La inteligencia artificial, ¿un copiloto para la mente?
Una foto, viralizada sin fin, del Papa Francisco alertó sobre los riesgos de la IA; Elon Musk y otros referentes pidieron una pausa a las investigaciones en la industria y desató la interna entre tecnólogos
- 5 minutos de lectura'
Las imágenes del Papa Francisco con una parka inmaculada, generadas por un diseñador amateur en Chicago con el software Midjourney, se convirtieron en la primera alerta global sobre los riesgos de estos usos de la inteligencia artificial: la verosimilitud, la sorpresa, la viralidad y la falsedad circularon con la misma velocidad con la que hace una semana se creó esa serie de imágenes.
Días después, el miércoles, la advertencia llegó como carta admonitoria de figuras como Elon Musk y otros más de mil referentes de la industria, pidiendo suspender por seis meses la investigación y el entrenamiento de grandes sistemas de I.A. hasta definir y consensuar bases más seguras.
“¿Debemos permitir a las maquinas inundar canales de información con mentiras? ¿Debemos automatizar todos los trabajos? ¿Debemos arriesgarnos a perder el control de nuestra civilización?”, alertaban con un tono tan deliberadamente tremendista como ingenuo.
Una semana intensa para la adopción de y la discusión sobre la inteligencia artificial asociada a productos de uso cotidiano, pero con aplicaciones tan disímiles como la creación de memes o el riesgo de perdidas masivas de empleos. Goldman Sachs advirtió el mismo miércoles en un informe que las tecnologías de inteligencia artificial generativas podrían automatizar las tareas de unos 300 millones de empleos. El historiador Yuval Noah Harari, también firmante de la carta abierta, fue más lejos en un texto firmado en The New York Times: “Pronto nos encontraremos viviendo dentro de las alucinaciones de la inteligencia no-humana”.
Estalló así una interna sobre el impulso, la gobernanza y el control de los desarrollos en las empresas de I.A.: rol de los gobiernos, mirada geopolitica, inversiones públicas, legislación y marco de innovación se cruzan en una discusión sin precedentes, confusa, desordenada y repleta de prejuicios y sobretodo alimentada por temores. De un lado quedaron los llamados “largoplacistas” (longrermists), entre los que muchas veces figura el propio Musk, cin su lado más reaccionario y sus advertencias más agudas. Apocalípticas. Del otro, entre los integrados, también hay opiniones sobre cómo avanzar con certezas sin limitar ni pausar los trabajos de laboratorio ni, sobretodo, impedir los usos virtuosos en áreas como medicina o biología.
Sin dudas, el impacto de OpenAI, alteró tanto el escenario masivo y a los propios expertos que, sostuvo la doctora en lingüística Emily Bender, la carta infla aún más el hype alrededor de la empresa. Parece exagerar en sus capacidades...
La paradoja del pedido de pausar las investigaciones es que contrasta con la velocidad de adopción masiva de las herramientas más accesibles de esta nueva ola de productos y servicios derivados de los últimos avances públicos de la inteligencia artificial. Estos fueron acelerados desde el año pasado por Dall-E y Midjourney para imágenes, pero sobre todo por ChatGPT y los lanzamientos de Microsoft junto a OpenAI, los anuncios de Google sobre la evolución de su buscador y, sobre todo, la más reciente de GPT4, el más evolucionado. Curiosamente, la habilidad conversacional o el desarrollo de grandes modelos de lenguaje parece haber sido el salto que multiplicó tanto la consideración masiva como también los peores temores. No nos ponemos de acuerdo en que sea “inteligente”, pero… ¡habla!
Al conflicto sobre la veracidad, se suman dilemas éticos profundos y, también, asuntos legales como los de derechos de autor: la ingesta para el entrenamiento de estos sistemas de la mayor cantidad de información, textos, imágenes, disponibles es uno de los grandes focos de discusión. O, como describió Slavoj Žižek: “La apropiación indiscriminada de toda la cultura existente”.
Google logró, con su buscador, sistematizar, indexar y ranquear de la manera más eficiente toda la información disponible en páginas de internet (y montar un fenomenal negocio publicitario y un conglomerado de empresas alrededor de ese servicio sorprendente). Ahora parecemos haber llegado a otro estadio: las herramientas desarrolladas sobre la base de inteligencia artificial parecen ocupar, mucho más que un chatbot que nos dice verdades, el de un ayudante para el pensamiento. Más que una prótesis técnica, una suerte de “pasante no humano”, al que entrenaremos para ayudarnos en esos procedimientos. Un copiloto para la mente, como lo describió días atrás el experto Dan Shipper. Siguiendo la analogía, algo similar a lo que hicieron las calculadoras con las cuentas matemáticas, pero ahora aplicado a actividades profesionales, laborales o procesos mentales como resumir, ordenar, sistematizar, conectar ideas y datos, y el conocimiento existente.
“En el próximo año o dos, espero que GPT4 y sus sucesores se conviertan en un asistente de investigación digital que te permita acceder a la suma de lo que leíste, pensaste y olvidaste”. Problemas de eficiencia y productividad al pensar: más que una inteligencia artificial, una extensión de nuestra actividad intelectual, disponible todo el tiempo, a un clic de distancia. Una verdadera revolución en la relación con nuestros hábitos mentales, creativos y productivos. De hecho, Copilot es el nombre con el que Microsoft bautizó a la reciente evolución de su suite de herramientas de trabajo. Presentada días atrás, el propio CEO Satya Nadella definió: “Es un gran paso en el modo que interactuamos con la computación que cambiará nuestro modo de trabajo y destraba una nueva ola de productividad”.
Las comparaciones con la invención de la imprenta o la propia llegada de la “autopista informática” alimentan tanto estupor y tantos temblores. Las nuevas herramientas, especialmente las basadas en el desarrollo de lenguajes naturales, parecen capaces de llevarnos a una incomprensible, pero sobre todo impredecible, relación con el conocimiento acumulado.