La inseguridad es el calvario de todos
Angustiados por la inaceptable muerte de Morena, sabemos como pueblo argentino que tenemos la responsabilidad de terminar de una vez y para siempre con la resignación.
Quienes conocemos a diario la realidad del conurbano lamentablemente también somos conscientes que estos hechos ocurren en todos los barrios, aunque no se vuelvan mediáticos.
Por eso, cuando decimos que hay que hacerse cargo, tenemos que comprender que la inseguridad requiere cambios profundos que abarcan diversos aspectos fundamentales y todos al mismo tiempo.
En primer lugar, la decisión debe ser firme y contundente, entendiendo que el origen es inicialmente ideológico. No podemos seguir tergiversando el bien y el mal como si fuera lo mismo.
El primer paradigma debe ser proteger y cuidar a los ciudadanos de bien que son las víctimas potenciales o reales de cada día. El delincuente ¨elige¨ salir a cometer un delito, las víctimas salen a estudiar o trabajar.
La pacífica convivencia de la sociedad requiere que todos cumplamos las reglas establecidas sin dañar al otro, y que se separe de esta convivencia a quien elige violarlas.
Por otra parte, no se resuelve el problema con cambios parciales, ni mayor cantidad de patrulleros o efectivos policiales. No alcanza con colocar más cámaras o mejorar la iluminación. No es suficiente armar corredores seguros, ni dictar leyes penales más estrictas o contar con otro régimen penal juvenil, ni modificar parcialmente las normas procesales para terminar con la famosa ¨puerta giratoria¨. No alcanza con bajar sólo la edad de imputabilidad penal. No modificamos tampoco la penosa realidad eliminando los mercados negros paralelos de bienes robados, y sería infructuoso reformar el sistema penitenciario aisladamente. Tampoco, sería efectivo que desde el Estado se atacara en forma contundente el narcotráfico, el narcomenudeo y el consumo, si no brindamos además la contención necesaria a los jóvenes que caen el círculo vicioso del robo/droga y sus familias.
Todo esto es indispensable y debe ejecutarse al mismo tiempo. Si realmente como sociedad queremos terminar con el flagelo de la inseguridad y las dolorosas pérdidas de vidas inocentes, tenemos que comprender la profundidad del problema complejo y abarcarlo desde su origen ideológico con todas las medidas necesarias juntas como programa definitivo.
Este es un calvario social para todos los argentinos que requiere soluciones concretas, complejas y urgentes. ¿La decisión debe ser política y social, fruto de la democracia, estamos de acuerdo?
Hay que comenzar por brindar la educación esencial que contenga la transmisión de valores fundamentales de convivencia. Los distintos engranajes del gobierno nacional, provinciales y municipales deben contar con programas adecuados de contención de familias en riesgo y actuar coordinadamente.
Las reformas legales y procesales deben tener como faro, aplicar sanciones ejemplificadoras y de cumplimiento efectivo. Hay que terminar con el ¨no pasa nada¨, y los delincuentes deben estar presos. De una vez por todas asumir que hay consecuencias por nuestros actos y atenernos al cumplimiento de la ley. Los ciudadanos de bien no pueden seguir siendo amenazados a diario ni vivir en estado de miedo permanente. Aquel que sale a delinquir con un arma o comete un delito grave debe cumplir su condena completa, ni más ni menos porque constituye un peligro para el resto de la sociedad. El régimen penal juvenil debe asegurar un proceso distinto, pero con consecuencias ejemplificadoras y restaurativas. Por mi parte comparto bajar la edad de imputabilidad a los 14 años.
Hay que terminar con los delincuentes reincidentes sueltos por la vida. Implementar un sistema de reiterancia para que mientras esperan el resultado de procesos anteriores permanezcan separados de la sociedad. Necesitamos al mismo tiempo un sistema penitenciario moderno y estricto sin conectividad, no concesiones corruptas. El personal penitenciario, la policía, la justicia y algunas veces la política tiene desviaciones de algunos pocos que terminan siendo parte del problema. Ahí también hay que poner orden.
Al narcotráfico lo han dejado avanzar sin pausa dañando profundamente el tejido social con liviandad en el mejor de los casos o con complicidad.
Los negocios de los mercados paralelos de bienes robados deben ser desarticulados con inteligencia y estrategia. No podemos seguir consintiendo lo que todos sabemos que existe como si fuera una trama inofensiva porque no lo es.
La prevención debe ser política de estado y para ello se requiere firmeza, decisión y ejecución de medidas concretas, pero la solución no es fácil ni puede ser parcial. Si no encaramos en forma conjunta todos los aspectos fundamentales de la inseguridad no vamos a resolver el problema, lo vamos a profundizar. En cambio, si nos decidimos de una vez a dejar de vivir esclavos de los delincuentes y con miedo permanente, entonces podremos incluir otros temas no menos importantes como la capacitación de las fuerzas, el aumento de recursos y mayor coordinación de su accionar, pero debemos empezar por lo más profundo. El problema es de todos y la batalla aún no está perdida. Hay que empezar ahora y depende de nosotros. El cambio profundo cultural es indispensable, ¿estamos dispuestos?
Ex Secretaria de Estado del Ministerio de Seguridad de la Nación