La idea de mezclar un pacto con el Día de la Patria
Debido a que Néstor Kirchner asumió la presidencia un 25 de mayo, la misma fecha en la que treinta años antes Héctor Cámpora había iniciado su meteórico gobierno, el Día de la Patria devino una efeméride recargada. Lo de Cámpora se debió a la fatiga de la “Revolución Argentina”, que después de siete años, tres tenientes generales en el sillón de Rivadavia y escasos logros se resignaba a legalizar al peronismo con la pretensión simultánea, al cabo fallida, de jubilar a Perón. Lo de Kirchner fue una coincidencia más accidental aún: tras los asesinatos de Kosteki y Santillán a manos de la policía bonaerense, para no caer Duhalde decidió dejar el poder seis meses antes de lo que le correspondía. Y entendió que el 25 de mayo, entre uno y otro grito de “¡viva la Patria!”, era un buen momento para pasarle la banda al sucesor, a la sazón su delfín.
Ningún otro presidente asumió un 25 de mayo, sólo Cámpora y Kirchner. Es improbable, sin embargo, que dentro de diez sábados Javier Milei quiera acordarse de esos dos antecesores suyos (mucho menos de la amnistía de 1973, la noche que juró Cámpora) junto con el ritual de homenajear a la Primera Junta de Gobierno.
El sábado 25 de mayo Milei planea aprovechar el feriado nacional para yuxtaponer su “Pacto de Mayo”, todavía nadie sabe cómo, con la Revolución de 1810. Convocó para ese día a los gobernadores con el objetivo de acordar un “nuevo contrato social”, lo que en la práctica significa el consentimiento de ellos a las medidas maestras que impulsa el Poder Ejecutivo. Sí, algo tan extraño, esto ya se ha dicho, como una coerción consensuada.
El acuerdo, que sumaría a “expresidentes y líderes de los principales partidos”, sujeto a la aprobación de la Ley Bases y de un nuevo pacto fiscal, se sustenta en el promocionado documento de diez puntos que arranca con la inviolabilidad de la propiedad privada. Grandes objetivos por acordarse, entre los cuales, curiosamente, no figuran la educación, que según Milei es un servicio esencial, ni la lucha contra el narcotráfico, hoy motivo de inquietantes fisuras entre la Nación y las provincias a propósito de Rosario. Tampoco se habla de industrialización, si bien la cita en Córdoba, “corazón productivo de nuestra patria”, ornamenta los papeles.
Es una vieja costumbre peronista la apropiación de las fechas patrias con fines político partidarios. Milei, el líder más original de la era moderna, el gran disruptivo del siglo XXI, en este rubro actúa como un mero imitador de “la casta” que jura aborrecer. Ya lo dejó dicho dos semanas atrás al desmontar el Salón de las Mujeres y abolir los caprichos panfletarios de la era kirchnerista para reemplazarlos por una no menos arbitraria colección de recortes históricos, sin ninguna mujer, sin otro presidente argentino de la nueva democracia que Carlos Menem y, lo más refulgente, sin consistencia historiográfica alguna. Asunto analizado con brillantez la semana pasada por el historiador Luis Alberto Romero (https://www.lanacion.com.ar/cultura/los-proceres-de-milei-nid13032024/).
El 9 de julio de 1947 Perón declaraba en la mismísima Casa de Tucumán la “independencia económica”. Le atribuía al pueblo argentino el propósito de “consumar su emancipación económica de los poderes capitalistas foráneos”. Aquel acto ni siquiera se privó de hacerle retoques al Preámbulo de la Constitución, que después del proverbial “nos, los representantes del pueblo y del gobierno…” pasaba a romper “los vínculos dominadores del capitalismo…”. Por suerte Perón hizo en 1947 un presagio luminoso, esperanzador. Explicó que a los siguientes sesenta años (o sea más o menos hasta 2007) la Argentina los iba a atravesar sin crisis económicas. Lo cual -no parece necesario detenerse en demostraciones- careció de verificación empírica. Desde ya que eso no se debió a un error del general. Fueron las fatídicas interrupciones neoliberales, explicarán oportunamente pensadores kirchneristas, lo que postergó la felicidad del pueblo. La misma razón por la que quedaron inconclusas las sucesivas piedras fundamentales de los 25 de mayo: tanto la Revolución de 1810 como los procesos “revolucionarios” iniciados por Cámpora en 1973 y por Kirchner en 2003. Nunca falta un Saavedra, un Roca, un Cavallo que se interpone. O un Caputo.
