La inteligencia infalible de Chesterton
Decía G. K. Chesterton que se podría recopilar el peor libro del mundo seleccionando únicamente pasajes de los mejores escritores del mundo. Nada más cierto. Hubo alguien, el poeta checo Miroslav Holub, que, con paciencia y malicia, reunió versos malos, aun de Wordsworth, y si se quisiera se los encontraría también de Rilke, falla que no invalida ni a uno ni a otro porque no es en rigor una falla. Como sea, esa tarea sería imposible con Chesterton, para quien fue imposible dejar una página defectuosa.
Nos damos cuenta de eso en sus libros mayores (El hombre que fue jueves, Ortodoxia,El hombre eterno, su biografía de Robert Browning), pero más todavía en sus ensayos breves, complenatemente ocasionales. Varios de ellos pueden leerse en Correr tras el propio sombrero (Acantilado), la generosa antología que seleccionó Alberto Manguel. La rima, Kipling, el abuso de confianza de llamar por el nombre de pila, sobre todo dice algo inteligente Chesterton, con una inteligencia que no se fuerza. No hay creación sin comunicación, supo también. Y cumplió hasta el extremo.