La importancia de ser testigos
Dar testimonio del sentido de ser humanos, del sentido para el que vinimos a la vida, implica dar fe de nuestros valores ciudadanos y ratificar el contrato moral y republicano, que es el único antídoto contra la degradación política de la Argentina. La figura del testigo es muy antigua si la tomamos en su acepción de dar testimonio de valores. En el judaísmo el profeta es el testigo y también la figura de Débora, la gran juez de Judá, destinada a restaurar el orden transgredido. Se es testigo del caos presente, pero también de la salida, de la metanoia, de una profunda transformación humana. Cristo es testigo del Padre. En ese sentido, Cristo también es un testigo judío, es un profeta. Entre los griegos la areté es dar cuenta de tu nombre, del nombre que heredaste, pero en el sentido de valor, de valentía, de aristocracia del espíritu. Es un modelo a seguir, es el paradigma, base de la ética que fundamenta la vida humana, donde no importan la victoria ni la derrota. Se puede ser mártir, porque un testigo da testimonio de valores incluso con su cuerpo. Somos testigos cuando somos inspirados por el espíritu, por el arte, por una vocación o una misión, o por la política, aunque todos la detesten. Tenemos el deber de testimoniar porque el testimonio es un servicio. Uno no elige el servicio. Simplemente toca y lo tenemos que asumir. Ese es el sentido de la vida.
Sólo por resentimiento, crueldad, avidez económica y latrocinio permanente, con complicidad empresaria y sindical, se pudo llevar a un país de clase media a convertirse en una nación pobre
Ser testigo es la parresía, en el sentido de decir valientemente todo lo que uno tiene que decir, hablar sin miedo. Parresía es testimonio de vida, de lucha, es dar cuenta de valores. Es la parresía de la que hablaban los griegos y también Foucault. ¿Y cuándo se prueba de verdad cuál es el sentido de la vida? En las épocas de crisis. El objetivo del kirchnerismo fue construir pobreza para construir poder y destruir a las clases medias, tener millones de rehenes políticos para mantener el poder. Tristemente, el objetivo está logrado porque, pase lo que pase en la Argentina, vamos a tener que empezar de cero. Hacernos cargo. Los partidos opositores y la Corte, tendremos que hacernos cargo a través de una justicia restaurativa: reparar el daño, devolver a las clases medias a su lugar y habilitar a los pobres a que sean de clase media. Este fue un sueño argentino cumplido. Sólo por resentimiento, crueldad, avidez económica y latrocinio permanente, con complicidad empresaria y sindical, se pudo llevar a un país de clase media a convertirse en una nación pobre. Frente a esta realidad, tenemos que superar la angustia para poder llegar a la luz, decidir si seremos testigos de los valores en los que creemos. La angustia es un síntoma de que la sombra nos invade. Testigo es el que habla, el que se expresa, el que vota y que puede discernir. La estupidez humana es la imposibilidad de discernir, lo que nos lleva a la banalidad del mal, que denunció Hannah Arendt. Pero no vamos a resignarnos. Tenemos que ser testigos de nuestra historia pasada, poniéndonos en el presente y mirando al futuro. No hay más tiempo. Demos fe de nuestros valores.
Yo llamo a la Argentina, sobre todo a aquellos que son conscientes de los valores de la Humanidad, a los que creen en el espíritu de Dios, a los creyentes y no creyentes, a dar testimonio, a ser testigos. Sacarse el enfado, el enojo. Toda decisión tomada con enojo es un error. No compremos avatares, representaciones ficticias. El testimonio se da con el cuerpo, con la autenticidad, con las virtudes y los defectos, pero en un orden de valores. Si se siembran raíces, siempre va a haber cosecha, aunque la semilla muera.
Hoy estamos desdichados, perdidos. Tenemos que mostrar el sendero de la utopía, que nunca se alcanza, pero para la que tenemos que trabajar sin desmayos. Yo los invito a dar testimonio de fe en la vida, que es un devenir y un aprendizaje, esperar, aún en la desesperanza. Jugarse, arriesgarse. Vamos a ser juzgados por las obras hechas con el corazón.
Este pedido no tiene que ver con el del poder, sino con el camino, con el timón, con la barca, con el sentido de la vida, de la República y de la Humanidad.