La jaula de la corrección política
En noviembre, el sitio español Vozpópuli publicó un artículo titulado "¿Y si Clint Eastwood tuviera razón? Hacia una sociedad adolescente". En una entrevista con un medio estadounidense, respecto de las elecciones que se avecinaban, el actor afirmaba: "Secretamente todos se están cansando de la corrección política, del besuqueo. En este momento estamos en una generación de blanditos. Todo el mundo está caminando sobre cáscaras de huevo". Fue el punto de partida para que Vozpópuli formulara una crítica contra la corrección política en el ámbito universitario -como su lugar de origen- y en la sociedad occidental en general. La tesis del artículo es que nos encaminamos hacia una sociedad cada vez más infantilizada, sobreprotegida y sostenida con extrema vigilancia por la tendencia a ser políticamente correctos.
A mediados de los 60, los filósofos alemanes de la Escuela de Fráncfort desplegaron una teoría crítica y expusieron el sistema ideológico que derivaría en la actual corrección política. Herbert Marcuse hablaba de tolerancia represiva. Por un lado: la "tolerancia indiscriminada está justificada en discusiones inofensivas, en controversias académicas; resulta indispensable en la investigación científica y en la religión íntima". Por otro: "Pero la sociedad no puede permitirse la no discriminación cuando están en juego la existencia pacífica, la libertad y la felicidad: aquí ciertas cosas no pueden decirse, cierta conducta no puede permitirse sin hacer de la tolerancia un instrumento para el mantenimiento de la sumisión abyecta". El mejor fundamento era que "los discursos de los dirigentes nazis fueron el prólogo inmediato a las matanzas".
Este pensamiento de la izquierda trascendió el ámbito universitario, entró en la clase dirigente y en la sociedad en general. Lo políticamente correcto se transformó en una conciencia moral. Se fue cargando de tabúes, "temas delicados" que hoy ya no es posible abordar sin salirse de sus fronteras.
Los movimientos progresistas en general han sido los representantes de lo políticamente incorrecto durante décadas. Eso no significa que en estos días el discurso políticamente incorrecto sólo pueda encarnarse en las voces de la derecha. Significa que buena parte del discurso progresista se ha vuelto inofensivo porque ha sido cooptado por una astuta maquinaria hegemónica que le desafiló los dientes y lo ha llevado a meterse en una jaula que produce inhibición e hipocresía. Este progresismo concienzudo quedaría enfrentado a las ideas intempestivas -diría Nietzsche- que muchas veces mueven y expanden el pensamiento.
Históricamente cercado por la tradición, la moral judeocristiana, el discurso de la derecha ha sido tautológicamente conservador, reaccionario. Ahora que la izquierda impuso una parte de su moral al mundo capitalista, aquellos que normalmente militaban en las filas de la reacción, engañosa pero eficazmente hoy proponen el cambio; a fuerza de reaccionarios se han vuelto revulsivos. Sus discursos parecen mitigar el inevitable "malestar en la cultura" del que habla Freud. La barbarie discursiva, con razones poco sólidas y una dosis de demagogia, tiene otra audacia para abordar temas que a la izquierda le resultan casi intratables, y que a buena parte del progresismo bienintencionado ponen en una encrucijada porque no encuentra cómo tocarlos con sinceridad y, lo que es peor, con los argumentos que le permitan mostrar cierto disenso de lo que indica el manual de lo políticamente correcto.
Docente universitario y crítico