Milei, quien se ve que no le teme al maleficio camporista-kirchnerista de la fecha ni a las refundiciones del bronce, tal vez se olvidó de que el último Día de la Patria el gobierno de Alberto Fernández les dio franco a los próceres de la Revolución de Mayo para concentrarse en conmemorar con oropeles oficiales en la propia (nunca mejor dicho) Plaza de Mayo los veinte años de la asunción de Kirchner. Esquirlas de la interna, Fernández ni fue. El acto quedó en manos de la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien, bajo la lluvia, acompañada por sus nietos y rodeada de las máximas figuras de su facción, sustituyó la memoria de la Revolución de Mayo por la de su difunto esposo.
Es de esperar que el próximo Día de la Patria, cuando concrete el “Pacto de Mayo”, Milei no haga como Cristina Kirchner y él sí se acuerde de dedicarles algún homenaje, alguna línea, a Saavedra, Castelli, Azcuénaga, Paso, Alberti, Matheu, Larrea… No se le pide que diga algo que parezca comprometido (tal como hizo otro año Cristina, al señalar que hubiera sido amante de Belgrano), pero ojalá tampoco se le dé por ponerse a insultar a Mariano Moreno.
¿Tenía necesidad Milei de mezclar su loable iniciativa de hacer un gran pacto político económico con la Revolución de Mayo? Ya de por sí es muy difícil en la Argentina volver a prestigiar la palabra pacto -que precisamente enaltece el Preámbulo-, corroída por la fragmentación, las sucesivas grietas, la conflictividad inagotable. Desde hace cuarenta años que acá se menea el Pacto de la Moncloa como un supuesto modelo pasible de importación. Cuando visita Buenos Aires, Felipe González suele decir, risueño, que lo que le preguntan siempre es cómo hicieron ellos el Pacto de la Moncloa. En ese histórico hito, dos documentos suscriptos por los principales partidos, sindicatos y otros actores sociales que se comprometieron en 1977 a seguir un programa político y económico que sacara a España del estancamiento postfranquista y con la incipiente democracia amenazada, confluyeron desde la centroderecha del presidente Adolfo Suárez hasta el Partido Comunista de Santiago Carrillo. Eso se logró luego de arduas negociaciones y de recíprocas concesiones.
Pero las correlatividades argentinas distan bastante de aquella realidad y no sólo porque Milei se la pasa insultando a quien se le ponga enfrente. Para alimento del ring mediático, un elenco rotativo. El peronismo tentacular en el que cada tanto retumba el slogan “la Patria está en peligro” y cuyos sectores piqueteros el lunes cantaban “te pido que luchemos un poquito más, al Peluca lo vamos a echar”, ¿tiene margen para pactar con el gobierno? ¿Tiene ganas? Si Milei convoca a los presidentes de los principales partidos, el gobernador Gildo Insfrán tal vez deba asistir en doble condición. Este viernes el caudillo formoseño que lleva casi tres décadas en el poder podría desembarcar como nuevo presidente del Partido Justicialista nacional en reemplazo de Alberto Fernández.
Aunque poco robusto debido a sus largas hibernaciones y a la historia movimientista, el PJ no es, a los efectos formales, un partido más. Conforma la primera minoría en las dos cámaras del Congreso, tiene ocho gobernaciones, la mayoría de los intendentes y la llave del poder sindical, además de una consabida influencia en la Justicia y miles de militantes enquistados en todos los organismos públicos. ¿Pactaría Cristina Kirchner en su condición de expresidenta? ¿Acaso adheriría simbólicamente la autoexiliada Isabel Perón, a quien de manera intempestiva una desconocida asociación cultural española acaba de otorgarle en su domicilio un premio “a la Hispanidad” por una “sacrificada entrega”, se ignora a qué?
Como sea, Milei avanza hacia el “Pacto de Mayo” por un pedregoso camino en el que viene de añadirse el rechazo del Senado al DNU 70, lo que despertó el interés por el control republicano de la Cámara de Diputados, que hasta ahora tampoco se interesaba por los DNU.
Sería un acontecimiento muy importante si Milei lograra consagrar un pacto verdadero, efectivo, entre una buena parte de las fuerzas políticas y sociales. Algo que acabaría con la grieta, o con las grietas, tantas veces metaforizadas como un eterno, insufrible River-Boca. A propósito: el 25 de mayo también es el aniversario de las inauguraciones de ambos estadios, el de River y el de Boca.