La IA, una ayuda y un riesgo
Cuando era chica, solía presentarle a mi abuelo cálculos matemáticos y él los resolvía al instante, sin usar calculadora ni lápiz y papel. Realizaba mentalmente sumas con números grandes o multiplicaciones, y los resultados que me daba siempre coincidían con los que me arrojaba la calculadora. Su habilidad me parecía asombrosa.
Así como el uso de la calculadora nos volvió más lentos al intentar hacer cálculos sin ella, podríamos inferir qué le seguirá al uso frecuente de la IA...
Cuando algo o alguien hace las cosas por nosotros, la necesidad de aprender o hacer disminuye, prevaleciendo la comodidad. Algo similar me sucede desde que apareció la inteligencia artificial. Esta es capaz de escribir con una velocidad muy superior a la mía y utilizando múltiples fuentes oficiales correctas, si se le dan las indicaciones adecuadas y se verifica la veracidad de la información. Desde que existe la IA, mi motivación para escribir se ha reducido abruptamente. Editar lo que escribe la IA es mucho menos trabajoso que escribir de cero, pero convertirme en la correctora de la IA no me motiva. La motivación sería como la fuerza que nos impulsa a sostener un comportamiento orientado hacia un objetivo.
La IA vino a mostrarnos que su rapidez, precisión y capacidad de adaptación a las consignas es muy superior a la humana. El humano queda reducido al lado de tanta tecnología. ¿Para qué el esfuerzo si la IA puede hacerlo por mí?
El uso de la IA gradualmente se populariza en áreas como la educación, el mundo corporativo y la producción de noticias. Una encuesta realizada por Ipsos a más de 23.000 usuarios de 32 países, arroja que un 60% de argentinos cree que la IA colaborará para que las cosas se hagan más rápido. “El 63% de los argentinos cree que la IA cambiará la forma en que trabajan en los próximos cinco años, y un 36% considera probable que la IA reemplace su trabajo actual en ese mismo período. Estas cifras reflejan la necesidad de adaptación a las nuevas tecnologías y la incertidumbre sobre el futuro del mercado laboral”. https://www.ipsos.com/es-ar/ipsos-ai-monitor-2024.
En el área educativa, la Unesco reconoce el uso de la IA tanto por parte de docentes como de alumnos. “Los docentes utilizan sin duda la IA con diferentes fines: para crear, para escribir, para programar y mucho más.” La IA además de apoyar la enseñanza y el aprendizaje, se utiliza para automatizar diversas tareas administrativas. Aseguran: “somos firmes partidarios de que los docentes deben dirigir en gran medida la utilización de la IA en las aulas, velando por que se ajuste a los objetivos pedagógicos y a las normas éticas...” La Unesco propone utilizar la IA como herramienta para complementar, y no para sustituir, los elementos humanos de la enseñanza.
Ahora, existen numerosas encuestas tanto en la Argentina como en España en las cuales se vislumbra que la gran mayoría de estudiantes de secundaria utiliza la IA para realizar sus tareas y un gran porcentaje de los docentes también ha recurrido a la IA.
El alumno que delega la tarea en la IA, hace un copy-paste o una corrección del texto obtenido, trabajando menos que aquel que la hace sin IA y quien menos ejercita la mente, cree que está ganando, cuando probablemente sale perdiendo. Mientras que, al adulto la IA lo vuelve más productivo en el ámbito laboral, al estudiante de secundaria podría volverlo más vago: obstaculizándole llegar a conclusiones o interpretaciones propias, reduciéndole el material de lectura al hacerle los resúmenes, por ejemplo.
En la producción de contenidos escritos, la IA podría complementar lo que hacemos, o brindarnos un primer borrador, pero luego seríamos meros correctores de su texto. Haríamos menos, pero definitivamente ganaríamos tiempo, ahorraríamos esfuerzo, aumentando la productividad.
La IA puede ser de gran utilidad en algunas áreas laborales. Si es utilizada correctamente, puede aliviar el nivel de estrés al empleado: existe una herramienta que brindará respuestas a las consignas en tiempo récord, convirtiéndose en una valiosa ayuda. Ahora bien, cuando se trata de expresar una opinión, investigar o aprender, hay un proceso individual de elaboración e interpretación que no debería ser omitido ni reemplazado artificialmente.
La IA es un invento que puede resolvernos muchas tareas y en esa aparente resolución podría quitarnos, no sólo la ejercitación de muchas de nuestras habilidades, sino también la satisfacción que brinda el proceso creativo. La IA hace posible que evitemos enfrentarnos a la hoja en blanco. Y la hoja en blanco es la libre expresión.
Psicóloga, escritora.