La interna del Pro paraliza a Juntos por el Cambio
La paridad electoral entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio recalienta la disputa en esas coaliciones por el control de la selección de candidatos: la etapa más importante de una campaña. El 24 de julio vence el plazo para oficializar a los que competirán en las PASO del 12 de septiembre y los comicios del 14 de noviembre. Lo que vuelve trascendente el rol de quien asuma esa decisión. Especialmente en la provincia de Buenos Aires. El distrito donde se define el resultado de los comicios.
Bajo la excusa de saldar una cuestión de liderazgo, esa es la disputa de poder abierta en cada fuerza. Los que desean consolidar esa posición están preocupados por reclutar fidelidades inclaudicables para mantener la expectativa de participar activamente en la resolución de candidaturas presidenciales en 2023. Un requisito no siempre compatible con la representación del interés ciudadano. En el promedio de los sondeos de opinión, los reacios a votar, quienes lo harían en blanco e indecisos, sumaron el 50 por ciento en mayo.
Sería ilógico que con ese panorama la agenda política no esté condicionada en junio por la necesidad de resolver esas urgencias. Una situación que los intendentes peronistas del conurbano cercanos a Alberto Fernández intentan aprovechar para impedir que Sergio Berni sea el potencial candidato a encabezar la lista de diputados nacionales. Una forma oblicua de oponerse a que Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo resuelvan en soledad quienes integren esas listas.
El atributo más importante del ministro de Seguridad es disimular la carencia extrema del Frente de Todos. La falta de dirigentes que proyecten algún encanto a la sociedad. Uno de los déficits que Fernández comparte con Axel Kicillof. Ninguno de sus ministros cumple un rol sobresaliente. Cristina advirtió el año pasado el brete en que la colocaban “los funcionarios que no funcionan”. Cómo reflejar entonces con algún decoro el poder simbólico de sus investiduras en las listas. El Presidente y el gobernador no están interesados en echar mano a sus jefes de Gabinete. Más que la conformidad con sus prestaciones, a Santiago Cafiero y a Carlos Bianco los vuelve imprescindibles el trastorno que significaría sustituirlos. Berni podría plantearle esa misma dificultad a Kicillof. El gobernador desconfía de los intendentes. Un resquemor que condensó la protesta policial del año pasado.
En el gobierno bonaerense están convencidos que algunos de ellos lo promovieron con la intervención de Sergio Massa, de antipatía mutua con Berni. Funcionarios de Kicillof mantienen una buena relación con el intendente Julio Zamora y lo alientan a competir en Tigre por cargos locales en una PASO contra quien designe Sergio Massa. Sería una de las pocas excepciones a la regla que seguiría el Frente de Todos: una lista de unidad para los de legisladores nacionales y provinciales.
Si quiere retener los cuatro diputados que obtuvo en 2017, Massa deberá negociar con el kirchnerismo. E incluso con Zamora, desinteresado en competir a menos que le garanticen hacerlo en condiciones de igualdad. Es lo que limita la intención de Massa de diferenciarse del gobierno. Tanto que haría desistir a su esposa y titular de AySA, Malena Galmarini, de competir en 2023 para suceder a Zamora. El intendente especula con que apelaría para eso a Nicolás Massot. Habladurías, seguramente. Pero que alimentan la predisposición negativa en Juntos por el Cambio con su mentor, Emilio Monzó, dispuesto a tener un lugar entre los diez primeros candidatos a diputados nacionales en la lista de esa alianza. Lo complica el único dirigente que lo defiende: Horacio Rodríguez Larreta. El jefe del Gobierno porteño propuso descender al 10 por ciento el piso electoral del 25 exigible a las minorías para estar representadas en las listas. Es lo que transmitió esta semana al resto de Juntos por el Cambio.
Una primaria de gran volumen sentaría un precedente para la elección general y evitaría la dispersión del voto opositor. La invitación es imaginada para atraer a peronistas desencantados y el GEN de Margarita Stolbizer, entre otros. Pero está pensada para tentar al Partido Libertario de José Luis Espert y los cuatro puntos que podría obtener en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, Monzó tiene todavía otra opción para exceptuarse de competir. Cerrar un acuerdo con Florencio Randazzo.
Un tercio de los votos del ex ministro de Transporte provendrían de Juntos por el Cambio, según en los cálculos de este espacio. Los otros dos se los restaría al Frente de Todos. Otra posibilidad es que Larreta oferte a Monzó un lugar con Diego Santilli, su candidato en la provincia de Buenos Aires. Su vicejefe logró la paz entre Néstor Grindetti y Martiniano Molina.
El intendente de Lanús es el jefe político del Pro en la zona Sur. Molina es exintendente de Quilmes y tiene vínculo personal con Santilli. Si persuade a Joaquín De la Torre con el tercer lugar de la lista de diputados nacionales, Santilli equipararía fuerzas en la Primera Sección con Jorge Macri, el dirigente que más lo resiste.
El intendente de Vicente López percibe a Santilli como un obstáculo para su candidatura a gobernador. Está en lo cierto. Igual que a Patricia Bullrich en la ciudad, a Macri lo respalda su primo y expresidente, Mauricio. En apariencias, es difícil que haya conciliación. Si hubiese una primaria, los Macri y Bullrich disputarían voto a voto los que están fidelizados con el Pro. Larreta y Santilli crecen fuera de ese núcleo: se explica su predilección por las PASO.
Sin embargo, la UCR y la Coalición Cívica son dos problemas que tendrá que resolver Santilli. La interna del Pro está complicando la relación con los socios de Juntos por el Cambio. El malestar por la indefinición de los lugares que les corresponden, es vivido como un destrato al que se le atribuye la tozudez de Elisa Carrió en reclamar el primer lugar de la lista de diputados. El argumento del mensaje divino que recibió para autoasignarse esa misión resulta inverosímil. No solo porque el portador haya sido alguien tan terrenal como un consultor vinculado al peronismo bonaerense. También por su contenido: un sondeo que la posiciona como la mejor candidata. Las que encarga el gobierno porteño a dos consultoras le atribuyen la misma imagen negativa que a Macri en el Conurbano: superior al 50 por ciento. Hay otro antecedente. Carrió ya fue convencida del inconveniente de competir allí en 2017 por Larreta y María Eugenia Vidal. Lo hizo finalmente en la ciudad: Larreta le ordenó a Santilli ser su jefe de campaña.
Carrió le facilita a Maximiliano Abad relativizar la dimensión nacional que Martín Lousteau intenta darle a ese conflicto. Vencido en las internas, el economista aspira a ubicar a dirigentes de su entorno en las listas a cambio de no solicitar la realización de PASO. La salida de Abad es proponer a Facundo Manes para el primer lugar. El mismo por el que ya pelea Carrió con Santilli.
Más clara parece la situación de Vidal. Competiría en la ciudad y cerraría su ciclo en la provincia. Una experiencia fallida de la que comienza a extraerse conclusiones. Algunas muy evidentes. Como la reactualización del Fondo del Conurbano que no tuvo lugar fuera de los documentos oficiales. Un traspié que Larreta y Santilli se juramentan no repetir: es probable que sea el origen de esta disputa.