La importancia del capital social
Es plausible la importancia que ha dado el Gobierno al capital humano. Pero, todavía, no ha logrado remarcar el peso del capital social como fenómeno del desarrollo. El capital social surge del conjunto de normas, sobre todo informales, que, al profundizar raíces en un grupo humano, promueve la cooperación y facilita la interacción.
Afirma el psicólogo William James: “Somos no solamente animales gregarios que gustamos de la proximidad con nuestros compañeros, sino que también tenemos una tendencia innata a hacernos conocer, y conocer con aprobación, por los seres de nuestra especie”. El ser humano es un animal que está entrelazado con el prójimo en el cual y con el cual actúa, vive y crece. Y sobre esta realidad se levanta el capital social.
El hombre desde su yo tiende a establecer vínculos con los demás. Y cuando logra conectarse con otros, empieza a desarrollarse el capital social. El proceso de individuación subjetiva se cristaliza en la inserción familiar y social. La inserción familiar es destacable en nuestro país, pero en el plano social la carencia es alarmante.
Existen características propias del capital social que lo hacen diferente al humano. El social es mucho más difícil de construir, pues su desarrollo requiere de una infraestructura social que actúe eficientemente. Su base está en la confianza interpersonal. Además, su construcción amerita un elevado conocimiento de las prácticas locales y es el resultado de un proceso de interacción dinámica. Mientras que la formación de capital humano puede, en ocasiones, favorecer el individualismo exacerbado, el de capital social fortalece y cohesiona la familia y la sociedad. Por ello, ambos deben crecen simultáneamente.
El capital social está sujeto al grado en que las personas confían unas en otras y de los valores y normas que comparten. Desde una visión económica, muestra la dimensión relacional y asociativa de diferentes agentes, que operan en la producción y la distribución, para alcanzar una meta común y, por ende, un aumento en los ingresos. Es un factor de producción en el cual se puede invertir otros recursos con la expectativa de beneficios futuros. Pero, además, puede ser un sustituto o un complemento de otros recursos. Quiere que es posible compensar la carencia de recursos financieros o de capital humano mediante el establecimiento de buenas relaciones.
La cultura cívica, como la búsqueda de la aproximación al otro, en la Argentina, es pobre. Por momentos, parece que languidece en la Argentina. Pese al extraordinario plan de educación popular de Sarmiento, Avellaneda y Alberdi, la educación, como generadora de acción y participación cívica, tiende a perder calidad. Este particular aspecto del capital social, a nivel comunitario, es una muestra de la falta de desarrollo de capital social en el país. La educación es la llave maestra para ello. ¿Qué está haciendo el país para mejorar ello?
La educación debe dirigirse a crear y enriquecer vínculos con los otros. Para hacer patente la existencia del prójimo que coexiste con cada argentino. La falta de incentivos a cooperar lleva a estrategias de corto plazo, orientadas más a la explotación que hacia la cooperación. Más a la extracción que a la inversión. A ingresar en el juego de suma cero, en lugar del juego de suma positiva.
Cuando es bajo el nivel de capital social, urge tomar conciencia acerca de cómo un comportamiento coordinado puede mejorar los beneficios individuales esperados. Resulta imprescindible el desarrollo de comportamientos de cooperación y coordinación, a fin de que pasen a ser hábitos. Es necesario que esos comportamientos se institucionalicen. Como un árbol, cuanto más se prolonguen sus raíces en la hondura de la tierra, más difícil resultará que caiga y mayor será su producción de frutos.ß
Economista