntas que Rossi no contestó: el 27 de febrero de 2014, día de la estatización, la acción de YPF valía 35 dólares. Hoy vale 11. Esta es la epopeya de la que se jactó ante la Cámara: un recorte del 68,5%, que si se aplica al valor declarado por Kicillof (us$19.000 millones) implica una pérdida de us$13.000 millones. Con los us$17.000 millones del juicio de Burford suman us$30.000 millones, más de dos tercios del famoso crédito del FMI.
Pero la pasantía de Axel en Economía nos costó bastante más. Al fenomenal costo de la “soberanía energética” más loca del mundo, que a fuerza de importar combustibles está vaciando las reservas del Central, hay que agregar los más de us$12.000 millones abonados a los “fondos buitre” gracias a otra de las genialidades axelianas que no iban a costarnos ni un centavo y los us$3600 millones que aceptó pagar como punitorios (¡punitorios!) al Club de París. Suman us$45.600 millones, un crédito del FMI completo, que en el caso del kirchnerismo no se usó para pagar deuda anterior sino para brindar una pequeña ayudita a los amigos. No por nada dos Eskenazi encabezan el ranking de “fugadores” 2015-2019 confeccionado por el camarada Verbitsky. Enrique Eskenazi: us$40,5 millones; su hijo Matías: us$29 millones; sus demás hijos, Sebastián, Valeria y Esteban: us$33,4 millones. No hay nada más lindo que la familia unida. Patria sí, colonia no.