La jefa manda vacunar por decreto
Toda la resistencia que el Gobierno mostraba hacia Pfizer se disipó en menos de 24 horas y se transformó exactamente en lo contrario: urgencia para facilitar un acuerdo con el laboratorio
- 7 minutos de lectura'
Toda la resistencia y las dudas que el Gobierno venía mostrando hacia Pfizer se disiparon en menos de 24 horas y se transformaron exactamente en lo contrario: urgencia en el decreto para facilitar un acuerdo con el laboratorio. Después de casi un año de iniciadas las conversaciones con la empresa, Vilma Ibarra, encargada de explicar la novedad, justificó ayer que la Casa Rosada hubiera elegido esa herramienta jurídica y no el proyecto de modificación de la ley de vacunas de la oposición: “Hay proyectos que tardan en tratarse”, dijo. Quienes participaron de la discusión legislativa dan sin embargo una versión más creíble: fue Cristina Kirchner quien, directamente, envió al recinto la orden de rechazar la propuesta de Carmen Polledo. Peor que ceder ante Pfizer, admiten, es regalarle la agenda de campaña al macrismo.
La del jueves fue una sesión de desconcierto y argumentos encontrados. Por la noche, diputados de la Comisión de Salud no estaban al tanto del decreto. Pablo Yedlin, su presidente, había sido terminante por la tarde. “El proyecto lamentablemente no soluciona el tema: estamos esperando la resolución del laboratorio porque no vamos a seguir cambiando leyes si el laboratorio no va a dar el acuerdo suficiente. Vamos a cambiarla cuando tengamos la garantía de la industria de que va a vender las vacunas”, dijo. Pero nadie le estaba dando al oficialismo esa garantía. Al contrario: “Sin cambio en la normativa nadie va a dar un paso”, contestó a LA NACION un lobista del laboratorio.
El Gobierno tuvo entonces que ceder. Cambió la propuesta y ahora confía en que Pfizer acepte. La oposición, en cambio, lo tomó como un triunfo propio. “Se comieron una trompada”, describió en la madrugada del viernes un diputado de Juntos por el Cambio, todavía sin conocer los detalles del decreto que Ibarra y Carla Vizzotti anunciarían ayer, pero intuyendo que el Gobierno estaba sintiendo la presión y que, a partir de entonces, no tendría más alternativa que moverse al ritmo del imperativo de Copani: “Traeme la Pfizer, quiero la Pfizer, dame la Pfizer”.
Es cierto que la oposición pudo haber tenido la misma iniciativa mucho tiempo antes. Pero influyó aquí, más que nada, un sector político con el que nadie contaba: padres que, interesados en vacunar a hijos discapacitados o con enfermedades graves, se agruparon y vienen contactándose desde hace varios días con legisladores.
La llegada de la variante delta le impide por ahora al Gobierno dar, como quisiera, vuelta la página del Covid. Son penurias que abarcan al mundo entero, pero que dejan particularmente en falsa escuadra todo acto deliberado de campaña. “La pandemia va a pasar, vamos a vacunar a los argentinos y a las argentinas”, confió anteayer en Lomas de Zamora Cristina Kirchner. El lugar elegido para hablar, un distrito donde arrasó electoralmente en 2019 y gobernado por un intendente afín, Martín Insaurralde, le permitió una voltereta retórica extraña: regresó mentalmente siete años, a sus tiempos de presidenta. “En 2015 éramos más felices de lo que vino después”, afirmó. Esa retrospección la empujó también a un acto fallido: cuando se despedía, en lugar de elogiar a Insaurralde por el motivo de la convocatoria, la entrega de 10.000 notebooks escolares, confundió esa cifra con las anunciadas ahí mismo en 2015 en un acto propio: “Muchas gracias y felicitaciones, Martín, por los 5 millones..., por las diez mil computadoras. ¡Perdón, perdón, por las diez mil computadoras!”.
Argentina 2021: todo es más arduo que hace siete años. La economía está estancada desde 2011. Pero la expresidenta responsabilizó a Macri de la crisis. Un discurso que ya usó en la campaña de 2019, pero que la obliga ahora a saltearse el año y medio de Alberto Fernández. ¿Es con eso con lo que sueña? Misterios que solo devela en la intimidad. Algo admite, de todos modos: está bastante molesta con él y solo valora su aporte para derrotar a Juntos por el Cambio. Para 2023, dice, preferiría otros candidatos. Axel Kicillof, el elegido hasta ahora, volvió a acompañarla en el escenario. En el peronismo aceptan estas condiciones. Entienden que ella debe hablarle al público fiel y mostrar más al gobernador que al jefe del Estado. “Alberto es una figura cansada”, advirtió un referente del territorio.
