La institucionalización del horror en Formosa
La represión institucional que por estas horas vive Formosa deja al descubierto, quizá como nunca antes, las contradicciones y los límites discursivos del kirchnerismo. Todo el país contempla el silencio de un presidente cuyo poder político se diluye.
Hace poco más de un mes los medios nacionales se hicieron eco de las condiciones inhumanas de los centros de aislamiento que el gobierno formoseño instaló en toda la provincia. También de la detención ilegal de concejales opositoras que protestaban pacíficamente junto a los vecinos. Después vino el show de la visita de Pietragalla y la reunión de Cafiero con organismos internacionales para intentar cerrar el tema.
Nunca cesaron las irregularidades en el feudo de Insfrán. La oposición local, acostumbrada a soportar persecuciones, continuó denunciando valientemente las arbitrariedades de un régimen al que el adjetivo autoritario no le hace justicia.
Las últimas jornadas nuevamente pusieron el sufrimiento de formoseños y formoseñas en la mesa de debate nacional. Allí no hay objetivos sanitarios ni epidemiológicos sino políticos: la pandemia es una excusa para controlar y acumular poder. Las imágenes de la violencia policial contra comerciantes y estudiantes, las agresiones y detenciones injustificadas a periodistas, impactan a cualquier persona de bien. Aquí no entran de ninguna manera cuestiones partidarias, sino la impotencia ante la ausencia de garantías mínimas en una provincia de un Estado democrático.
Con su discurso del lunes en el Congreso, Alberto Fernández nos ahorró el trabajo de analizar si no interviene ante este escándalo por las presiones del kirchnerismo intransigente. Ya tenemos claro que no hay tal cosa como un ala moderada del gabinete que resiste a los sectores duros; su mensaje a la Asamblea fue la confirmación de que el Gobierno Nacional funciona como un conglomerado de dirigentes que no buscan otra cosa que impunidad para su círculo de confianza.
Las reacciones del oficialismo (la Secretaría de DD.HH. emitió un comunicado avalado por el Jefe de Gabinete) eran previsibles: la culpa la tienen los medios hegemónicos, la oposición desestabilizadora y los manifestantes violentos. Pero que no sorprenda no quiere decir que no nos indigne. La condena de una represión no admite ningún “pero”. Es imposible defender la libertad de expresión con condicionamientos; la tibieza en este tema transmite complicidad. No hay grises cuando se trata de resguardar la democracia.
Es imposible defender la libertad de expresión con condicionamientos; la tibieza en este tema transmite complicidad
No éramos pocos quienes pensábamos lo incómodo que resultaba para el kirchnerismo plantar bandera junto a un caudillo con aires de monarca. Pero la realidad hace rato demuestra otra cosa. Insfrán representa estupendamente el modelo corporativo que pretende imponer el Gobierno.
¿No es una ingenuidad pretender que un presidente que dice abiertamente que quiere maniatar a la Justicia y cada vez que puede apunta contra la prensa independiente, le ponga los puntos a un gobernador cuyo poder descansa en el control férreo de los tribunales y los medios de comunicación?
De ninguna manera Insfrán incomoda al kirchnerismo. El modelo de Formosa es el prototipo perfecto de lo que el tándem Cristina-Alberto quiere para toda la Argentina. Las cartas están sobre la mesa. La épica progresista de cotillón queda para los fanáticos y los amigos del poder que se benefician con ella. La inmensa mayoría de los argentinos ya no cree en un Gobierno que mira para otro lado ante una represión terrible.
Vicepresidenta UCR, diputada provincia de Buenos Aires