La indispensable reconfiguración del debate público en la Argentina
En los últimos meses, dos temas acaparan la agenda política y mediática de la Argentina: la interna del Gobierno y las encuestas. En el país del 58% de inflación interanual, y en el que más de la mitad de los niños son pobres, el debate está absorbido por las peleas domésticas del oficialismo y los pronósticos para unas elecciones cuya primera ronda tendrá lugar en más de un año.
Si dos años atrás, en plena cuarentena, criticábamos al Gobierno porque su prioridades -la expropiación de Vicentín, la reforma judicial- no tenían nada que ver con las necesidades de la gente -educación, trabajo y una política de salud basada en la información y no en el miedo-, ¿qué deberíamos decir ahora, en esta coyuntura cada vez más preocupante e incierta?
Pasamos de pedirles a quienes gobiernan visión y generosidad para promover grandes acuerdos y buscar soluciones colectivas a la crisis, a implorar, lisa y llanamente, que tengan un poco de decoro y dejen de usar al Estado como campo de batalla para dirimir sus desacuerdos internos.
La descomposición acelerada del Frente de Todos es un factor determinante en la grave situación que está atravesando la Argentina. Claro que venimos de una pandemia inédita, y el panorama internacional -con la invasión de Ucrania de por medio- es esquivo para los emergentes, pero no hay manera racional de adjudicarles los yerros del Gobierno a esos factores objetivos.
Poca gente en la Argentina cree que el oficialismo puede enderezar el barco y aportar soluciones. No es necesario acudir a frases típicas del estilo “el mercado les dio la espalda” o “las expectativas no mejoran” para describir dónde estamos parados. Estoy hablando de los ciudadanos de a pie: estudiantes, trabajadores, emprendedores, desocupados, pequeños empresarios, jubilados. A una sociedad que ya venía frustrada y sin esperanzas le dieron la espalda en el peor momento.
La involución de Alberto Fernández como líder político es un caso digno de estudio. En estos casi 40 años de democracia, el período de continuidad institucional más extenso de nuestra historia, podemos contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que un presidente recibió un apoyo tan abrumador como él en los primeros meses de la pandemia.
Entre ese momento y esta semana, en la que desde Europa (en el marco de una gira motivada más por sus deseos personales de eyectarse de la realidad criolla que por una estrategia diplomática definida) se refirió a su candidatura en 2023, se las arregló para perder credibilidad a pasos agigantados.
Es importante que entendamos que la crisis en la coalición oficialista, que hace tiempo excedió los límites habituales del debate al interior de una fuerza política diversa, no solamente perjudica la gobernabilidad y la economía: también afecta directamente la salud de la democracia.
Están preparando un terreno cada vez más fértil y propicio para la consolidación de los extremos. Para quienes explotan, sin ningún escrúpulo ni un mínimo sentido de responsabilidad social, la desesperanza de quienes son maltratados cada día por un país que no funciona. No vivimos en un planeta apartado; basta con mirar la región, Estados Unidos y Europa para comprender que ningún país está exento del ascenso de movimientos antisistema que cuestionan la esencia del pacto democrático.
Nuestra Argentina, pobre y atrasada, no puede darle cabida a una agenda en la que se discuta el afán de reelección de un presidente extraviado de la realidad. Tampoco al bombardeo incesante de encuestas y sondeos de opinión que rara vez captan con algo de precisión las preferencias de la sociedad.
Llegamos a un punto de inflexión en el que tenemos enfrente una bifurcación muy clara. O elegimos el camino de la regeneración integral y profunda del país, convocando desde el centro a un nuevo paradigma basado en el conocimiento, la educación y la innovación, o seguimos dando vueltas en círculos, recayendo en discusiones que no llegan a ningún lado y potencian la decadencia.
Diputada provincial, Convencional Nacional UCR