La ilusión del príncipe azul
Tenemos una cuota de romanticismo en el fondo de nuestro corazón, cubierto por capas y capas de realidad
En el Día Internacional de la Mujer, en el Museo Evita, Cristina Álvarez Rodríguez, su sobrina nieta y ministra de Gobierno de la provincia de Buenos Aires y el Consejo Provincial de las Mujeres, convocó una cantidad apreciable de personajes femeninos.
Cada una tenía experiencias muy interesantes para comunicar. Se hablaba de pasión, de amor, de trabajar en equipo y todas hacían hincapié en la no existencia del príncipe azul. Para insistir en la necesidad de no depender de un varón.
Es cierto que hemos recorrido un largo camino y también es cierto que aún faltan muchos derechos por conseguir. Y que hay pocas cosas más liberadoras que la independencia económica. No se puede ser muy libre si tu vida depende económicamente de un hombre.
Todas estamos de acuerdo. Palabras más, palabras menos: el príncipe azul no existe. Seguro que no existe. La realidad nos da pruebas más que suficientes de que es una fantasía que quedó en el tiempo con los cuentos infantiles pasados de moda.
Ahora bien, y sólo entre nosotras, ¡qué bonito era soñarlo! Por supuesto que todas sabemos que Cenicienta y Blanca Nieves son pura ficción. Pero ¿será muy loco soñar con que algún día un señor o una señora según los gustos tenga ese zapatito, esa cualidad que calce perfectamente con nuestro deseo? ¿O será más descabellado aún pensar que alguien un día después de un cruce de miradas y un beso nos despierte de esa modorra abrumadora que es la cotidianeidad?
Lo novedoso de esta nueva versión del príncipe azul es que no viene a salvarnos económicamente. Viene a enamorarnos
Estas son reflexiones que surgen de largas charlas con mujeres. Me doy cuenta de que hay una fantasía, una ilusión romántica recurrente en todas nosotras.
¿Nunca escucharon un bolero que las hizo soñar con "esa" historia de amor? Es políticamente incorrecto imaginar una pareja ideal, porque la realidad la desmiente. Entendemos por "ideal" a esa persona que aparece para que -nosotras mujeres queridas- cansadas de batallar nos podamos sentir cuidadas. Que sea el reposo de las guerreras que venimos a ser nosotras. Qué mujer no quiere a alguien que cure sus heridas. Ustedes y yo sabemos que no hay mejor terapia, mejor sedante que un buen amor.
En esto, abuelas hijas y nietas se asemejan. Todas tenemos una cuota de romanticismo en el fondo de nuestro corazón, cubierto por capas y capas de realidad. Cuando podemos, como las cebollas, nos vamos despojando de ellas. Todas entendemos que hay que pagar cuentas, aguantar al jefe, sostener una casa. Pero todas, indefectiblemente, nos imaginamos en el personaje de Meryl Streep en Los puentes de Madison y todas hemos soñado con un Clint Eastwood.
Dentro de cada mujer que conozco hay una cuota de ilusión por "volverse loca de amor". Por supuesto que después prima la razón. Pero, creo que lo novedoso de esta nueva versión del príncipe azul es que no viene a salvarnos económicamente. Viene a enamorarnos.
Salvo raras excepciones todas sin discriminar edades quieren ser protagonistas de una gran historia de amor: ya sean casadas, solteras, viudas o divorciadas.
Hay en cada corazón femenino un príncipe azul a su medida. Por eso muchachas ¡Aguante la ilusión!