La India votó el consenso
Emilio J. Cardenas Para LA NACION
Las elecciones en la India, la democracia más poblada del mundo, deben verse como un ejercicio cívico no sólo admirable, sino complejo. Unos 420 millones de ciudadanos concurren escalonadamente a las urnas, en todo el país, a lo largo de una "jornada electoral" que se extiende por espacio de casi un mes. Ordenadamente.
Los resultados de los comicios nacionales que acaban de culminar con la victoria rotunda del Partido del Congreso contienen lo que parece como un mandato explícito: el de acelerar el proceso de progreso y modernización del país. Esto es, consolidar la estabilidad y el crecimiento. Desde el secularismo, confirman asimismo lo saludable de la separación entre los ámbitos religioso y político.
El partido de la dinastía Nehru-Gandhi, de la mano del primer ministro Manmohan Singh, consiguió esta vez un triunfo realmente histórico. Es la segunda oportunidad en la historia que un primer ministro indio es reelegido para un segundo mandato consecutivo. El primero en lograr esa reelección fue el propio Jawaharlal Nehru, en 1977.
Singh ha demostrado que no sólo es un excelente economista y un gobernante íntegro, de agudo intelecto, sino también un astuto estratega electoral que logró debilitar a la oposición apuntando a su historia de sembrar divisiones en la sociedad, en lugar de impulsar los consensos que el crecimiento siempre exige.
Además, supo evitar algunas de las celadas tradicionales de la política local: el populismo, que lucra con la división social en castas y enfrenta a unos contra otros desde los resentimientos; el sectarismo hindú, que ha derivado reiteradamente en la intolerancia religiosa respecto de musulmanes y cristianos, y las intensas rivalidades regionales que habían atomizado el espectro político. A ello cabe sumar el haber podido desprenderse, casi sin costos, del Partido Comunista, que -participando en la coalición de trece partidos sobre la que edificó su primer mandato- había paralizado las principales reformas que la modernización de la India necesita. Ahora, entre otras cosas, la India podrá reducir las barreras a la inversión; eliminar algunos subsidios; ordenar las finanzas públicas; liberar selectiva y gradualmente algunos sectores aún cerrados de su economía, y profundizar las reformas de la infraestructura con participación del capital privado.
Los votos mayoritarios retribuyeron maduramente a una administración que ha acercado a la India al mundo y la ha hecho crecer, en los últimos años, a un ritmo del 9% anual, disminuido hoy al 6% por la crisis económica mundial.
Consagraron, asimismo, a nuevas figuras de la vieja dinastía Nehru-Gandhi: Rahul y Priyanka Gandhi, el primero de los cuales se perfila nítidamente como un futuro primer ministro, por sus condiciones personales y su capacidad de liderazgo. A los 39 años, ya exhibe la experiencia acumulada en su primer mandato parlamentario. Desde la sombra, es cierto, la "italiana" Sonia Gandhi condujo exitosamente la reorganización de un partido que ha cumplido un siglo de vigencia permanente.
Para la India, de cara a su futuro, excelentes noticias, entonces. Para la comunidad internacional, la certeza de que la India seguirá creciendo en presencia política y realidad económica. Nuestro país debiera, por esto, privilegiar las relaciones bilaterales y dinamizar activamente la vinculación comercial.