La invasión a Ucrania como guerra a la globalización
- 4 minutos de lectura'
Después de los horrores de la última guerra mundial, el mundo pareció superar también las antinomias de la Guerra Fría. Los países no solo mejoraron su comunicación con los avances vertiginosos de la revolución digital, sino que se volvieron más interdependientes en lo económico y tecnológico. Además, identidad y dignidad de la persona, fraternidad, pluralidad, libertad, igualdad y derechos humanos parecían ser valores compartidos por la mayoría de los países, incluso con matices, aun en los de cosmovisión comunista. Hasta el papa Juan Pablo II hablaba de globalizar la solidaridad.
Surgió el término “globalización” como expresión de un proceso de convergencia, principalmente económico, científico y tecnológico, pero con una fuerte presencia de un ideario común como base para construir finalmente la paz. Vivimos entonces estas últimas décadas en una suerte de armonización e integración de identidades, aspiraciones, ideas y culturas, donde la dinámica occidental fue mayormente protagonista en el diseño de los contenidos de esta globalización. David Brooks, columnista de The New York Times, afirmó que la globalización ha terminado y que comienzan (con la invasión a Ucrania) las guerras culturales globales. ¿Será así?
Escuchando los argumentos de Putin para invadir Ucrania, podrían justificar esta afirmación al menos tres razones:
Podemos pensar que en gran medida lo que mueve a los seres humanos es lo que el filósofo alemán Peter Sloterdijk denomina “fuerza timótica”. Se expresa en las personas y en los grupos por la necesidad de ser respetado, tenido en cuenta y apreciado por los demás. En este aspecto, muchos sienten que la política global ha generado una tremenda desigualdad social y exclusión, produciendo la ira, seguida por la venganza, y eso explicaría en parte el sentimiento de Putin y gran parte del pueblo ruso.
La mayoría de la gente sigue manteniendo un fuerte sentimiento de pertenencia a un lugar concreto y a su nación. En este punto también son muchos los que se han sentido desplazados y ven amenazada su identidad y honor nacional por las corporaciones multinacionales y el nuevo ordenamiento mundial. Esto también parece movilizar al pueblo ruso.
La gente se mueve por anhelos morales y apegos a valores culturales y hasta religiosos y ahora muchos sienten que la globalización los ha agredido profundamente.
Las frases de Putin sobre evitar “el odio a lo ruso”, la afirmación: “Ucrania es parte inalienable de nuestra propia historia” y la reivindicación del “papel indispensable que jugó Rusia en el desarrollo económico y social de Ucrania” abonarían estas hipótesis. Además, varias ideas que han tomado auge en estos últimos años parecen no tener el consenso que se pensaba y esto no pasaría solamente en Rusia. El aparente triunfo del individualismo neoliberal sobre el colectivismo, las políticas de género, la defensa de los derechos Lgbtq, el hecho de que cada persona pueda elegir su propia identidad y sus valores, que la finalidad de la educación sea promover el pensamiento crítico de los estudiantes sobre las ideas que han recibido de sus padres son algunas quizás de las ideas que, muchos más de los que creíamos, ahora rechazan.
Si la invasión a Ucrania puede ser en realidad una guerra a la globalización que fue diseñada fuertemente en un ideario occidental, entonces sería, en última instancia, una guerra cultural. Frente a las consecuencias que generará la invasión rusa: ¿se producirá un cambio profundo en el ordenamiento mundial? ¿Pueden ser estos sentimientos antiglobalización también la causa de tantas tensiones en las democracias de Occidente? ¿No será la principal razón de “la grieta” argentina? ¿Qué es lo que no deberíamos perder de la globalización y qué hay que cambiar?
Doctor de la UBA en Ciencias Sociales