La jefa manda en silencio
La anécdota es poco conocida. Se la contó Cristina Kirchner en septiembre de 2017 al diario El País. "Te voy a dar una primicia que nadie sabe", le anticipó ella al periodista, Carlos Cué, y recordó: en una de las noches de la campaña de 2015, Daniel Scioli le propuso encabezar la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. "Le dije: ‘Nooo, Daniel, si yo voy de candidata a diputada nacional...’, porque él decía que eso traccionaba y ayudaba a los votos, por ahí tenía razón, pero bueno... Y ahí yo le dije: ‘Si voy de candidata a primera diputada, ¿sabés lo que van a decir? Que voy de comisaria política tuya, que voy a controlarte desde la Cámara de Diputados. Sería muy malo. No, dejame que yo me voy a casa’".
El oído del establishment no siempre distingue, al contrario: reconstruye lo que no escucha y advierte el influjo de la jefa cada vez que Alberto Fernández tropieza con dificultades de consenso
Nadie, ni los que la detestan, le negará nunca instinto político. Ese rol de conductora es el mismo que le atribuyen hoy. Incluso, o especialmente, en los momentos en que prefiere mantenerse en silencio. El oído del establishment no siempre distingue, al contrario: reconstruye lo que no escucha y advierte el influjo de la jefa cada vez que Alberto Fernández tropieza con dificultades de consenso. Es lo que acaba de pasar con los desencuentros sobre el voto contra Maduro en la ONU."Para que nadie se confunda, el Gobierno mantuvo siempre la misma posición sobre Venezuela", aclaró en un tuit el canciller Felipe Solá. Pero el mundo de la diplomacia se maneja interpretando el contexto –las disidencias internas son relevantes– y con valores relativos: depende de dónde se viene y a dónde se va. Si la Argentina de Macri era un aliado incondicional de Estados Unidos contra Maduro, una postura más equidistante estará siempre a merced de las dudas que provoca el Frente de Todos. En la Cancillería, por ejemplo, exaspera que los medios extranjeros definan a la administración de Alberto Fernández como "de izquierda", en lugar de "progresista". En política exterior o en economía, el sospechado de populista estará siempre condenado a sobreactuar para ser creíble.
Lejos de despejarlas, Cristina Kirchner cultiva estas ambigüedades. En el Gobierno saben, por ejemplo, que ella podría haber saldado los contrapuntos de esta semana solo con un tuit. "Un like a un tuit de Felipe", dicen, en referencia al canciller. Se habrían podido evitar, por lo pronto, las críticas de Alicia Castro, que renunció a una eventual embajada en Rusia, un cargo que, dicen en el Frente de Todos, venía desde hacía tiempo descartado. Las divergencias habían empezado en marzo, cuando la exembajadora en Venezuela exigió para su residencia en Moscú un ascensor cuyo costo orilla los 45.000 dólares, y excedieron después el ámbito doméstico: temor a viajar por el Covid y, en julio, objeciones a la manifestación argentina en la ONU sobre Maduro. La exazafata aprovechó la ocasión para posicionarse: después de recibir una llamada del operador Eduardo Valdés, que intentó apaciguarla con un mensaje de Alberto Fernández, ella contó públicamente que era el Presidente quien la había contactado para convencerla de no renunciar.
Malentendidos internos en momentos de sensibilidad global. Lo que hace Maduro es relevante para Estados Unidos por múltiples cuestiones, entre ellas, la seguridad regional, y lo transmite a sus aliados. Hace dos semanas el secretario de Estado, Mike Pompeo, visitó Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima, en la frontera con Venezuela, y fustigó al presidente bolivariano: "No es solo un líder que ha destruido su propio país [...], también es un narcotraficante. Está impactando en la vida de Estados Unidos".
En tiempos de elecciones, el interés geopolítico norteamericano pasa a ser partidario. En Florida, uno de los estados capaces de definir la carrera a la Casa Blanca el 3 de noviembre, viven unos 200.000 venezolanos. Hasta Biden se ocupó esta semana del asunto: ganar en Florida, aun por un voto, le daría 29 en el colegio electoral. "Maduro, a quien he conocido, es un dictador, así de sencillo –dijo Biden de visita en el sur del estado–. Y está causando un sufrimiento increíble al pueblo venezolano. Deberíamos estar liderando los esfuerzos internacionales para enfrentar la masiva crisis humanitaria en Venezuela".
La Casa Rosada ha resuelto mostrarse más distante al respecto, aun conociendo el peso de Washington en su negociación con el FMI."También nos preocupan los derechos humanos en otros países de la región, como Colombia, Bolivia o incluso en la comunidad afroamericana en Estados Unidos", dijo Cafiero el miércoles, consultado sobre Venezuela en el Senado. Alberto Fernández apuesta a que el respaldo en el organismo llegue a través de la Unión Europea.
Son movimientos que tienen el aval de Cristina Kirchner. Aunque ella calle. Quienes intentaron esta semana auscultar su pensamiento en la discusión por el voto en la ONU fracasaron: recibieron el mensaje de que no había nada que decir. Por eso en el gabinete celebraron las palabras de un incondicional de La Cámpora, Andrés Larroque. "Hay que evitar el revoleo de declaraciones", le dijo a Nancy Pazos en Rock & Pop. Larroque padece la ambivalencia discursiva oficial desde su rol de negociador en Guernica. ¿Cómo lograr que acepten su propuesta usurpadores que no solo necesitan vivienda, sino que oyen y leen desde el conurbano las mismas contradicciones ideológicas que los diplomáticos en el plano global? "No hay credibilidad", protestó ayer Sergio Berni contra el juez Martín Rizzo, que lleva la causa, en el programa de Lanata en Radio Mitre. Dice que había preparado 3000 agentes para el desalojo el 1° de octubre y tuvo que recular ante la postergación. Pero el texto del juez cita a Larroque entre quienes le pidieron más plazo.
Es imposible que estas lagunas no acaben trasladándose también al ánimo inversor o cambiario. ¿Quién arriesgará una moneda en una democracia que todavía discute la propiedad privada? El problema no es tanto lo que se dice como lo que subyace en la estructura de la coalición. Anteayer, durante una teleconferencia, Neil Herrington, de la Cámara de Comercio norteamericana, enumeró ante Alberto Fernández cuál era la parte del Frente de Todos con la que se sentían más cómodos: "Quiero reconocer a los miembros de su equipo con los cuales el sector privado ha establecido relaciones constructivas: Gustavo Beliz, Martín Guzmán, Felipe Solá, Matías Kulfas y, claro, su excelente embajador en Washington, Jorge Argüello. Como en cualquier relación bilateral, nunca se va a poder coincidir en todo, pero con su equipo nosotros podemos mantener un diálogo robusto y abierto", dijo.
El problema es que el Gobierno no termina ahí. ¿Qué piensa ella?, se preguntan desde diciembre en ministerios y secretarías ante cada decisión. Ese silencio puede más que las peroratas de todo un gabinete. Ante los ejecutivos norteamericanos, el Presidente planteó la necesidad de un "capitalismo solidario". Pero el empresario es antes que nada prejuicioso. Cuando intuye populismo, su oído completa la frase siempre para el mismo lado.