Es el kirchnerismo a pleno. Como en los viejos tiempos. Exactamente lo contrario a lo que llegaron a imaginar algunos entusiastas del PJ en 2019. Juan Manzur, por ejemplo, que llegó a decir: “Creo que la expresidenta de la Nación cumplió un ciclo político”. Cristina sigue sin olvidar la frase. Anteayer, delante de Insaurralde, y mientras se lamentaba de que sus colaboradores Nicolás Kreplak y Daniel Gollán hubieran sido procesados por el plan Qunita, recordó como al pasar: “A Manzur nunca lo procesaron por eso. A los demás, sí. Bueno, no importa”.
La campaña en manos de la jefa puede ser algo tranquilizador para el peronismo. Aunque algunos de sus movimientos rocen algún interés corporativo. Un ejemplo: hace tres semanas que la CGT hace esfuerzos semánticos para entender qué quiso decir Cristina Kirchner con eso de la necesidad de contar con un “sistema de salud integrado”. La propuesta puso en alerta a empresarios y sindicalistas. “Quieren estatizar el único sistema que anda bien en el país para transformarlo, como en cada cosa que toma el Estado, en un desastre”, se quejó hace siete días a este diario Claudio Belocopitt, presidente de la Unión Argentina de la Salud y dueño de Swiss Medical. Una incomodidad para Héctor Daer, en conciliación obligatoria luego del anuncio de un paro, en medio de una paritaria difícil y, desde el lunes, con dos stents coronarios luego de una descompensación que lo obligó a internarse en la Fundación Favaloro.
El sector de la CGT que encabeza Daer respalda a Alberto Fernández. Pero no de modo incondicional. Los dirigentes gremiales suelen admitir que hay un límite temporal: el día en que alguien decida avanzar sobre el Fondo Solidario de Redistribución, que administra la Superintendencia de Salud y desde donde parten los pagos de altas prestaciones de las obras sociales. ¿Toca la reforma de Cristina Kirchner esa víscera sensible? Los sindicalistas creen que no. Pero los dueños de los sanatorios ya hurgaron en esa herida durante la paritaria: “Si estatizan la salud, vos te quedás sin gremio: van a ser todos empleados de ATE”, le dijo uno de ellos a Daer hace dos miércoles.
Para peor, la idea de una reforma recibió un elogio inesperado: el de Hugo Moyano. “Siempre que sea para mejorar el sistema de salud, bienvenida sea la propuesta de Cristina Fernández”, dijo el líder camionero. ¿Qué se propone?, se preguntan quienes lo suponen capaz de disputar cargos en la CGT. Imposible saberlo: él también es impredecible. Esta semana criticó en una carta a Matías Kulfas y Claudio Moroni, dos de los ministros más consustanciados con la gestión de Alberto Fernández. Kulfas había dicho que le preocupaban los bloqueos a empresas y agregó que, más allá de que no se trataba de situaciones generalizadas, trabajaba junto con Moroni para resolverlos. Moyano le escribió una carta y la hizo pública. Le recordó en el texto que había puesto el cuerpo y los camiones por el kirchnerismo en el conflicto agropecuario de 2008: “Cabe mencionar los 10 días en Ceibas, a la intemperie, con 1200 trabajadores deteniendo un avance que se dirigía a Buenos Aires. En ese entonces, naturalmente, no se hablaba de ‘preocupación por los bloqueos’, sino que se agradecía el compromiso por la estabilidad de las instituciones”, dijo.
Es irrelevante que el camionero haya sido definido por el Presidente como “dirigente ejemplar”. Su lealtad, siempre momentánea, obedece ahora a Cristina Kirchner, a quien en realidad parecía dirigido el mensaje de la carta. Estas cuestiones se dirimen, además, siempre en el mismo ámbito: el del poder real. Aunque estén lejos de los intereses del electorado y las estrategias proselitistas. Desde esa óptica, el Covid agrega un problema, porque expone todo a la luz. ¿Vale ahora, por ejemplo, retacear vacunas a chicos discapacitados por tironeos partidarios? Difícil la campaña en pandemia: las picardías se vuelven burdas.