La infancia: el lugar donde nacen los sueños
“Por fin se durmieron … ahora tengo un tiempo para mí”- dice la joven madre. Y luego… en un abrir y cerrar de ojos, los niños crecieron, ya no aceptan compartir todos los espacios con los adultos y un día cualquiera terminan la secundaria. Así se pasa la vida, y de repente añoramos ese tiempo juntitos sobre un sillón, la cama extragrande con ellos, los juguetes tirados por todos lados, las infaltables rayas en las paredes, los berrinches, las caritas pintadas con marcador, la ropa rasgada en un santiamén.
Cada año, en esta época, volvemos a las preguntas y respuestas trilladas: ¿qué necesitan nuestros hijos? Tiempo de calidad. ¿Qué queremos para ellos? Que sean felices. Y todos hacemos lo que creemos que aportará felicidad y nos pegamos a ellos, poniéndole rangos a la calidad. Permanecemos “pasados de revoluciones” tratando de estar a la altura física y anímica de los infantes.
Hoy proponemos cambiar el foco; hacer una pregunta distinta: ¿qué necesito hacer como papá o mamá para disfrutar a mis hijos y así convertir la niñez en un espacio que ellos puedan atesorar?
Se nos ocurren algunos puntos que podrían ser de utilidad:
1- Respirá profundo. La tranquilidad de los adultos suele contagiar a los menores.
2- Escuchá sus conversaciones. Podrás descubrir todos los mundos que habita ese pequeño o esa niña en apenas unos minutos: los cuentos que se cuenta, los roles que asume, los animales u objetos que personifica, los relatos que inventa. Los escenarios que cambia.
3- Ubicá algún espejo en un lugar concurrido de la casa. Los verás diseñar sus personajes, sonreír, mirarse, acomodarse, sentirse héroes y princesas, padres de bebotes, luchadores forzudos y hasta defensores de pobres y ausentes.
4- Prestá atención a sus maneras de filosofar. No es necesario que tengas las respuestas, ellos encontrarán las propias.
5- Hay que permitirles crear sus propios juegos sin intervenir. Mientras juegan están creando mundos inimaginables y diseñando futuro, aunque son pequeños para saberlo.
6- Convertite en su público favorito. Cuando ellos bailen, actúen, dibujen, reciten, hagan planes……aplaudilos, tal vez estén ensayando su mejor rol para cuando sean grande.
7- Finalmente, dejalos vivir sus emociones. Un niño necesita saber que puede habilitar su “asombro” ante la aparición de algo maravilloso, su “alegría” cuando todo fluye de acuerdo a sus expectativas, su “enojo” cuando hay algo que no puede alcanzar”, su “miedo” cuando siente que no tiene recursos para enfrentar los peligros del mundo, su “tristeza” cuando siente que ha perdido algo.
Después de todo, qué es la infancia, sino un enorme territorio donde practicar la vida. Qué son nuestros niños, sino la esperanza renovada de que los juegos que imaginamos son posibles.
Master coach profesional y vicepresidente segunda de la Asociación Argentina de Coaching Ontológico Profesional (AACOP)